La violencia tiene rostro de mujer y la desaparición de personas también.
El Panorama Estadístico de la Violencia contra Niñas, Niños y Adolescentes en México, del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), revela una clara tendencia a la feminización de las desapariciones, ya que seis de cada 10 casos de desapariciones de menores de edad, son mujeres.
Así, de las 34 mil 656 personas reportadas como desparecidas o extraviadas en el país hasta el 30 de noviembre de 2017, 5 mil 790 son niñas, niños o adolescentes de entre 1 y 17 años de edad, quienes desaparecieron en áreas densamente pobladas como la zona conurbada de la Ciudad de México (Estado de México y Morelos) y puntos fronterizos como Tijuana, Baja California y Reynosa, Tamaulipas; entre otros puntos de riesgo como Nuevo León, Sonora, Guerrero y Morelos.
Durante el estudio, la Unicef advirtió que los datos sobre violencia contra la niñez y adolescencia son escasos, están incompletos o se encuentran fragmentados entre las distintas instituciones encargadas de recogerlos. No obstante, los especialistas lograron hallazgos desoladores.
México ocupa el quinto lugar a nivel mundial en homicidios de niños, al sumar mil 400 muertes al año; es decir, diariamente son asesinados cuatro niñas, niños o adolescentes.
Son los adolescentes de 12 a 17 años -el 78 por ciento del total de las defunciones-el grupo de edad más vulnerable. Y la tendencia se ha incrementado en los últimos años, como consecuencia de la guerra por las plazas que se disputan las bandas del crimen organizado. Los estados del país con más homicidios infantiles son Sinaloa, Durango, Chihuahua, Tamaulipas y Guerrero.
Aunque los hogares tendrían que ser por naturaleza el refugio y la zona de seguridad de los infantes, la realidad es que se ha convertido en un lugar escondido para ejercer la violencia.
Existe una normalización de la violencia al interior de las familias para imponer disciplina, autoridad y orden. Seis de cada 10 niños, de 1 a 14 años, sufre de castigos corporales o violencia psicológica.
En el corto plazo, los menores violentados tienen problemas para sociabilizar, falta de atención y dificultades de aprendizaje. Pero si no reciben atención psicológica, las consecuencias son más profundas y en la vida adulta tendrán episodios de angustia, miedo y ansiedad, entre otros trastornos.
Además, es muy alta la probabilidad de que repitan los esquemas de violencia que sufrieron en la infancia, contra sus propios hijos.
Respecto a las agresiones intencionadas, sólo en 2016 fueron atendidos 20 mil casos en el sector salud. En el 70 por ciento de estas agresiones, los autores materiales estaban identificados; sin embargo, en menos del cuatro por ciento de los casos se dio aviso a las autoridades responsables de atención a la infancia.
El Panorama Estadístico de la Violencia contra Niñas, Niños y Adolescentes en México de la Unicef es apenas una primera aproximación a la situación de la infancia en nuestro país. El diagnóstico es aterrador, doloroso.
Urge mirar los problemas con perspectiva de infancia, género y de derechos humanos. Ir más allá de visiones fragmentadas y reacciones repentinas. El futuro de este país merece programas de prevención de la violencia, mecanismos de ayuda y de denuncia.