Sin duda celebrar a la mujer que nos dotó del amor y las herramientas necesarias para hacerle frente a la vida, es un motivo dignísimo.
Sin embargo, el origen de esa festividad puede resultar tan contradictorio como desconocido. La iniciativa de celebración surgió en 1922 a través de una convocatoria que lanzó el periódico Excélsior; con el objetivo de neutralizar las demandas que hicieron las mujeres feministas de los años veinte. Mujeres que ya se organizaban para exigir la participación pública y política de las mujeres: el derecho al voto y la igualdad laboral frente a los hombres; además de demandar la necesidad de que hombres y mujeres recibieran educación sexual.
En otras palabras, la convocatoria para inaugurar el festejo, tuvo el efecto de contrapeso para la lucha de las mujeres que se organizaban para reivindicar su derecho a realizar actividades fuera del ámbito del hogar y el derecho a una maternidad libre.
Ahora que sabemos el origen del día oficial de las Madres, podríamos cuestionar entre otras cosas, la forma en que, convenientemente, el mercado capitalista se ha apropiado del motivo. Tan sólo este 10 de mayo entre comidas y cenas en restaurantes, ropa de moda, arreglos de flores e infinidad de artículos para el hogar, se espera una derrama económica de 44,078 millones de pesos en negocios formalmente establecidos; de acuerdo con la Confederación de Cámaras Nacionales de Comercio, Servicios y Turismo.
En este sentido ¿Cuál sería el regalo ideal para resignificar la celebración a la mujer más importante de nuestras vidas?
Propongo cinco obsequios que podrían dignificar a la mujer que nos ha sostenido y formado para la vida, mismos que todos y todas, incluyendo al Estado, podríamos brindar con auténtica generosidad:
Primero. Una maternidad libre y voluntaria. Que el Estado procure el marco legal que proteja sus derechos reproductivos, para que puedan hacer uso de su capacidad de procreación de una manera totalmente libre, alejada de leyes basadas en prejuicios morales que le condicionan además de la vida, su salud reproductiva. La maternidad no debe ser una obligación social ni moral, que ellas decidan cuándo y cuántos.
Segundo. Erradicación de la violencia obstétrica. Que el Estado facilite el acceso a los servicios de salud sin discriminación, un trato respetuoso, y la procuración de sus derechos humanos durante el proceso de embarazo y parto.
Tercero. La co-participación de los hombres en el cuidado de los hijos. Es momento –y por fortuna está sucediendo cada vez más– de que ellas no sean las únicas que dediquen su tiempo para involucrarse en la educación y cuidado de los hijos.
Cuarto. Redes familiares de apoyo. La maternidad no es fácil, basta de juzgarlas y abandonarlas precisamente en el momento en que sus vidas, sus cuerpos y sus condiciones sociales son más adversas: es necesario acompañarlas y sumarse al nuevo reto que enfrentan. Sus redes sociales y familiares pueden ser la diferencia entre sufrir la maternidad como la limitante de sus vidas, o vivirla con plenitud como el factor que potencialice su felicidad.
Quinto. Dignificación de las tareas del hogar. Mantener la casa en orden y limpia, así como la administración del hogar: no son asuntos exclusivos de las mujeres, modificar esto, se logrará únicamente mediante la colaboración de todos los miembros de la familia. Además, es necesario reconocer la importancia de ese trabajo no remunerado, en la economía del país.
Después de todo, quizá el derroche económico que se estima para este año no sea precisamente lo que las Madres mexicanas necesitan. Quizá ellas lleven más de noventa años esperando una verdadera muestra de amor, solidaridad y justicia.