“Dios se murió y no nos enteramos; por eso hay tanta tragedia incomprensible en el mundo“. Esa fue la conclusión a la que llegó Nietzche, el máximo exponente del Existencialismo. Sólo así podían explicarse, según él, los horrores del tiempo que le tocó vivir: guerras, epidemias, decadencia religiosa. Vacío el trono de allá arriba, se había desatado el desmadre acá abajo.
Y como todo espacio que queda libre es llenado por otra cosa -según las leyes de la Física- cabría entonces hacer la misma analogía en el ámbito espiritual: donde hay ausencia de Dios el lugar es ocupado por el Maligno. Tal parece ser el caso de México.
Entre todos nuestros dramas destaca uno de proporciones bíblicas y que, por su baja intensidad, ha pasado desapercibido durante décadas: la marcha de la muerte de los miles de centroamericanos que cruzan México rumbo a Norteamérica. Es tan atroz lo que acontece en su ruta, que parecieran los olvidados de Dios.
Multitudes que son diezmadas a bordo de La Bestia, epítome perfecto para el tren de la Muerte, donde las mujeres son violadas, los hombres expoliados por los polleros y los jóvenes mutilados en los accidentes que son cotidianos.
Con frecuencia el final del viaje es anticlimático para esta pobre gente, como lo prueba la ‘Masacre de San Fernando’, Tamaulipas, donde decenas de inmigrantes centroamericanos fueron masacradas por las mafias del narco.
En lugar de convertirse en sirvientas o lavaplatos, en California o Tennesse, acaban como prostitutas en Tapachula o empleados por algún cártel en Reynosa, si no es que son repatriados a su miseria tuertos o sin un brazo.
Esa tragedia humanitaria no tiene para cuándo terminar. Las políticas de Trump y la implosión del libre comercio en el mundo, pronostican años amargos en la región. Resulta muy creíble, en ese sentido, la versión que dice que el famoso canal que se construirá en el Itsmo de Tehuantepec, Oaxaca, semejante al de Panamá, será -para efectos prácticos- la nueva frontera sur de Estados Unidos.
Es decir, la ‘cintura’ de la República Mexicana, la parte más angosta de nuestro territorio, será cercenada por una enorme brecha que se llenará de agua, para que pasen barcos del Golfo al Pacífico y viceversa. Pero también, de manera natural, será un dique inexpugnable para esos cientos de miles de migrantes, que ya no se sumarán a las ciudades perdidas de Tijuana ni a los cinturones de miseria en Ciudad Juárez. Comenzarán nuevos asentamientos en Chiapas, Tabasco, Oaxaca y Veracruz.
La idea de construir un canal en el Itsmo data de la época de Juárez, cuando se firmó para tal fin el Tratado McLane-Ocampo (apellidos de quienes eran los cancilleres de EU y México). Desde entonces se vislumbraba un gran potencial económico de la región. Ojalá este proyecto no sólo sirva para contener a las hordas desesperadas de centroamericanos sino también para atemperar su desgracia y la de millones de mexicanos que viven en extrema pobreza en esa zona.