En Jalisco son 948 mujeres, las que con historias similares de violencia, corren el riesgo de morir, y por lo que han acudido desesperadas ante las autoridades por protección para ellas y sus hijos ante la violencia intrafamiliar que sufren.
Alexandra Castellanos, modelo y activista en pro de los derechos de la mujer y madre de dos hijos, no conocía a Vanesa Guzmán, quien tenía un pequeño; sin embargo, ambas buscaron al mismo tiempo el apoyo de las autoridades ante las amenazas de sus parejas: hoy ambas están muertas, de nada les sirvieron las órdenes de protección giradas para salvaguardar su integridad.
Primero Alexandra fue asesinada por Alberto Cárdenas, su expareja y exfuncionario de la Fiscalía General de Jalisco. Y el pasado 24 de abril, Vanesa, al dirigirse a su trabajo, fue atropellada y apuñalada por su aún esposo Irving Emmanuel, a las puertas de Casa Jalisco y a la vista de policías estatales, sin importar que contaba desde hacía un año con una orden de protección.
En las cámaras de seguridad quedaron grabadas las imágenes del coche embistiendo a Vanesa y al policía (quien resultó con la pierna fracturada). El agresor aún se da tiempo de bajarse del vehículo y herir a la mujer con un cuchillo en la cara y el cuello hasta arrebatarle el aliento. Un policía dispara contra el sujeto e intenta inútilmente ayudar a la fémina.
Estos dos casos evidencian que las estrategias de gobierno no funcionan. Hasta vergonzoso resulta que al momento del asesinato, tanto el gobernador Enrique Alfaro Ramírez como el fiscal general, Gerardo Octavio Solís, estaban en una junta de Seguridad al interior de Casa Jalisco. Incluso fue un escolta del fiscal quien disparó en contra del agresor, intentando salvar a la mujer. Así de cruda es la realidad, las jaliscienses están muriendo a manos de quienes alguna vez juraron amarlas, sin que la autoridad pueda llegar a tiempo para salvarlas.
El fiscal, unas horas más tarde, apesadumbrado por lo sucedido, explicó que para eso se propone el uso de los brazaletes de seguridad tanto para las mujeres víctimas de violencia y los agresores. Así, con un radar satelital se medirían distancias entre víctimas y victimarios, y sería posible que la policía logre llegar a tiempo y salvarlas.
Alexandra y Vanesa murieron con la protección solo en papel. Ahora sus hijos sufren de orfandad. Sus casos engordan las cifras de feminicidios en la entidad. En el caso de Alberto Cárdenas, es juzgado por el homicidio de Alexandra e intenta con argucias legales recobrar su libertad. Y por su parte, Irving Emmanuel, será sepultado en breve, pues murió por los impactos de bala propinados por el escolta del fiscal jalisciense. La pericia del agente, ni la orden de protección, fueron suficientes para salvarle la vida en una entidad que cuenta con Alerta por Violencia de Género.
Las autoridades, igual que cuando murió Alexandra, se comprometen a que el caso ayudará a que no vuelva a suceder violencia igual en otro hogar, pero lo cierto es que se ha vuelto imparable.
Las omisiones de funcionarios en las oficinas de gobierno, la lentitud de los casos, la ferocidad del odio, las víctimas inocentes que quedan en orfandad, la justicia que no llega a tiempo y el olor a sangre le gana al aroma natural que debiera irradiar la mujer.
Vergonzosamente, ese que al momento de colocar un anillo juró amor eterno, termina siendo el verdugo que trae la muerte, que termina por separarlos para siempre.