En semanas pasadas se dio el difícil debate de la postulación de dos mujeres para ocupar las respectivas presidencias de las mesas directivas de las Cámaras Alta y Baja que conforman el Congreso de la Unión.
Hubo inclusive quejas ante órganos de justicia interna en un partido político, no tanto por el hecho de que llegara una mujer, sino por el procedimiento para que arribara a dicha encomienda, lo anterior en el Senado de la República. Por lo que corresponde a la Cámara de Diputados, la discusión fue en torno al partido que postulaba a una mujer, pues a decir de algunos, su fuerza política no era de tal magnitud para presidir la mesa.
Pero, aún y cuando en este periodo ordinario se cuenta con ambas cámaras representadas por dos legisladoras, los pendientes siguen ahí latentes, en plena manifestación de que aún nos falta mucho, recordándonos que no es suficiente, que apenas es un paso y que falta tanto por hacer.
Y eso es así porque, para iniciar, que las cámaras tengan al frente a mujeres, no fue una decisión de ellas, fueron acuerdos de los hombres que dirigen sus respectivas bancadas, y no faltará por ahí quien diga que eso no importa, que al final del camino ya están, y es entonces cuando se debe responder que no, y que no es suficiente, ya que la determinación fue de ellos, no en conjunto con ellas. Y no es un tema de mayorías, o de mayor razón. Finalmente, son prácticamente el 50 y 50, de hombres y mujeres.
Pero sucedió y eso ya es bueno. Es entonces que estamos obligadas a mirar a otros lados, para ver y revisar qué más pendientes tenemos: en las rectorías de las universidades, en órganos autónomos, en congresos locales, presidencias municipales, gubernaturas. Nuevamente nos damos cuenta que falta tanto por hacer.
Por lo que, debemos ponernos creativas para revisar que en los nombramientos y designaciones que vienen, en los tres niveles de gobierno, en los órganos autónomos locales y federales, en tribunales, consejos, instituciones educativas, en el sector salud y en las tareas más diversas y de toma de decisión de la administración pública se visibilice la presencia de mujeres.
Generar agendas mínimas de acompañamiento para que sea una realidad la ley de paridad en todo, crear observatorios de vigilancia federales y locales para que realmente suceda. Monitorear las acciones de los gobiernos federal, estatales y municipales, así como en las alcaldías de la CDMX para que la presencia de las mujeres sea real y no testimonial, que no sirva solo para las estadísticas de integración del género femenino.
Son tareas arduas, de señalar, indagar, vincular, pero si no se hacen, no pasará nada. Y todas y todos estamos convencidos de que debe suceder. Son políticas públicas que muestren la importancia de las mujeres en la vida pública y en la toma de decisiones, que permitan señalar las cosas que faltan para integrar a más mujeres.
Que cuando se decida quitar la imagen de una mujer en un billete, por ejemplo, sea por que ya se ha diseñado que aparezcan otras tantas mujeres en otros. Que, si hay exigencias pintadas de brillantina rosa mexicano, sea porque las autoridades están dando pronta respuesta. Que, si nos falta una, faltamos todas. Que el: ni una más sea tan sonoro, que no quepa duda de que la vamos a encontrar y con vida.
Que, si una alumna dice que la acosó un profesor en cualquier facultad, en la universidad que sea, todos y todas seamos capaces de no cuestionar y apoyar, para que eso no vuelva a suceder.
Espero que la determinación de las autoridades de procuración de justicia del Estado de Michoacán y las universitarias en la Facultad de Derecho de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, den un claro ejemplo de lo que debe hacerse en cualquier otro punto de nuestro país cuando una alumna o alumno denuncien acoso sexual por parte de sus maestros.
Falta tanto por hacer, que cada vez que avanzamos y levantamos la mirada, advertimos lo sinuoso del sendero que aún debemos recorrer.