Cada año se escucha la frase de ¡Zapata Vive!, cada 10 de abril se recuerda en casi todas la ciudades del país, los gobiernos locales, municipales y estatales realizan actos donde con motivo de la conmemoración del aniversario luctuoso del Caudillo del Sur, rememoran sus ideales de la lucha campesina.
Justamente en el año del centenario de su muerte los discursos versarán sobre la lucha de los campesinos, ejidatarios, sobre el derecho a trabajar la tierra y se actualizarán nuevamente algunas promesas de las muchas que son deudas pendientes con aquellas personas que se dedican a arar la tierra.
La frase ¡Zapata Vive! encierra la esperanza de que los postulados del revolucionario se renuevan a cada momento: la tierra es de quien la trabaja, la explotación del campesino, libertad, justicia y ley, el bienestar social, contra el monopolio de la posesión de la tierra, partidario de principios más allá de los hombres en el poder, siempre en contra de la pobreza, sin embargo en nuestro país, actualmente aquellos que se han dedicado a la labrar la tierra siguen siendo los más pobres.
Decir que ¡Zapata Vive!, significaría mantener actualizados los postulados revolucionarios a favor de quienes producen, lamentablemente los bajos precios a los que se ven obligados a ofertar no han permitido en estos 100 años que la justicia social llegue a ellos.
Los campesinos en la revolución mexicana tomaron las armas para defender lo que a la postre resultó en la Reforma Agraria: la posibilidad de que se les entregaran las tierras que trabajaban, naciendo así el ejido, con ello se permitió restituir la tierra dejando atrás los latifundios y grandes hacendados; la distribución equitativa de la tierra, en forma de dotación de la misma; la tenencia de la tierra para trabajarla; la propiedad comunal, especialmente en comunidades indígenas. Todo esto fue parte del programa en materia agraria que se estableció en la Constitución de 1917.
Actualmente la autonomía ejidal ha permitido que distintas comunidades vía judicial han determinado ejercer sus recursos económicos, administrarse, organizarse en su forma de gobierno y sus autoridades.
Evidentemente eso no logra la justicia social que por años han buscado quienes integran estas comunidades, sin embargo la autonomía los dota de mayor fuerza para tomar las mejores decisiones en su beneficio.
El ejido es una potente institución donde existe democracia, pues es en las Asambleas Ejidales donde bajo determinados mecanismo, muchas veces adoptados por usos y costumbres, se toman decisiones. Existen representantes y órganos de gobierno internos, la cual recae principalmente en el Comisariado Ejidal y dicha asamblea cuenta con una mesa directiva, lo que permite que las determinaciones sean colegiadas.
La rendición de cuentas y los informes, son parte de las obligaciones de los representantes, además de que ante el incumplimiento de sus actividades o en excesos de poder mediante la propia asamblea pueden ser destituidos, lo que provoca que la democracia interna impere.
Pero retomando los postulados revolucionarios del Caudillo del Sur, el campo mexicano necesita una reactivación integral y multidisciplinaria, desgraciadamente han sido solo discursos. En este nuevo gobierno se ofreció desde campaña electoral el rescate al campo mediante un programa denominado Sembrando Vida, que pretende reactivar la actividad productiva del campo.
El abandono de varias décadas al campo y a sus productores no podrá ser abatido de un día para otro, pero si la intención es mejorar las condiciones de quienes viven de lo que produce la tierra, si funciona y se realiza combatiendo la corrupción con se prometió, quizá entonces la frase ¡Zapata Vive!, tome sentido.