En mayo, el Senado de la República aprobó por unanimidad las reformas por las cuales se busca elevar a rango constitucional la paridad de género en cargos públicos de los tres órdenes de gobierno. En ellas se establece la obligatoriedad de observar el principio de paridad en las personas titulares de las secretarías de despacho del Poder Ejecutivo Federal y sus equivalentes en las entidades federativas, así como en los organismos autónomos, y en la postulación de las candidaturas de los partidos políticos.
Asimismo, de acuerdo con los boletines de prensa de Inmujeres, era de celebrar que “tras siglos de que las mujeres no han sido nombradas ni visibilizadas, la actual reforma constitucional que toma la paridad como principio, representa también un avance en relación con el uso del lenguaje incluyente al remplazar el término ciudadano por ciudadanía, senadores por senadurías o candidatos por “candidaturas”.
Pero la realidad demostrada en estas últimas semanas es otra. Los senadores Miguel Mancera, Dante Delgado y Miguel Osorio Chong, del bloque de oposición, proponen que una mujer sea la siguiente titular de la Mesa Directiva del Senado, como una medida que refuerce el lema de la Legislatura de la Paridad de Género.
Sin embargo, el actual presidente de esa cámara, Martí Batres, reviró porque tiene intención de reelegirse. Planteó que no se debe usar el tema de género para vetar a una persona y que si va a aplicar rotación de género debería ser una medida general, que también se aplique en la Junta de Coordinación Política (Jucopo) y en la coordinación del grupo parlamentario de Morena, ambas dirigidas por Ricardo Monreal.
Si lo anterior no fuese suficiente, existen senadoras que se han manifestado en contra de la propuesta de que presida una mujer. Incluso ha trascendido, de acuerdo con una columna publicada por Ivonne Melgar en este portal, que las panistas Xóchitl Gálvez y Kenia López Rabadán demandaron que si la alternancia de género no era para una legisladora de su partido, preferían apoyar la reelección de Batres.
Por lo visto, no se equivocó la diputada por MC, Ruth Reyes, cuando en tribuna, al aprobarse inscribir “LXIV Legislatura de la paridad de género” en papelería oficial de San Lázaro, invitó a reflexionar si la representación femenina es tácita, tangible, y no meramente simbólica.
“La LXIV Legislatura de la Paridad de Género debe pasar de un buen discurso, de un buen texto y de una buena línea escrita en una papelería, en los medios que se presente, para volverse real”, mencionó.
Pues, al parecer, sólo fue un membrete más. Porque si bien es cierto lo que alega Martí Batres, que la paridad no debe ser un instrumento de “grillas”, cuestionable es que él en su calidad de presidente del Senado sólo reclame los espacios para mujeres en otras áreas a manera de defensa personal, sin que en su gestión haya exigido lo mismo.
Pero el tema de las senadoras es todavía más deprimente pues, al menos al momento de escribir estas líneas, no se escucha la voz contundente de las legisladoras que se han definido e identificado desde siempre con la lucha feminista.
Se pierden las voces de feministas como Malú Mícher en definiciones de tecnicismos de si es alternancia o paridad de género. Y otras callan. Silencios que no se comprenden. O solo se entienden a la luz de que no es lo mismo el feminismo como agenda, aunque incomode, aunque no abone a beneficios personales, al feminismo como slogan electoral o político.
Porque no es lo mismo hacer foros sobre masculinidad tóxica a luchar contra ella desde nuestras propias construcciones sociales y luchas personales. En ese tenor, aun falta mucho camino por recorrer. Por lo visto, es más fácil cambiar las leyes que cambiar a los que las redactan.
Al Fondo del Arcón
El día de ayer, surgió una campaña en redes sociales, #EsTiempoDeMujeres. A través de un clip, se enunciaban diferentes datos referentes a la paridad en las esferas del poder, especialmente el político. La campaña fue replicada en portales feministas, de la Consejera Electoral Claudia Zavala y la diputada Federal Martha Tagle, entre otras. En ella se hace un llamado y convoca a que todas las diputadas y senadoras sin importar su grupo parlamentario, se sumen a esa expresión, para exigir que la mesa directiva de ambas cámaras sea presidida por mujeres. Somos parte del Congreso y merecemos estar ahí.