La despenalización del aborto en el estado de Oaxaca representa un logro más en la lucha por los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres, además de tener un impacto simbólico trascendental al reconocer el derecho a una maternidad libre. Por un lado, se termina la penalización para abrir paso al derecho de elegir, y al mismo tiempo destapa el debate respecto a la corresponsabilidad de los hombres en la prevención del embarazo, la reproducción y la crianza.
En ese sentido el tema sigue generando controversia, y los discursos en contra de la despenalización, exponen juicios que –desde la lectura de quienes nos sumamos en la lucha a favor de esta medida– cierran los ojos ante ciertos aspectos en términos de violencia y discriminación de género hacia las mujeres.
Es el caso de las expresiones que parecieran olvidar que para que un embarazo ocurra, se requieren dos personas, no solamente de la mujer. Es así como se evidencia la postura que omite por completo la corresponsabilidad de los hombres en la prevención, misma que se extiende hasta la crianza de las hijas e hijos.
Por otro lado, dentro de las expresiones que descalifican a las mujeres que eligen abortar o postularse a favor de la despenalización, se omite un aspecto fundamental: las relaciones sexual-afectivas se ven condicionadas por ideologías y prácticas patriarcales y machistas, que mediante mecanismos de subordinación sutiles y otros más evidentes, condicionan las decisiones entorno a la relación sexual. De dichas expresiones poco se habla, pero aumentan de manera significativa las posibilidades de un embarazo no deseado: de acuerdo con información de la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (Ensanut) 2012, el condón es el método anticonceptivo más usado por las mujeres en la mayoría de los grupos de edad fértil, lo que sugiere que la decisión del uso o no uso del preservativo, involucra de manera sustancial a los varones.
Lo anterior en términos de prevención del embarazo, sexualidad informada y toma de decisiones; pero existe otro matiz a considerar que tiene que ver con el impacto social y económico de la crianza de las hijas e hijos, y sus efectos desiguales entre hombres y mujeres, factor fundamental en la decisión de la interrupción del embarazo.
De acuerdo al informe del Instituto Nacional de las Mujeres, publicado el 10 de mayo de 2018; la participación de las mujeres en el mercado de trabajo disminuye conforme aumenta su número de hijos: la mitad de las mujeres de 15 años y más (49.6%) que tienen de uno a dos hijas o hijos participa en el mercado de trabajo, mientras al tener de tres a cinco hijas e hijos disminuye a 41.4% y apenas 22.7% de quienes tienen 6 o más hijas o hijos, es económicamente activa.
El 40.9% de las mujeres de 25 a 49 años de edad que forman parte de hogares con hijas e hijos menores de tres años de edad desempeñan una actividad económica en el mercado laboral; cifra que es del 68.2% de las mujeres cuando éstas viven en hogares sin hijas o hijos. En el caso de los hombres, tales diferencias son mínimas (97.9% y 94.3%, respectivamente); lo que hace evidente que tener hijas e hijos disminuye la posibilidad de las mujeres de desempeñar una actividad económica, mientras que a los hombres esto no les afecta significativamente.
Además, el 80.6% de mujeres ocupadas con al menos un hijo carece de acceso a servicios de guardería (INMUJERES 2018), lo que disminuye sus posibilidades de desarrollo social, profesional y económico por falta de tiempo.
Estas cifras ponen a la luz la urgencia de la corresponsabilidad de los hombres desde la prevención del embarazo, hasta la crianza de las hijas e hijos, para erradicar el costo social tan desigual.
Como vemos, la maternidad libre suma a la vida, la salud y el desarrollo social de las mujeres, y ahí radica toda su importancia. Al mismo tiempo, esta medida abre espacio a la reflexión en torno a la urgencia de la coparticipación de los hombres en estos procesos.
Lo de Oaxaca y la Ciudad de México son grandes avances a favor de los derechos de las mujeres y sobretodo rutas importantísimas hacia la igualdad social, pero hay que reconocer que los derechos reproductivos todavía no se garantizan igual en el resto del país, donde predomina la criminalización de las mujeres que ejercen su derecho de elegir. Del mismo modo predominan los estereotipos de género que sostienen que la maternidad es una obligación, y la crianza una rol exclusivo de las mujeres.