sábado 09 noviembre, 2024
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«CEREBRO 40» El muro de las acusaciones

 

Preparatoria No. 6, Antonio Caso, 20:00 horas, barullo fuera de las instalaciones, estudiantes arremolinados frente al muro junto a la entrada, como lo que me sobra en la vida es curiosidad, ahí voy a ver qué pasa.

Cientos de carteles con tremendas acusaciones contra profesores y alumnos por acoso sexual, estudiantes escribiendo con plumones sus historias en los rotafolios y sumando rayitas a las encuestas de quien había sido acosado por tal o cual profesor o profesora.

Cientos de historias que leí con mucha atención, fotos impresas del profesor más mencionado, el que da Lengua Española a los alumnos de 4to grado, por cierto ya se lo habían llevado detenido en la mañana.

Muchas historias me recordaron mi vida como estudiante -el profesor tal nos ofreció subirnos dos puntos si veníamos en falda al examen-. Ni siquiera se me hubiera ocurrido en mis tiempos platicarle eso a mis papás, mucho menos a la Madre Superiora, nos habría dicho que nosotras somos las culpables por andar de provocadoras, incitando al mal a los pobres hombres que lo único que querían era compartir su conocimiento.

Seguían las acusaciones, algunas de verdad alarmantes:

-El profesor nos dijo que no desperdiciáramos nuestros cuerpos con chavitos de nuestra edad, que mejor nos estrenáramos con él.

El profesor me dijo que había soñado conmigo y que después me contaba que

El profesor me dijo que le recuerdo a su primer amor.

Señalamientos terribles contra la Institución acusándola de encubrir acosadores.

Cuando yo estaba en secundaria, el profesor de educación física diseñó el uniforme, era una falda muy corta abierta de los dos lados y unos “leggings” chiquitos abajo, la clase se trataba básicamente de dar maromas y permanecer en muchas ocasiones paradas de manos o bien hacer estiramientos que implicaban abrir las piernas acostadas boca arriba. Un día el profesor ya no regresó, se murmuraba que lo habían metido a la cárcel por violar a una estudiante de una escuela pública en donde también daba clases, no supimos más del tema ni tampoco preguntamos -preguntar en esos tiempos era casi tan grave como estar relacionada con cualquier crimen-.

Todas sabíamos quiénes eran las consentidas de los profesores o qué teníamos que hacer para que nos fuera bien en la materia, sabíamos de sobra que algunos, no todos, se daban gusto pasándonos al pizarrón o exigiéndonos que pasáramos toda la clase de pie viendo a la pared.

¿Qué tan lejos habrán quedado esos tiempos en realidad? Me asusta que en las preparatorias de la UNAM se susciten esas acusaciones, no quiero imaginar qué pasa en los colegios que siguen rigiéndose por la más estricta y conservadora estructura.

Claro que también escuchaba a algunos de los estudiantes opinar cosas que también son ciertas:

Ya no le puedes decir a una compañera que está bonita o guapa, porque la estás acosando.

Ayer mi compañera y directora Paty Betaza escribía sobre el tema, ahora resulta que hasta los emoticones enviando besos ya pueden ser malinterpretados y en eso también estoy de acuerdo.

Si bien me tocaron profesores abusivos y morbosos, protegidos por la impunidad de la época, también es cierto que las mujeres como en todas las especies desarrollamos ciertas mañas, unas más que otras por supuesto, pero no faltaba nunca la que aprovechaba la situación y claro que enseñaba pierna y un poquito más para pasar el examen, o iba en las tardes a ayudar al profesor a calificar exámenes, e incluso la que hacía leña del árbol caído usando como pretexto la acusación para justificar su mal desempeño escolar, de todo hay en este mundo y eso es lo grave, eso es lo que hace tan difícil distinguir la ficción de la realidad, poder saber qué si es cierto y qué no.

En los colegios y en el mundo laboral se repiten constantemente las dos situaciones, los movimientos feministas de apoyo a las mujeres que sufren acoso y violencia sexual han dado elementos a otro tipo de mujeres menos conscientes de lo grave de la situación para subirse en el tren de la denuncia y así obtener beneficios -sin ser esto justo-.

El movimiento feminista tan digno y sustentado en la realidad debería hacer un llamado a actuar con seriedad, queremos que se nos dé visibilidad y justicia.

Si el comentario o la acción de un hombre hacia ti te incomoda y te ofende es acoso, yo si te creo, pero no utilices nunca el tema para acusar por acusar y así salir aireada de tus propios problemas, no nos permitamos ser feminazis porque tarde o temprano, como siempre sucede en la historia, el tramposo queda atrapado en su propia ratonera.

Actuar de manera deshonesta y ventajosa afecta a todas las demás mujeres, hace que se nos generalicen y se nos perciba a todas como posibilidades sexuales para el que así lo desee. Protegernos a nosotras mismas y a nuestro gremio nos fortalece, hacer trampa y ser incongruentes nos disminuye.

Por lo pronto, niñas valientes, que levantan la voz, Musas de Nicolás y mías también, que no están dispuestas a permitir abusos, a ser vistas como objetos, a ser reconocidas y escuchadas, yo si les creo, arriba y adelante, nunca más un mundo sin nosotras, ni sobre nosotras.

El respeto se pide, se da, se gana y se conserva, es una lucha dura, muy dura, que necesita unidad y congruencia, constancia y determinación.

Somos seres llenos de emociones, gustarse se vale, intentarlo se vale, cualquier tipo de relación consensuada es válida, pero nunca más con miedo, por la fuerza ni bajo ningún tipo de chantaje.

Vámonos respetando todos y todas, el avance ha sido mucho, el día en que alguien lo piense más de diez veces para faltarle el respeto está cada vez menos lejos; y el respeto es una palabra muy seria y muy comprometida, sin género y sin edad, no diferencia niveles sociales ni económicos y en ese significado cabemos todos.

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