jueves 21 noviembre, 2024
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«CEREBRO 40» Ellas, las niñas

 

No lo puedo evitar, las veo y las escucho a diario.

Hablan, cuestionan, tienen más preguntas ahora de las que tendrán en toda su vida.

Quieren saber, necesitan saber, saber todo.

¿Quiénes son?

¿Como si alguien se los pudiera responder?

Quieren gustar, ser aceptadas, pertenecer a una tribu nueva, la de los demás jóvenes de su edad, se sienten atraídas por los chicos y no saben qué hacer, no entienden aun que esto es tan natural y el secreto de la existencia de la humanidad.

Les preocupa ser lindas, estar a la moda, se agobian por no sentirse perfectas.

Son víctimas de las mentiras de la publicidad y de las redes sociales, que les aseguran que si son impecables, delgadas, sexys, serán felices. Les han vendido una imagen, un estigma demasiado alto, imposible de alcanzar, inhumano, pero ellas son ingenuas, no distinguen la realidad de la ficción, sufren por eso, sufren por no tener un abdomen marcado, unas pestañas kilométricas, unos dientes irrealmente blancos; no las culpo, muy a menudo, yo misma, con muchos más años, caigo también en la trampa.

Yo quisiera decirles tantas cosas.

Que su belleza rebasa cualquier engañosa publicidad, que su luz es tanta que les sale por los ojos en forma de chispitas, que cada que se ríen el mundo gira, no importa si sus dientes están perfectamente alineados, o si tienen pecas o cejas dispares, es precisamente la diferencia de sus facciones lo que las hace mágicas. Cada una de ellas es una sinfonía única y diferente, no hay ninguna igual a otra y eso exactamente es lo que las hace especiales.

Quisiera decirles que no busquen parecerse a las modelos de las revistas, a las artistas que tanto admiran, que maquillarse es como pintar con aerosol sobre una flor.

Que cualquier color a ellas se les ve perfecto, porque ellas hacen los colores, les dan sentido, que su frescura y su ingenua malicia es su principal tesoro, que sus voces y sus risas son el motor de cada día, que el sol sale a verlas bailar y la luna se embelesa con su inefable belleza.

Resplandecen como hadas, llenan el espacio con su brillo.

Ellas, las niñas, las que recién dejaron las muñecas y hoy se equivocan al pintarse los labios, practican torpemente sus pasos sobre tacones, ignoran que el camino ya es de por si accidentado como para complicárselo aún más.

La verdadera belleza, la que viene del alma es inmarcesible, aún cuando el recorrido esté lleno de baches, lo esencial permanecerá por siempre y será su fuerza en la larga carrera de la vida.

Mientras las niñas sonrían y canten, que el resto del universo arda.

Otros mundos tendrán sus propias verdades, nosotros las tenemos a ellas.

Y para mi, con eso es suficiente.

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