jueves 21 noviembre, 2024
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COLUMNAS GILDA MELGAR

«DOLCE ÁLTER EGO» Chocolates al estilo japonés

 

Los japoneses cuentan con códigos de convivencia social particulares que siempre han llamado mi atención. Además de los saludos formales o de respeto a través de “reverencias”, también hacen uso de diversas y sutiles maneras de pedir “permiso”, solicitar un “favor”, dar las “gracias” o “disculparse”.

Algunas de esas costumbres tienen siglos de existencia y, aunque siguen practicándose, entre los jóvenes de hoy se llevan a cabo más como una obligación que por deseo.

Dar un regalo en Japón no es cualquier cosa. Todo obsequio—por sencillo que parezca- está cargado de simbolismo y tradición. Tanto, que hasta las envolturas (de papel, tela, cartón o madera) tienen un significado.

Y, si alguien recibe un obsequio sin razón aparente u ocasión especial alguna, está obligado a devolver el gesto lo más pronto posible. Esta regla es quizás una de las más importantes en la etiqueta social japonesa. Por ejemplo, los varones que reciben chocolates por San Valentín, en febrero, suelen entregar un pequeño regalo de vuelta el día 14 de marzo.

Por supuesto que, al igual que en Occidente, los japoneses se hacen regalos en las celebraciones de vida y muerte, como los nacimientos, aniversarios, bodas y los arreglos para funeral.

Sin embargo, los presentes que me fascinan, son los que al obsequiarse, “dicen más que mil palabras” o aquello que no es cómodo pronunciar en voz alta.

Durante las vacaciones de verano y en el ámbito laboral, cuando alguien va de viaje se ve obligado a ofrecer un presente a sus compañeros de oficina a su regreso en virtud de “las molestias” ocasionadas en su ausencia. Es una forma de decir “lo siento” o “gracias” por “haber hecho mi chamba”. En estos casos, el obsequio es casi siempre algo “consumible” y propio de la región visitada: dulces, licores, enlatados, cafés, frutas finas, etc. También para las vacaciones de Año Nuevo, suelen intercambiarse alimentos de regalo entre los compañeros para dar “gracias” por la oportunidad del empleo.

También hay obsequios que se dan en lenguaje cifrado. Este estilo lo aprendí en una ocasión en la que me sabía en falta con una persona no cercana pero sí asidua ante la cual tampoco deseaba disculparme. El punto era que, a raíz del mal entendido, entre nosotros había una energía enrarecida.

Una japonesa me recomendó ofrecerle algo “dulce” a la primera oportunidad y con algún pretexto pasajero.

Entonces, le compré chocolates de una marca emergente – ni muy muy, pero ni tan tan– que a ella “le encantaron”.

Después de eso, la mala vibra entre nosotras simplemente se esfumó.

Desde entonces hago uso de este recurso cuando lo creo necesario y me funciona. Eso sí, es condición obligatoria que el presente sea algo comestible y dulce, como los chocolates, ya que contienen sustancias que estimulan los centros del placer en el cerebro y eso significa que la persona tendrá un momento de felicidad gracias a nuestro gesto.

Mucho ojo, con este truco sólo sugiero “sanar” relaciones laborales, pasajeras u ocasionales que se han visto dañadas con intercambios negativos ligeros, como mal entendidos, feos modos sin violencia o simplemente, por un desaire o desatención de nuestra parte.

Estos obsequios en lenguaje cifrado también funcionan en positivo para agradecer, sin tener que decir pío. Pero no se vale regalar con agenda oculta, es decir, obsequiar con intenciones disfrazadas. De lo que se trata es de “cerrar un círculo” o “pagar deudas kármicas”, por así decirlo.

Hace unos días me vi en la necesidad de hacer un obsequio al estilo japonés a una persona que me apoyó por muchos años y a la que ya no veré más que esporádicamente.

Le regalé unos bombones de chocolate con diversos sabores y rellenos. Las coberturas eran de leche, semi amargas o amargas. Los rellenos, a base de licores, cremas suaves, frutos secos o compotas. El estuche, de factura impecable y con colores serios.

Mi mensaje cifrado: “Gracias por apoyarme en los momentos dulces, sosos y amargos de la tarea que nos juntó en una fracción de nuestras vidas”.

Así que, si desean mejorar la relación con alguien o decir gracias sin palabras, no duden en ofrecer su buena voluntad con una caja de bombones. Suerte.

 

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