La economía mundial tiende a enrarecerse en el corto o mediano plazo, ya sea porque el Cambio Climático encarecerá los comestibles -escasos de por sí- o bien por la explosión demográfica, o quizá por el regreso del proteccionismo, encarnado en fenómenos recientes como Trump, el Brexit, la 4T en México, o Bolsonaro en Brasil.
La guerra comercial entre USA y China es tan sólo un ejemplo de esas tensiones. Si bien ese enfrentamiento ha sido desatado por el actual presidente americano, lo cierto es que responde al fin de un ciclo macroeconómico: el neoliberal.
En otras palabras, aún cuando Trump perdiese la reelección, Estados Unidos deberá enfrentar tarde o temprano sus desequilibrios comerciales con el gigante asiático. Por dar tan sólo un dato, cabe recordar que el gigante comunista es dueño de la deuda norteamericana. Es decir, es el principal acreedor de nuestro vecino del Norte, pues ha adquirido la mayor parte de los bonos de deuda emitidos por éste. O sea, China tiene agarrados de salva sea la parte, a los gringos.
Esa fragilidad de los equilibrios también se refleja en el enfrentamiento entre Rusia y Europa, teniendo como moneda de cambio el gas que Putin les provee cada invierno, sin el cual millones de europeos morirían congelados (Europa occidental prácticamente no produce gas). El trasfondo es comercial y de dominación política; un juego de vencidas propiciado por los afanes expansionistas rusos.
El caso es que todo lo anterior significa que en breve enfrentaremos la posibilidad de inestabilidad mundial. De hecho hay quien supone que los enemigos de Trump le podrían detonar una crisis bursátil, política o económica durante el año electoral (2020) para descarrilar su reelección.
El reflejo de todo esto en la economía mexicana pudiera ser una devaluación de la moneda, inflación, carestía de insumos, desempleo o un crack en la bolsa. No es el único escenario posible -siempre hay que ser optimistas- pero es probable.
Por ejemplo: si no se logra eliminar el huachicoleo o si la recaudación fiscal no se incrementa, las finanzas del gobierno tenderán a deteriorarse pues ambas circunstancias le impiden a la Federación captar más recursos. Si además sólo se reparte dinero a los pobres mediante los nuevos programas sociales, pero no se genera riqueza -aún cuando el mercado interno crezca gracias a esas dádivas- las finanzas públicas también lo resentirán.
El caso es que ante ese escenario, al ciudadano de a pie le quedan pocas alternativas pero súmamente eficaces y necesarias: ahorrar dinero (en la proporción que se pueda), eliminar gastos innecesarios, abstenerse de emprender negocios o inversiones inciertas, diversificar sus riesgos de inversión, es decir, no poner todos los huevos en una sola canasta, sino apostar por abrir una cuenta a plazo fijo, otra parte invertirla en un fondo de inversión o abrir una cuenta en dólares. Lo importante no son los montos sino el hecho de diversificar el riesgo.
También se pueden adelantar pagos que signifiquen ahorros. Así por ejemplo, si pagas anticipadamente la colegiatura de tus hijos o diversos servicios (como la mensualidad de tu gimnasio ó el mantenimiento del condominio donde vives), puedes recibir rebajas que, sumadas, podrían representar un 8 o 10 por ciento de tu gasto anual y destinarlo al ahorro. De no hacer este tipo de acciones, la inflación pudiera llevarse tus ahorros a dañar el poder adquisitivo de tu dinero.
Raúl Rodríguez Rodríguez.
Analista y escritor
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