A las 14:30 –según cronología dada a conocer por Alfonso Durazo- la SEDENA detectó que habían hecho una perforación a un ducto ubicado en Tlahuelilpan, Hidalgo. Casi en tiempo real, las benditas redes sociales comenzaron a difundir imágenes que parecían las de un día de campo cualquiera junto a un géiser. Por la tranquilidad y las pláticas de decenas de personas que con bidones y cubetas se acercaban a la “fuente”, parecía que los llenaban de agua. No. No era agua, era gasolina, combustible, producto altamente flamable. ¿En qué momento se jodió México para que la gente actuará así tan normal ante el peligro latente de perder la vida?¿En qué momento el riesgo de morir es menor a ganarse unos cuantos pesos por unos litros de combustible robado, el huachicol? ¿ Así se comportan los “grandes” delincuentes del huachicol?
Según las imágenes, por la forma en que llegaban- hasta en vehículos- nadie sospecharía que se trata de una actividad ilícita; las personas parecían acostumbradas a llenar recipientes con gasolina cuantas veces se pudiera. La tarde del viernes hombres y mujeres, algunos muy jóvenes y dicen que hasta niños lucían tranquilos llenando los recipientes. Ahora, 85 están muertos, decenas están heridos y hay reportes de decenas desaparecidos. Me dice un experto del sector energético que cada vez que se “pincha” un ducto para extraer ilegalmente el combustible, es “normal” que la gente sin ningún tipo de temor se acerque corriendo a “abastecerse” de combustible. La costumbre, pues.
Hoy sabemos que así transcurrieron por lo menos cuatro horas desde que se dio el aviso. Otros videos muestran a elementos del Ejército y de la policía local tratando de persuadir a las personas para que se retiraran del lugar. Eran apenas unos 25 elementos militares -según se informó- ante una población de más de 600 personas que hacían caso omiso de sus advertencias sobre el peligro que representaba estar ahí. Un reflejo también de la proclividad de los mexicanos a pasarnos por el arco del triunfo a la autoridad: complicidad, connivencia, costumbre. Nuestras fuerzas federales quedaron rebasadas. Se perdieron cuatro horas valiosas en las que se pudo desalojar y acordonar el área y evitar esta terrible tragedia.
Lo que ocurrió a partir de las 18:52 fue dantesco. De pronto la explosión –las imágenes difundidas por Alejandro Torres de Retrovisor y Joselyn Sánchez- y de ahí gritos, gente corriendo envuelta en llamas. Los gritos se convirtieron en aullidos. El infierno en la tierra.Viernes negro, uno de los más terribles de los últimos años en México. Este país se resiste a dejar el luto.
El presidente Andrés Manuel López Obrador aceptó que, a pesar del dolor y de la tragedia, la lucha contra el robo de combustible seguirá. Y seguirá por que ya se abrió el frente contra ese flagelo que carcome las finanzas del Estado y ha descompuesto también a la sociedad. Tal vez se abrió la caja de Pandora. No es tiempo de repartir culpas. La tragedia nos debe obligar a unirnos. Debe servir para dejar atrás los discursos de odio y provocación. México ya no aguanta más polarización y más muertos.