En medio de la polémica por los más de 5 mil millones de pesos del dinero público para financiar a los partidos políticos, a medio día del domingo los integrantes de la Comisión Nacional de Procesos Internos del PRI, reconocían –según nota de Claudia Guerrero publicada en el portal de Reforma– que la “elección” de su nueva dirigencia costaría 80 millones de pesos. Sí, 80 millones de pesos para conocer el resultado cantado desde hace meses: Alejandro Moreno, el famoso Alito, será el presidente del PRI. ¡Uff! Nos imaginamos perfectamente el “nerviosismo” de los contendientes de este proceso interno priista.
Escasa participación, carruseles, urnas embarazadas, las joyas de la prihistoria ¡en el proceso interno!
Las mismas prácticas del pasado que lo llevaron a la espectacular derrota en las elecciones del 2018, no han podido ser superadas por este partido político que se ha convertido en nada. ¿Alguien pensaba que podría pasar algo distinto tras la renuncia del doctor José Narro, no solo a la candidatura a la dirigencia, sino a la militancia de años aduciendo simulación para la elección de la dirigencia nacional? El problema no está en lo que ya no tiene remedio. El problema es que este tipo de simulaciones propias de la peor película de Viruta y Capulina tienen un alto costo para los ciudadanos. Sí, porque el financiamiento para los partidos políticos sale de los que pagamos impuestos. ¿Para este tipo de espectáculos tan patéticos son los miles de millones de pesos?
No se ofendan ni se espanten cuando el presidente les pide rebajarse al menos un 50 por ciento del financiamiento público. Porque con los actos como este, y pese a las críticas, el discurso presidencial toma fuerza. Y toma fuerza porque el dispendio que se ve en este tipo de elecciones internas partidistas, provoca malestar entre quienes se han visto afectados por la terrible y preocupante austeridad franciscana.
Tres días antes de la “elección” interna priista entrevisté a Ivonne Ortega, quien todavía creía – o hacía creer- que la elección no estaba resulta, que confiaba en que la militancia saldría fortalecida o se iría a la nada. Las acusaciones de quien era el más corrupto en los debates previos, ya avizoraba el patético resultado.
“O nos refundamos o nos refundimos” decía Ortega. Después del triste espectáculo del domingo ¿alguien puede pensar que el PRI tiene futuro? Es la oposición y es el país el que pierde. Perdemos todos. Y el costo, nada menos que 80 millones de pesos. Cómo si el horno estuviera para bollos.