La población estaba cerrada con odio y con piedras
José Revueltas
Primer acto. Se escucha entre el carraspeo de un viento seco un rumor de voces. Arena suelta apisonada a ritmo lento, cansado, casi a rastras. De entre el eco que produce la multitud apenas se escuchan frases articuladas de mujeres, hombre y uno que otro niño que ríe como si jugara en un parque cualquiera. De pronto, el ruido ensordece aquellas palabrerías, del ambiente austero surge un estruendo metálico que golpea, una y otra vez, contra las piedras. Intuyes que aquel colectivo de personas busca algo, una pista, una señal que les indique por dónde caminar, por dónde escarbar, el lugar exacto para atestar la pala y el pico. Casi al final de la pista sonora una mujer con timbre contundente anuncia: “aquí, por aquí hay una osamenta”.
Este primer acto se conforma de una obra sonora titulada Vis. Fuerza (in)necesaria_4 (V. F[i]n_4) de la artista mexicana Luz María Sánchez (1971, Guadalajara, México) que forma parte de un proyecto de largo aliento denominado “Vis. Fuerza (in)necesaria. El sonido del México post-nacional”, que explora, a través de diferentes obras, medios y procesos, los efectos y las repercusiones de múltiples violencias hacia la población civil, ocasionados por la narcoguerra y la guerra contra el narco en México entre 2006 y 2019.
La pieza sonora que nos ocupa aborda la desaparición forzada en nuestro país. Según datos de la propia artista, en 2019 la cifra asciende a más de 40,000 personas desaparecidas. Ante la ineficacia de las autoridades para dar certeza sobre su paradero y conducir procesos legales, la sociedad civil ha organizado de manera independiente la búsqueda de familiares y amigos.
Vis. Fuerza (in)necesaria_4 forma parte de un largo proceso de colaboración entre la artista y el colectivo Las Rastreadoras de El Fuerte, ubicado en Los Mochis, Sinaloa, con apoyo del Grupo de Investigación en Antropología Social y Forense (GIASF). La agrupación está conformada por familiares de los desaparecidos, sobre todo mujeres (madres, esposas, hermanas, hijas), y de manera frecuente realiza expediciones en las zonas aledañas a Los Mochis para buscar indicios de restos humanos o fosas clandestinas.
En esta obra no narrativa, Sánchez propone un espacio de silencio para la escucha mediante la fragmentación y superposición de los sonidos y registros documentales. “De estos vestigios aurales destacan el impulso de lo colectivo y lo cruento de la búsqueda en términos simbólicos y materiales. La fraternidad ante la tragedia acontece como el último refugio existente en la destrucción provocada por el terror y la narcomáquina, la maquinaria de muerte”. https://www.vis-fuerzainnecesaria.org/v-f-i-n-4
Segundo acto. Un niño de apodo Chaparro busca afanosamente esconderse, hacerse invisible es su principal juego. Desaparecer de un mudo al que fue relegado por sus padres que lo abandonaron con su abuela Librada, la matriarca autoritaria de un grupo de chamacos, todos primos, de futuro incierto en un poblado cualquiera. Un buen día, Chaparro decide escapar y buscar a sus progenitores, tras sus huellas solo queda el rumor de la tierra seca, sus pasos resuenan en la arenilla suelta que se levanta y nubla su propio destino.
Este es un acto narrativo, el de Toda la soledad del centro de la Tierra (Alfaguara) del poeta y escritor Luis Jorge Bonne (1977, Coahuila, México), novedad editorial en la edición 40 de FIL de Minería 2019. Un viacrucis a dos voces: la del Chaparro que intenta escapar del ocaso familiar que se avecina y el de la voz colectiva del mismo pueblo que agoniza, arrasado por la violencia y el narcotráfico.
El 18 de marzo de 2011, en el pueblo de Allende, Coahuila, un grupo de aproximadamente 60 sicarios del cártel de Los Zetas masacraron a los pobladores del rancho de Los Garza. La cifra oficial 42 personas asesinadas. La cifra de los lugareños cercanos al poblado más de 300 personas muertas o desapreciadas. La escritora Fernanda Melchor comenta que bien pudo ser este suceso el cimiento de la historia que cuenta Bonne en Toda la soledad del centro de la Tierra, su más reciente libro.
Chaparro en su andar cree escuchar las voces ahogadas en un pozo que lo devora todo, incluso a los habitantes del pueblo en el que solo quedan mujeres y niños. En la novela la gente va desapareciendo, el pueblo se va perdiendo en la oscuridad y en el recuerdo de lo que una vez estuvo allí, en esas ruinas, en las cenizas que devora el viento. “Venían, agarraban a unos y a otros, los trepaban y nadie los volvía a ver”, murmura el pueblo.
Luz María Sánchez, ha abordado la violencia de la guerra contra el narco en sus creaciones artísticas desde 2006. Luis Jorge Bonne, ya tenía el manuscrito de esta historia desde 2017, aproximadamente. Dos creadores que, a la distancia entre la concepción y la publicación de sus obras, abordan la misma problemática social desde sus trincheras, el arte sonoro y la narrativa.
Sin proponérselo, la pieza de Sánchez narra las jornadas diarias de mujeres y niños que rasgan la tierra en busca de un dejo de esperanza; la fosa clandestina que les permita reconocer la última morada impuesta a sus seres queridos. En la novela de Bonne, existe el hoyo, la leyenda de la que tanto hablaba la abuela Librada, el abismo al que se debe evitar, del que nunca se regresará, del que sólo se escuchan gritos ahogados pidiendo clemencia. Dos actos de una misma obra: el México captado por el narcotráfico y el crimen organizado.
