¿Quién de los candidatos presidenciales ganó el debate? Esa será la pregunta de rigor y la respuesta dependerá de a quién apoyaba de entrada el que responda. En ese sentido, no se puede definir quien ganó, pero si quien salió perdiendo: la ciudadanía. Los que nos acercamos desde lejos, para tratar de formar una opinión más clara de quienes aspiran a conducir las riendas de México, nos quedamos iguales. A pesar de la gran carga histórica que le dábamos a este acontecimiento lo único que pudimos comprobar es que cada candidato fue simplemente a cuidar su postura. Tal vez el formato tan riguroso impida que se pueda dar un verdadero intercambio de ideas, pero el debate no sirvió para otra cosa que para mostrar a los contendientes en pasarela y para que repitieran un discurso que ya les conocemos. Nada de planes concretos y viables para la transformación del país.
Ni Ricardo Anaya del PAN, Andrés Manuel López Obrador de Morena, José Antonio Meade del PRI, o los independientes, Jaime Rodríguez, “El Bronco” o Margarita Zavala tuvieron un desempeño tan espectacular e inesperado que llevaría a alguien a decidir a partir de lo que vieron algo firme o diferente de lo que pensaban antes de verlos. Para empezar cada uno estaba bajo la sombra de dudas y acusaciones que siguieron sin aclararse: Anaya y el lavado de dinero; López Obrador y los ex priistas de los que se ha rodeado, Meade y su simetría con la corrupción del PRI; Rodríguez y la firmas falsificadas y Zavala, como simple representante de su marido.
En todo caso, Rodríguez superó las expectativas—para bien y para mal. El “Bronco” se estaba desempeñando con más seriedad de la que acostumbra y al abrir con lo de la muerte de su hijo logró el impacto deseado. Después, su desparpajo y confianza al hablar–al final, no tiene nada que perder–, le ayudó. Sin embargo, echó todo por tierra cuando aseguró que le mocharía las manos a los criminales (a lo mejor porque no entendió a que se refería la moderadora cuando le insistía que si estaba hablando “literalmente”). Zavala daba la impresión de estar “en su propio canal”, pero trastabilló mucho menos que en otras penosas ocasiones que le hemos visto, por lo que también, habría superado en alguna medida las expectativas–que de por si eran bajas.
Anaya debatió con la habilidad que ya se le conoce y que de antemano se esperaba de él. López Obrador, el más hábil en cierto sentido, intervino lo menos que pudo, no se exaltó (o se tomó su Amlodipino), repitió las frases que lo han llevado a ser el puntero en las encuestas y contestó lo que quiso. Meade, quien era el que tenía más que ganar o perder, cumplió simplemente; tuvo un papel correcto, bien ensayado y nada espontaneo.
Los únicos que rompieron con las expectativas de quienes los acusaban de que se irían con todo en contra de López Obrador fueron los moderadores, quienes no dejaron de hacerle a ninguno las preguntas difíciles. En todo caso, los verdaderos ganadores del debate fueron Azucena Uresti, Denise Maerker y Sergio Sarmiento.
Anne Wakefield. Crítica de cine para AARP, la organización no gubernamental más grande de EU, que cuenta con 47 millones de miembros y es parte del Comité de Selección del Festival Internacional de Cine de Morelia y corresponsal de Formato 21. Antes de mudarse a Washington, DC, en el año 2000, trabajó como reportera, conductora y crítica de cine en Televisa y en el Instituto Latinoamericano de Televisión Educativa (ILCE), radio y revistas. En 2002 participó como conductora del primer noticiario de Telemundo en la capital estadounidense.