Hace una semana, 30 mil estudiantes marcharon para exigir a las autoridades universitarias seguridad en las instalaciones de la UNAM y sacar a los “porros” de una vez por todas, de la Máxima Casa de Estudios.
Mañana, los estudiantes volverán a marchar, en silencio, como en el 68, cuando ocurrió la matanza de Tlatelolco.
En el conflicto de la UNAM, se han escuchado cualquier cantidad de hipótesis, algunas más absurdas e irresponsables que otras.
En la lógica de entender quién pretende “otra vez” desestabilizar a nuestra universidad, la más grande de México y América Latina, hemos escuchado de todo: que el gobierno saliente envió al grupo de choque para dejarle un problemita más al próximo presidente; que AMLO y su equipo quieren la cabeza del rector Enrique Graue para colocar un “morenista” a modo; que fue el propio rector quien mandó a los golpeadores para asustar a los estudiantes que se manifestaban pacíficamente; que son los narcomenudistas que se rebelaron; que es la mano de los exrectores; que son autoridades de la delegación Azcapotzalco; que Claudia Sheinbaum tiene algo que ver; que son las tribus perredistas y así, muchas conjeturas y ninguna certeza.
En cualquier circunstancia y quien sea, o sean, los responsables del brutal ataque a los jóvenes el pasado 3 de septiembre, es inadmisible que nuevamente la Universidad esté en crisis.
No es novedad que en los conflictos de la UNAM siempre hay intereses políticos, por eso la exigencia para que la Universidad Nacional deje de ser “botín político”.
Insisto, es lamentable que intereses ajenos a nuestra amada universidad se aprovechen, como lo han hecho siempre.
Es extraño que las máximas autoridades universitarias no sepan quien está detrás de esto. El Rector asegura que no lo sabe y que las investigaciones continúan.
No queremos volver a ver a la Máxima Casa de Estudios cerrada. Hace 18 años, en 1999-2000, el paro duró 11 meses. La pregunta es obligada ¿se está haciendo lo necesario para evitarlo? O ¿están dejando crecer el conflicto?
Como dicen los clásicos, nada ocurre por casualidad, se acerca la sucesión presidencial y los 50 años de la matanza de Tlatelolco. La flama sigue encendida, con el riesgo que esto conlleva.
Mientras tanto, las procuradurías federal y local no sólo han sido omisas ante el conflicto, sino que se han acusado, entre ellas, por la liberación de agresores.
Hace unos días, al reunirse con el rector Graue, Andrés Manuel López Obrador atajó suspicacias, advirtió que con él, no prosperará ningún intento de desestabilización en la UNAM y que se atenderán las justas demandas estudiantiles. Ojalá y así sea, porque el riesgo está latente.
Por lo pronto, el jueves 13 habrá un paro de 48 horas, el 26 marcharán por el aniversario de Ayotzinapa y el 2 de octubre, que no se olvida, la marcha anual, esta vez en el 50 aniversario de aquella tragedia.