El presidente Andrés Manuel López Obrador y su gabinete de seguridad –sugiero-, ¿qué tal si invitan a algunas madres a las reuniones mañaneras en las que buscan soluciones en la materia? Las progenitoras podrían hacer aportes valiosos sobre las más tradicionales y contundentes estrategias para el restablecimiento del tejido social. Lo digo en serio, porque son las madres las que educan, las que buscan a sus hijos e hijas en vida, en muerte, en fosas clandestinas. Pero son también las madres las que desde la familia toleran, encubren e, incluso, propician actividades antisociales. Lo digo porque las víctimas tienen madre, y aunque no parezca, quienes son victimarios también.
Viene a mi memoria ¡Atrévete! Una propuesta hereje contra la violencia en México, de Sara Sefchovich, publicada en 2014. Con un enfoque radical nos dice que tenemos una historia familiar en la que las madres son, para bien o para mal, el parámetro de nuestra relación con nuestros semejantes. Lapidaria, visualiza a la madre como eje indispensable para sanear el tejido social.
Habrá quienes piensen que ésta es una más de las muchas leyendas urbanas… No diré que me consta, pero así fue. En octubre pasado, un ladrón de unos 35 años, estaba en su tradicional jornada de asaltos a transportes de pasajeros en la Ciudad de México. Era un día como cualquiera, sube a un bus y a mano armada despoja a los usuarios, a los que apercibe: “ándense por la derecha y cooperen, no se quieran hacer los listos, así que vayan soltando el celular, la cartera con billete, anillos y joyas…” Oh, oh, casi en la puerta de descenso, entre sus víctimas, estaba nada más y nada menos que su progenitora, la cabecita de algodón que lo hecho al mundo. Ella sin dudarlo, le propinó una tanda de cachetadas, manazos y chanclazos. Nada más didáctico proviniendo de una madre. La mujer lo entregó a la policía. Con total seriedad dijo al Ministerio Público: No lo traje al mundo para ser un criminal.
El presidente no la tiene fácil. Antes de tomar posesión, presentó el Plan Nacional de Paz y Seguridad 2018-2024, que incluye los ocho ejes para pacificar al país. Antes anunció el reclutamiento de 50 mil jóvenes que se sumarán a 30 mil policías miliares provenientes de SEDENA, 10 mil de Marina y unos 20 mil de Policía Federal para integrar la Guardia Nacional. Y es que el tema de seguridad y combate a la violencia, urge por decir lo menos. Es unánime el que las cosas no pueden seguir como con Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto. Pero, hay diferencias en las formas, en los cómo se combatirá a la criminalidad.
Si nos atenemos a los registros del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, AMLO heredó un acumulado de 12 años de ineficiencia en el combate a la criminalidad. Un aproximado de 250 mil personas asesinadas y 40 mil desaparecidas. Sólo 2018 pasará a la historia como el año más violento; al día fueron asesinadas en promedio 93 personas. La tasa de homicidios está entre las más altas de América Latina.
El extinto gobierno de Peña Nieto, registró hasta septiembre con carpetas de investigación: 120 mil 180 homicidios dolosos; 92 mil 204 homicidios culposos; 7 mil 265 secuestros; 34 mil 960 casos de extorsión; millón 219 mil 552 robos con violencia; 448 mil 900 robos a negocio, por citar algunos datos. El Reporte sobre delitos de alto impacto, septiembre 2018, elaborado por el Observatorio Nacional Ciudadano (ONC), permite concluir que López Obrador recibe un sistema de seguridad en crisis.
ONC destaca que el Plan de Paz y Seguridad del nuevo gobierno, tiene muchos puntos poco claros e incluso profundiza acciones ya conocidas, y particularmente preocupantes con la militarización a través de la creación de la Guardia Nacional; plantea de manera poco comprensible cambios en la política de drogas, el combate a la corrupción, reducción de penas y amnistía para los delincuentes. Tanto ONC como Seguridad sin Guerra sostienen que es urgente una ruta para reconstruir el tejido social y transformar a las instituciones que han fallado en su obligación de salvaguardar la vida e integridad de las personas.
Son diversas las propuestas y análisis sobre las causales de la violencia y la delincuencia. Aportes como ¡Atrévete! Una propuesta hereje… de Sefchovich, nos ayudan a mirar desde otra perspectiva, desde el entorno inmediato familiar, la relación social y la relación de las madres del delincuente y de la víctima y qué papel juega esa mujer para inhibir o contribuir a la violencia.
Se ha convertido en expresión recurrente la reconstrucción del “tejido social”; pero eso qué es y qué significa, se cuestiona la autora para responderse a sí misma: Es la serie de relaciones entre los individuos, las familias y las comunidades y al aprecio que sentimos hacia los demás. Entonces, “el tejido social en México, al contrario de lo que se afirma, está sólido y fuerte, porque las familias se apoyan, ayudan y protegen y funciona igual para lo ‘positivo’ como para lo ‘negativo’; es decir, para las familias ‘normales’ y para las que viven en y de la ilegalidad y la delincuencia”. Sefchovich va más allá: La delincuencia en México existe y crece porque cuenta con un “elevado nivel de complicidad social”. Para avanzar en el “saneamiento social” –propone-, debiésemos explorar en “una modalidad inédita” y enfrentar a la delincuencia y la violencia desde la relación “afectiva más potente” de la cultura mexicana: la veneración a la madre.
Nos preguntamos cómo hemos llegado a este punto de quiebre, por lo cual debemos reconocer que somos corresponsables como conjunto social, familiar y como Estado de la violencia y criminalidad en la que nos encontramos. La autora no culpa a las madres, analiza nuestro entorno inmediato y la tradición socialmente arraiga de exonerar, encubrir y -a veces- alentar, en cualquier circunstancia, aunque con ello se construyan personas que delinquen, roban, distribuyen drogas, hacen funciones de halconeo o sicariato.
Somos una sociedad permisiva que ha creado seres sin escrúpulos, con poca madre, pues. La cultura de paz y solución pacífica de conflictos necesita mucha madre.