sábado 23 noviembre, 2024
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«RIZANDO EL RIZO»: Trump y “El enemigo del pueblo”

 

“Toda verdad es simple, ¿no es eso una doble mentira?”.
Nietzsche

El término ‘fake news’ se popularizó en 2016, cuando el entonces candidato a la presidencia de los Estados Unidos por el Partido Republicano, Donald J. Trump, lo usó para referirse a la información periodística que no lo favorecía y que, según él, era difundida con la intención de inclinar la balanza electoral hacia el lado contrario al suyo. A pesar de la mala imagen que le dejó el magnate al ocuparlo, el concepto de ‘fake news’ ha sido ampliamente utilizado para referirse a la desinformación que se propaga deliberadamente “para engañar a una porción de la población con fines políticos y económicos”, de acuerdo con las palabras de Edizon Lanza, Relator Especial para la Libertad de Expresión de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. Ocupar a su conveniencia los enojos de la gente y sus luchas por la libertad de prensa, de expresión y por el acceso a la información ha sido una de las principales características del empresario devenido en político, quien se beneficia del gran poder de la desinformación como arma política e ideológica. Encontramos con mucha frecuencia en las redes sociales frases de ilustres pensadores que jamás dijeron o estados civiles que sabemos que no son ciertos; la duda gana ante la certeza, y ahí encuentra su goce. Generar información tramposa sobre algo o alguien no es nuevo, pero uno de los desafíos de nuestros días es que vivimos más expuestos a ella. Las ‘fake news’ existen en la actualidad como un aliado virtual de la decadencia, la pornografía de la noticia a la que hay que combatir por grotesca.

Como dijo el periodista Jon Lee Anderson en la última edición de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara: “el periodismo, con todo y sus flaquezas, es lo único que hay entre los autócratas y las poblaciones”. Aunque es verdad que, como la historia moderna ha demostrado, los medios informativos pueden ser utilizados para manipular las decisiones de la gente, lo cierto es que no existe democracia sin periodismo libre. En su necedad por tener siempre la razón, el mandatario estadounidense ha desafiado esta idea para encubrir sus propias flaquezas, poniendo en riesgo los contrapesos que han sostenido al sistema político que se autoproclamaba años atrás como el “líder del mundo libre”. Los ataques de Trump han sido omnidireccionales; prácticamente sólo la cadena Fox News, junto con otras menores del mismo corte, ha salido bien librada de la crítica infundada e iracunda del magnate. Íconos como The New York Times, The Washington Post y, con especial acento, la agencia CNN, han sido los blancos preferidos del presidente, cuya campaña electoral estuviera dirigida por Steve Bannon, director del medio ultraderechista Breitbart News.

“El enemigo del pueblo” es como Trump ha llamado a la prensa. La declaración no puede resultarnos trivial ni parecernos una ocurrencia más del líder de la Casa Blanca. Se trata de una amenaza seria a los derechos a la información, a la libertad de expresión y a la libertad de prensa. Su encono ha llegado a tal grado que ha propuesto a través de su red social favorita, Twitter, negar el acceso a sus conferencias de prensa a los periodistas que generan contenido negativo sobre él. Son “totalmente falsos”, ha sentenciado, acusándolos de corruptos y lanzando al aire la posibilidad de “quitar credenciales”. Los mensajes desde la Casa Blanca van en direcciones cruzadas. Mientras Trump tuitea que las noticias sobre él que se muestran en los primeros resultados de Google “están manipuladas”, su portavoz, Sarah Huckabee Sanders, asegura que “la administración está muy comprometida con la libertad de prensa”. Los políticos quedan atrapados en el narcisismo que siempre es desleal a sí mismo, cuando se mira en su verdadero rostro en los otros, lo que hace sin duda con asepsia el periodismo.

Observar esta batalla desde México, donde 120 periodistas han sido asesinados desde el año 2000 en el ejercicio de su profesión, nos lleva a encender las alertas y a advertir sobre los enormes peligros de un discurso como el de Trump. El periodismo no es una labor trivial ni prescindible; se trata de un contrapeso en el ejercicio del poder y una herramienta enorme para la libertad de la ciudadanía y en uno de los principales correlatos de la historia.

Manchamanteles

¿Cuáles son las fuentes de dolor de nuestros tiempos? ¿Qué marco teórico ocupar para analizarlas, sin perder de vista las particularidades de nuestro contexto de inmediatez y de consumo? ¿Nuevos tedios para la civilización? En Ser analista hoy: Fundamentos de la práctica, Luis Hornstein revoluciona nuestra idea de un proyecto terapéutico, revisando el malestar cultural y sus traumas derivados, replanteándose las ideas del sujeto, la otredad y la identidad desde una óptica actual. Una obra necesaria para comprender la “clínica del narcisismo” y el psicoanálisis de nuestros días. Quizá pronto hablaremos de una nueva erótica de la historia.

 

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