Ser o no ser en las redes sociales parece ser el nuevo dilema. Muchos estrategas de comunicación política consideran que, o se está en Facebook, Twitter, Instagram… o no se es nadie. Pareciera pues, que es un camino sin retorno si se quiere existir. Este camino, sin embargo y como todo en la vida, tiene muchos vericuetos que van desde la alegría hasta el desasosiego, por decir lo menos.
El 12 de enero el editorial del periódico El País tituló como Una peligrosa claudicación, el abandono de las redes sociales de la estrella política alemana en ascenso, Robert Habeck, decisión que, de acuerdo con este prestigiado medio, invita a “la reflexión sobre la relación cada vez más tóxica entre política y medios digitales”.
No tiene desperdicio lo que en el diario se apunta con frases como “la tecnología ha dejado de ser una opción para convertirse en una obligación” y sentencia: “Las redes sociales no pueden quedar en manos de quienes difunden el odio”. https://elpais.com/elpais/2019/01/11/opinion/1547228051_712043.html
No son las redes en sí las causantes de ese clima cada vez más furioso y polarizante que embarga a las sociedades. Es la manera cómo se hace uso de ellas. El alcohol no produce por sí mismo borrachos, habemos personas que nos emborrachamos con el alcohol.
Las redes se han convertido en la gran herramienta para los sin voz, pero también para encumbrar o derrumbar, según sea el caso, a políticos o personajes de la farándula y de los deportes. Son también el semillero de los influencers, personajes que del anonimato y de la noche a la mañana son capaces de atraer una multitud de seguidores. Apunte aparte, esto ha provocado –según una amiga psiquiatra- mucha presión entre los jóvenes que se apabullan por la fama y las enormes ganancias de estos influencers, sin aparentemente esforzarse mucho.
Tal vez sin redes y sin un estratega como Steven Bannon, Donald Trump no habría llegado a la presidencia de Estados Unidos, según el periodista estadounidense Bob Woodward en su libro Miedo, Trump en la Casa Blanca.
El 9 de enero, según reviso, Robert Habeck, uno de los principales líderes del partido Verde en Alemania anunció su retiro de las redes sociales. Este fue su último tuit: “Twitter es más agresivo que cualquier otro medio digital. No hay ningún otro medio con tanto odio y malevolencia”.
Tras experimentar errores o meteduras de pata propias, Habeck había declarado que Twitter no hacía más que fomentar la agresividad y la polémica y sacar lo peor de sí mismo. En el periodo de Navidad había vivido el hackeo de su cuenta en Facebook, con la difusión de videos de conversaciones familiares.
Los medios más importantes de Alemania, criticaron la decisión de Habeck porque, a su juicio, dejar el debate en redes, es dejarle el camino limpio a los extremistas. El caso no es cosa menor. Muchos –sin ser políticos ni influencers ni nada parecido- hemos sido testigos de la violencia verbal que impera en las redes, la proliferación de mentiras, o verdades a medias, tergiversaciones y demás. Las preguntas son ¿ser o no ser en las redes? ¿Habría mecanismos que ayuden a sosegar la ira desatada? ¿Cómo controlar las ganas de mentar madres? ¿Es posible apaciguarnos?
Habrá que estar pendientes en qué termina el experimento de Robert Habeck. Si ganó o perdió su carrera política dejando las redes porque, según analistas, este hombre de 49 años era una especie de remanso con un discurso europeísta y multicultural en medio de las aguas turbulentas de los populismos de izquierda y de derecha.