A pocos días de la toma de protesta imaginada pero poco esperada, el próximo 1 de septiembre de 2018, dos meses después de las elecciones asumirán el cargo 500 Diputados Federales y 128 Senadores, conformando la nueva integración del Congreso de la Unión. Los primeros por un periodo de tres años y los segundos para uno de seis años, con posibilidad de reelección ambos cargos.
Cuando señalo imaginada pero poco esperada, pienso en esa mayoría absoluta que imaginaron los partidos que conformaron la coalición Juntos Haremos Historia (Morena, PT y PES), y lo poco esperada es pensando en lo que anhelaron los demás partidos políticos que contendieron en este proceso electoral.
Después de 20 años un partido político y sus aliados electorales tienen mayoría absoluta en ambas cámaras, sin necesidad de una cláusula de gobernabilidad que les diera mayoría, fueron meramente triunfos electorales bajo el esquema de los dos principios: mayoría y representación proporcional.
Dos décadas de historia de alianzas tejidas bajo la mesa para que transitaran reformas constitucionales concluyen. Ahora con la nueva conformación del Congreso de la Unión, el próximo Presidente de México no tendrá la necesidad, en estricto sentido, de negociar con otros partidos, pues las diputaciones y senadurías son afines a su propuesta de gobierno.
Con esta nueva composición en la Cámara de Diputados, se acabó la toma de protesta en un ambiente de confrontación, si bien es cierto de los 500 diputados que integraran la cámara a partir del próximo 1 de septiembre, 308 pertenecen a la coalición por la que contendió el próximo Jefe del Ejecutivo, los restantes 192 diputados pueden hacer sentir su rechazo a quien el 1 de diciembre jurará el cargo de Presidente de la República, sin embargo, ello no será de las magnitudes que vivimos en 2006.
El Poder Legislativo que está por iniciar, se constituye en mayor número por afines al próximo titular del Poder Ejecutivo, eso permitirá eventualmente, dar gobernabilidad al país, pues la mayoría efectiva dotará de operatividad al Gobierno de forma estable, sin actuar a razón de los chantajes de los partidos políticos que ahora son minoría, como sucedió en otros sexenios en los que los Presidentes no tenían mayoría en el Congreso.
Y no es precisamente porque los chantajes sean malos, en los sistemas de partidos, la posibilidad de chantaje de los partidos políticos hacia la oposición permite que esos partidos cuenten, pues resultan competitivos y una posibilidad eventual para formar coaliciones, es decir, al ser minorías resulta importante la forma de interacción que manejen, ya sea en lo electoral, en la vida parlamentaria o en la forma de gobierno.
A pesar de la abrumadora mayoría absoluta y más allá de la capacidad de chantaje de los partidos minoritarios, será imperativo para el nuevo gobierno legitimar sus acciones frente a su oposición, no solo por los anuncios que han hecho las dirigencias de los partidos políticos de que estarán atentos de las determinaciones del gobierno federal, sino porque al ser una mayoría, deben impedir caer en la tentación del centralismo y de convertirse en el partido hegemónico al que tanto han criticado.
La tarea de gobernar, de legislar y de conducir los destinos del país no es fácil, por ello se debe andar con pies de plomo, con los pies bien plantados en la tierra, cualquier exceso puede dar al traste con la legitimación alcanzada en las urnas, el mandato del pueblo debe respetarse.
El 1 de septiembre inicia no solo un nuevo periodo legislativo, no cualquier legislatura, inicia una historia. De quienes integrarán el poder legislativo federal dependerá lo grande que ésta sea para los destinos de esta Patria, la nación libre e independiente, humana y generosa a la que entregamos nuestra existencia .