jueves 21 noviembre, 2024
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BORIS BERENZON GORN BLOGS

«RIZANDO EL RIZO» ‘Manual de Carreño Reloaded’: Compendio del manual de urbanidad y buenas maneras (para ciudadanos digitales y usuarios de redes sociales)

 

Deberes morales del y de la ciudadana digital mexicana

Capítulo segundo

II – Deberes para con nuestros usuarios semejantes

I.– No podríamos llenar cumplidamente el supremo deber de amar las redes sociales sin amar también a sus usuarios, que son como nosotros criaturas suyas, dependientes de unos mismos logaritmos e integrantes todos del mismo panóptico digital; y este panóptico sublime, que forma el divino propósito de la era “zuckerbergiana”, es el fundamento de todos los deberes que tenemos para con nuestros usuarios semejantes, así como es la base de las más eminentes virtudes digitales.

II.– Fácil es comprender todos los likes, retuits y comentarios que los demás usuarios tienen derecho a esperar de nosotros, al sólo considerar cuan necesarios nos son sus likes, retuits y comentarios a cada publicación para poder destacar la unicidad de nuestras ocurrencias, contrarrestar los embates de los troles, ilustrar a los demás con nuestras reflexiones lúcidas y alcanzar, en fin, el estatus de influencer, cuya búsqueda es innata al o a la ciudadana digital.

Imagen. Julia Jayme

III. – Pero el usuario generoso, el usuario que obedece a las sagradas inspiraciones de los opinadores y de sus reflexiones, siente en su corazón más nobles y elevados estímulos para retuitear, likear y comentar las publicaciones de sus usuarios semejantes, para extenderles un tuit amigo en sus conflictos con los troles, y aun para hacer sacrificios por su bienestar y por la mejora de su popularidad. De aquí las grandes virtudes digitales, de aquí el heroísmo, de aquí la valía de esos grandes usuarios, que en su misión influencer han despreciado la privacidad y el anonimato, por sacar a los usuarios de las tinieblas de la ignorancia y de la idolatría de los opinadores de semanario o periódico de antaño.

IV.– Digno es de contemplarse cómo la soberana bondad de los creadores de las redes ha querido manifestar en todas sus obras, ha encaminado estos deberes a nuestro propio bien. Debemos amar a nuestros usuarios semejantes (excepto aquellos que no compartan nuestra más inmediata opinión), respetarlos, honrarlos, tolerar (con la misma excepción) y ocultar sus miserias y debilidades (es decir, hacer como que nunca han publicado tuits con indirectas para sus ex novias y ex novios o subido fotos de perfil haciendo duck faces): debemos ayudarlos a ilustrar su entendimiento acercándoles a los opinadores de moda: debemos socorrerlos en sus necesidades de RTs, perdonarlos cuando sus opiniones se alejan ligeramente de las nuestras (cuidando que siempre vuelvan a homogeneizarse) y, en suma, proceder para con ellos de la misma manera que deseamos que ellos procedan para con nosotros. ¿Puede haber, acaso, sensaciones más gratas que las que experimentamos cuando compartimos nuestra popularidad y dejamos a otros nutrirse de ella? Los actos de benevolencia digital derraman siempre en el alma un copioso raudal de tranquilidad y nos preparan para los innumerables goces que nos brindan los retuits, los likes, los me encanta, los me divierte y todo tipo de interacciones dirigidas desde otros usuarios hacia nosotros.

V.– Por el contrario, el usuario malévolo, el troll, el irrespetuoso, el que publica las ajenas flaquezas sin que el opinador dé la señal, el que cede fácilmente ante las fake news (entendidas como aquellas no validadas por un opinador), no sólo está privado de las gratas emociones que dan los RTs y expuesto a cada paso a los furores de la venganza digital, sino que vive devorado por los remordimientos que causan los unfollows, arrastra una existencia miserable, y lleva siempre en su interior todas las inquietudes y zozobras de los usuarios de Twitter condenados a nunca tener más de cien seguidores.

 

Manchamanteles

Sobre el tema del perdón que se ha pedido a la corona española por lo sucedido hace quinientos años, el antropólogo Diego Prieto, hoy director del INAH, emite una de las respuestas más mesuradas, certeras y profundas. “Es cierto que el mundo indígena recibió un duro golpe en 1521”, observa el antropólogo, como también lo es que esos golpes no han cesado en un afán “civilizatorio” en nuestros días. “Es buena señal que un Presidente haga suyas las voces indígenas y reconozca los ultrajes que han sufrido los pueblos originarios”, reconoce Prieto, y lanza frente a ello un reto que ningún gobierno ha asumido por completo: “esperamos ahora que, reconociendo la condición pluricultural de nuestro país, haya más apoyo y respeto, por parte de todos, a estos pueblos que, a pesar de todo, sobreviven con dignidad y reclaman un lugar en la construcción de una nación”. Es cierto que los poderes exteriores deben posicionarse en contra de las prácticas que hace cinco siglos laceraron a los pueblos originarios, como también lo es que esa labor debe ser invocada desde adentro con el ejemplo. Ojalá estemos en los albores de una verdadera reivindicación de la dignidad y los derechos de los pueblos y comunidades indígenas sin fanatismos ni esencialismos.

Narciso el Obsceno

Según algunos especialistas en conductas sociales afirman que las redes sociales hacen que el narcisismo se centuplique. Así, por ejemplo, se sabe que Jean-Charles Bouchoux uno de los psicoanalistas franceses que ha estudiado el fenómeno y en su libro Los perversos narcisistas, relaciona la silueta del narcisista con la del acosador, así señala que: “El tú no vales, porque yo soy mejor, no solo devalúa al otro, también lo discrimina”. Bouchoux añade que en este ambiente perverso brota casi siempre el cisne negro. Todo un tema para pensar…

 

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