jueves 21 noviembre, 2024
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«RIZANDO EL RIZO»: Amos Oz, Un caleidoscopio literario israelí

 

A Paty Betaza, mi CEO favorita y lectora incansable.

Alguna vez, una amiga muy cercana, en un correo extensísimo, me contaba lo complejo que es terminar algo; al contrario de comenzar, que, a su juicio, es de lo más sencillo. Idea de la que yo discrepo. Pero si reconozco que comenzar marca el cosquilleo de algo nuevo y terminar la nostalgia de lo que se fue. Así se da comienzo a un caleidoscopio.

Empezar a leer una novela, por ejemplo, es facilísimo; no tienes ninguna responsabilidad; abres el volumen y comienzas a revisar la primera página, luego la segunda y así sigues hasta donde el tiempo o el convencimiento te lleve. Otra cosa muy distinta es terminarlo. Y otra cosa más difícil aun es percatarse que uno fue leído por el libro.  Por ejemplo, cuántos incautos bienaventurados han empezado Ulises (1922), de Joyce, sin haberlo terminado nunca. O En busca del tiempo perdido (1913-1922), de Proust, sin haber concluido las siete partes. O quiénes no han sentido la urgencia de apagar la televisión después de haber puesto Los libros de Próspero (1991), de Peter Greenaway. Empezar no representa ninguna dificultad; sin embargo, llegar al final requiere entereza, paciencia y un compromiso inquebrantable. O la ligereza total de leer lo que a uno le gusta sin poses.  Debo confesar, sin embargo, que cuando el lector o espectador asiste al cierre del viaje propuesto por el autor, la recompensa es formidable.

Amos Oz, por otro lado, nos cuenta un relato diferente. En La historia comienza, ensayos de literatura (1996), el autor, lacónico, sentencia sin cavilaciones: “Empezar es difícil”. Y esta máxima es cruel y violenta porque, palabras aparte y como casi todas las cosas crueles y violentas en el mundo, es verdadera. Cuando uno está frente a la página en blanco, se libra una batalla sin cuartel entre las millones de posibilidades que existen para comenzar a escribir. Oz envidiaba a su padre, quien componía artículos, ayudado de referencias, diccionarios y libros de consulta. Y sabía que, a su vez, su padre lo envidiaba a él, por tener la libertad del novelista; escribir sin las ataduras que, tanto diccionarios, como referencias y libros de consulta, determinan el proceso de escritura.

Empezar y terminar es una dicotomía ineludible. Siempre participamos de estos procesos de los que, con el paso del tiempo, nos hacemos más conscientes. Ponerse los zapatos, quitárselos, enamorarnos, comenzar una relación, terminarla, enfermarse, salir de la enfermedad, nacer y morirse.

El pasado 28 de diciembre de 2018, Amos Oz, terminó un ciclo. Después de una lucha contra el cáncer, falleció a la edad de 79 años. Supongo que yo les podría contar que Amos Oz escribió 15 novelas, un libro de poesía, un centenar de artículos y cerca de 10 libros de ensayos. Y que fue galardonado con los premios más prestigiosos que pueden otorgar las instituciones más reconocidas. Que su padre fue Yehuda Klausner y su madre Fania Mussman. Supongo, también, que les podría relatar, como si esto se tratara de un cuento o un curriculum vitae, las vicisitudes de su vida. Que fundó en 1978 la organización Paz Ahora y que participó en la Guerra de los Seis Días, durante junio de 1967 y en la de Yom Kipur de 1973. Supongo que les podría describir cómo contribuyó activamente en los procesos políticos de Israel. Pero todo lo que yo pueda decir de él, está de más. Creo fervientemente que el propio Amos Oz, puede hacer un relato mucho más completo que yo y que ese registro está, de hecho, en sus libros, no en las palabras que alguien del otro lado del mundo pueda escribir sobre él. Sólo, quizá, decir que su vida y su muerte han marcado a una cantidad innumerable de lectores y no lectores.

Dejar de escribir, así como empezar, conlleva, si no un compromiso, un deber. Esto tiene que ver con ser consciente de lo que se escribe; de cómo se escribe y en qué tiempo se está escribiendo. Amos Oz sintetiza, en su obra, estas elucubraciones. Siempre fue un hijo de su tiempo y supo blandir su voz en contra de la opresión y argumentar en favor de la paz.

No sé qué nos vaya a deparar el futuro, pero estoy convencido de que, en lo subsecuente, la pluma de Amos Oz servirá como referente y nos conducirá por un camino que, con dudas y preguntas, dirigirá a la prosperidad y a la esperanza.

A través de la pluma de Amos Oz nos podemos enterar de la historia israelí desde sus crisis, sus descalabros, sus aciertos y su lucha atinada o no, por lograr la anhelada paz en Medio Oriente. Amos Oz vitaliza y hace de todos, la cosmovisión de Israel y con ello la refuerza cosmopolita, desde todos los rincones donde interactúan los seres; mostrándonos desde su mirada las contradicciones permanentes del mismo sujeto, lo que lo hace totalmente universal. ¿Tendrá que ver su mirada crítica con que Estocolmo  no le otorgó nunca su presea? Amos Oz nos interroga sin ser complaciente y a veces caótico, con los que están fuera de Israel mostrándonos la diferencia perceptiva de los que se juegan la vida en Israel y los que la cavilan desde la diáspora. Quizá por ello, los viajeros judíos que visitan Israel se sienten extranjeros ante el mito de su “propia patria”. Por ello Israel refuerza sus cuadros rabínicos porque es la religión la capacidad que le queda para universalizar el judaísmo y Amos Oz nos deja como legado sus múltiples caras. El mundo pierde una pluma libre para a la manera de los sabios judíos poder interpretar y reinterpretar el judaísmo a través de todos los tiempos. 

MANCHAMANTELES

A propósito de los 100 años de la muerte del Caudillo del Sur, salta a la mesa la edición a cargo de Jesús Zavaleta Castro del libro Raíz y razón de Zapata (2012) escrito por Jesús Sotelo Inclán. Esta edición se entiende fundamental para comprender y revisitar el movimiento armado que emprendió Emiliano Zapata en el Estado de Morelos, a principios del siglo XX.  Jesús Zavaleta Castro hace una labor extraordinaria para traernos de vuelta una edición portentosa del libro de Sotelo Inclán, publicado originalmente en 1943 con un tiraje muy limitado. La lectura de Raíz y Razón de Zapata se vuelve necesaria para comenzar el año y preguntarnos cómo está conformado el país en el que vivimos.

NARCISO EL OBSCENO

“Y yo salí de casa de Remedios Varo peor que una sonámbula, porque los sonámbulos siempre vuelven a sus casas y yo sabía que a la casa de Remedios Varo no iba a volver. Yo sabía que me iba a despertar en la intemperie, de noche o cuando ya estuviera amaneciendo, qué más daba, en medio de la ciudad que había elegido por amor o por rabia”. El pretender que abandonar un lugar mata al otro simbólicamente es un derroche de una vertiente narcisista de la que Roberto Bolaño hace gala en su libro Amuleto.

 

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