A él le gusta el fado, esa música lánguida y sensual que brota del alma portuguesa. A mí me encanta explorar cocinas de todo el mundo para disfrutar nuevos sabores. También, así como a todos los de mi banda, nos gusta el vino.
Tres placeres que se conjugaron de forma espléndida en una noche de celebración, gracias a Casa Portuguesa, el restaurante donde la chef María Da Silva ofrece un menú de recorrido culinario por las distintas regiones de Portugal, desde hace ya 20 años.
Ubicado en una esquina privilegiada de la Ciudad de México, frente al Parque Lincoln de Polanco, Casa Portuguesa es un lugar único por su arquitectura, ambiente y destacado menú. Con una fachada de amplios ventanales de madera, decoración a base de mosaicos, platos y figuras de porcelana –de la icónica marca Vista Alegre–, y un magnífico servicio, comer ahí resulta una experiencia sensorial “casi perfecta”, como bien concluyó el festejado.
Nuestra visita tuvo lugar un sábado en la noche, horario en el que los comensales pueden disfrutar de un recital de fado en la terraza superior con una vista espectacular hacia el parque.
Aunque sabíamos que la especialidad de Casa Portuguesa es el bacalao (preparado en muy diversas formas), descubrimos una carta tan variada que nos resultó difícil elegir un solo plato principal. Para probar un poquito de todo, pedimos algunas de sus entradas: “Sardinas asadas” de Lisboa, “Tortilla de bacalao”, “Pulpo a la portuguesa” y “Camarones piri-piri”. Coincidimos en que el pulpo fue lo mejor.
Justo cuando nos sirvieron nuestras copas de Vinho Verde (ligeramente espumante y con Denominación de Origen portuguesa), comenzó la presentación de fado.
El trío –conformado por una vocalista y los ejecutantes de guitarra portuguesa y guitarra española– nos dio la bienvenida con “Loucura”, una canción que, de acuerdo con el festejado y experto, es conocida por la interpretación de Mariza, fadista como pocas.
Feliz y relajada por el efecto de las burbujas del vino “Casal García”, me concentré en la elección de mi plato principal. De entre las distintas cocciones de bacalao, me hicieron agua la boca, tres: “Da tía María”, preparado a las brasas con pimientos asados; “Con natas”, en lascas con natas y queso gratinado, y el “Silvestre”, sellado con alcachofas, espárragos, hongos, palmitos y tomates deshidratados.
Sin embargo, me decidí por otro de los platos favoritos de la carta, el “Arroz Preto”, una mezcla de mariscos y arroz en tinta de calamar. Resultó perfecto para seguir disfrutando del vino.
De las opciones de carne, destacan la “Feijoada a la portuguesa”, plato de entrecot, chamorro, tocino ahumado y chorizo, el platillo más icónico de la ciudad de Porto; la “Francesinha”, un sándwich con tocino, entrecot, gratinado y bañado en oporto, así como el “Lechón al horno” servido con papas y ensalada.
Pero tanto mis acompañantes, como yo, preferimos los pescados como la “Caldeirada a marihneira”, o sea, un caldo de mariscos con un toque de chile piri-piri y la “Sopa de Jaiba” al Pernod.
Dado que entre todos nos dimos a probar de nuestros guisos, quedé convidada a volver por la magnífica “Sopa verdhe” –otro must de la casa– y algo así como la sopa nacional de Portugal. Se trata de un caldo espeso a base de papa, col rizada en juliana y gruesos trozos de chorizo ahumado.
El trío fadista seguía tocando al ritmo de “Ó gente da minha terra” y nosotros, que ya íbamos por la tercera o cuarta copa con el corazón contento por tantas delicias, nos reprendimos por no haber ido antes.
Tras una visita al tocador, me dediqué a observar el lugar. Al bajar las escaleras, una pared completamente tapizada con platos de porcelana de blanco níveo se impone como la impronta del lugar, donde lo bello no es lo que más brilla, sino lo que está hecho con los mejores materiales. En este caso, la porcelana portuguesa. Del otro lado del salón observo también dos hermosos y destellantes jarrones de cristal, muy probablemente de Alcobaca.
Casi al cierre del espectáculo, nuestro mesero, siempre atento, se acercó con la charola de postres: “Frutos rojos al oporto”, “Creme brulee a la canela”, “Pastel de Belem” y “Hojaldre de manzana con helado de vainilla”. Pedimos tres para compartir. El festejado cerró su noche casi perfecta con un “Carajillo de la casa” elaborado con Beirao, un licor de trece hierbas muy aromático y especiado.
Ahora, cada vez que nos invada una saudade, cualquier melancolía o tristeza de la vida, sabremos a dónde acudir para reconciliarnos con el gozo, a través de la música y el buen comer.
Sin duda, el local de María Da Silva -la chef descendiente de Luso- ofrece una experiencia integral y una atmósfera bien lograda sobre lo mejor de la cultura portuguesa.
Simplemente imperdible y, desde hoy, uno de nuestros favoritos.
Casa Portuguesa
Av. Emilio Castelar No. 111
Col Polanco, CDMX