sábado 23 noviembre, 2024
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BORIS BERENZON GORN COLUMNAS BLOGS

«RIZANDO EL RIZO» Hollywood y la obsesión por la eterna juventud

 

La obsesión por la juventud que tiene la sociedad de consumo se nota, como en pocos sitios, en Hollywood. La industria del entretenimiento, encargada de transmitir los valores fundacionales del sistema que la sostiene, envía el recordatorio a las audiencias cada que le es posible. Se trata de un mensaje que va más allá de las premisas cinematográficas. Hollywood no olvida que forma es fondo, así que endiosa la juventud no sólo a través de sus personajes, sino también de la selección y el trato a sus actores.

Hay que reconocer, para empezar, que esta situación es distinta en hombres y mujeres. Parece que figuras como George Clooney o Brad Pitt sacan más provecho de su imagen ahora que cuando tenían veintitantos. Además de apoyarse en su trayectoria y su calidad actoral, ambos se muestran como íconos de belleza. A pesar de tener 59 y 55 años respectivamente, su vida como sex symbols parece ser eterna. En cambio, desde los 30 o 40 años, las mujeres no sólo dejan de ser consideradas atractivas para Hollywood, sino que incluso les empieza a resultar difícil seguir ejerciendo su trabajo.

Claro que esto no es casual: tiene un fondo que se transparenta con toda claridad. El sistema de consumo considera que los hombres son atractivos cuando pasan de los treinta no necesariamente por su físico, sino por su capacidad de ejercer el poder. Es decir que se fomenta la atracción de estas imágenes no sólo porque responden a un canon, sino porque son el reflejo de quienes pueden ejercer mayor poder económico, político y simbólico en la sociedad patriarcal. El caso de las mujeres es distinto. Pocas veces Hollywood ofrece representaciones de mujeres poderosas: prefiere quedarse con el estereotipo de la sumisión y la belleza encarnada en una doncella que deja de serlo tan pronto cumple veintitantos.

Lo cierto es que Hollywood no sólo se conforma con explotar la belleza: una vez que ésta se agota (de acuerdo con sus estándares), lo que sigue es explotar a los actores y actrices en su desesperado intento por permanecer dentro del canon —un intento que no se imponen ellos mismos, sino que es una decisión tomada a partir de los estándares que les pide la industria misma. Después de eso viene la búsqueda del elixir de la eterna juventud: las cirugías. Y, una vez llevadas a cabo éstas, lo que sigue es el escarnio en las revistas y programas de chismes, lo que también deja dinero.

Todo el mundo hace comentarios y se burla de las cirugías de Madonna, pero ¿han pensado qué sería de ella sin haber entrado tantas veces al quirófano? La mujer probablemente no podría seguir vendiendo su música. No pretendo hacer una apología de su producto, pero lo cierto es que éste no sería vendible si no viniera acompañado de una imagen de frescura y dinamismo. Así funciona el pop, que es una extensión de la industria hollywoodense. Es cierto: tiene 61 años y vende discos como una cantante de 17, pero esto no sería posible si luciera como una mujer de su edad. Todos sabemos que ya es una adulta mayor, pero todos le negamos el derecho de serlo. El mensaje que ella recibe es claro: seguirás siendo exitosa siempre y cuando te aferres a tu juventud. El mensaje para los demás es el mismo: no aceptes la vejez, escóndela, ocúltala, maquíllate, gástate cuanto dinero puedas en disfrazarla.

Lo mismo ha pasado con Uma Thurman, quien no tiene ni siquiera 50 años. Según la “prensa especializada”, la actriz empezó sus cirugías alrededor de los 44 años. ¿A quién le importa? ¿Por qué esto es de interés del público? ¿No deberían éstos ser temas privados? ¿No se trata acaso de decisiones que toma una persona en relación con su propio cuerpo, con su propia intimidad? Pues no para Hollywood. El tema de Thurman fue comentado ampliamente: las críticas le llovieron por estar modificando su rostro, por estar luchando contra el paso de los años. Pero la actriz no tenía otra opción: seguramente los papeles que le ofrecerían en adelante no serían ni siquiera acordes con su edad, sino de señora mayor (de abuela y similares). Los hombres de su edad, sin embargo —e incluso mayores—, no necesitan salvo un par de estiradas en su vida para seguir siendo considerados la cumbre de la belleza.

Pero Hollywood ya descubrió el elixir: la próxima cinta de Martin Scorsese mostrará a Robert de Niro y Al Pacino muy rejuvenecidos gracias a un efecto digital. La cinta, titulada The Irishman, será pionera en la utilización de estos efectos que, según De Niro, les darán veinte años más de carrera. ¿Empezará esta técnica a liberar tensiones relacionadas con la vejez o se trata de un artificio más para imponer la aspiración a la eterna juventud?

Manchamanteles

El pasado domingo 27 de octubre, en Cambridge, Inglaterra, murió de un paro cardíaco el activista Vladímir Konstantinovich Bukovsky. Bukovsky nació el 30 de diciembre de 1942 en la localidad rusa de Belebéi, que entonces formaba parte de la URSS. En 1963 fue arrestado por poseer literatura prohibida. En lugar de llevarlo a juicio, las autoridades soviéticas lo declararon enfermo mental y lo encerraron en un hospital psiquiátrico. Fue arrestado nuevamente en 1967 y enviado a un campo de trabajos forzados. Después de su liberación, Bukovsky hizo públicos los registros clínicos de seis disidentes como él. Las organizaciones psiquiátricas internacionales estudiaron los registros y descubrieron que el gobierno soviético creaba diagnósticos falsos para detener a sus opositores, quienes no mostraban síntomas de ninguna enfermedad mental. Después de otra temporada en prisión, en 1976 Bukovsky fue deportado de la URSS a cambio de un preso político de izquierda: Luis Corvalán, secretario general del Partido Comunista de Chile. Bukovsky se estableció en Cambridge, donde pasó el resto de su vida. Acaso su obra más conmovedora sea To Build a Castle: My Life as a Dissenter (1978). El novelista Vladímir Nabókov escribió sobre él: “El discurso heroico de Bukovsky ante el tribunal en defensa de la libertad y sus cinco años de martirio en una despreciable cárcel psiquiátrica serán recordados mucho después de que se pudran los torturadores a quienes desafió”.

Narciso el Obsceno

Narciso (o el narcisismo) es una posición imaginaria del yo muy muy grave, tanto que “Introducción al narcisismo” es el artículo que escribió Freud para comenzar a estudiar la psicosis. La condición imaginaria del narcisismo de ninguna manera quiere decir que sea una verdad de segunda. Narciso se alimenta de todas esas cosas hermosas que busca oír. Narciso se alimenta de decir: “yo soy el mejor, yo soy muy rico, yo soy muy guapo, yo ocupo en la sociedad un lugar importante, yo el narciso”. Pero Narciso suele olvidar algo: que la vejez llega siempre (a menos, claro, que antes ocurra la muerte). Ante la vejez, Narciso retrocede —asustado, degradado, sin charreteras—, porque la vejez es un atentado contra el narcisismo: el viejo es estigmatizado en todas partes, y Narciso cae de rodillas ante la verdad de la vejez.

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