El fútbol ha logrado unir a Norteamérica. Mientras la política del Presidente de Estados Unidos, Donald Trump ha levantado muros ideológicos y comerciales con México y Canadá, este deporte se ha erigido como un puente de entendimiento, negociación y acuerdos. Los tres países quieren organizar el Mundial 2026.
La semana pasada, el Primer Ministro, Justin Trudeau, dio un espaldarazo al proyecto y prometió una inyección inmediata de 5 millones de dólares en caso de que la candidatura conjunta sea elegida por el Congreso de la FIFA el próximo 13 de junio.
En paralelo, los tres vecinos anunciaron la creación del torneo Campeones Cup, uno de los pasos más importantes en su estrategia para consolidar al balompié como elemento de cohesión regional.
Este certamen será disputado entre el campeón de la Major League Soccer (MLS), integrada por equipos de Estados Unidos y Canadá, y el campeón de los dos torneos cortos de México.
La primera edición se llevará a cabo el 19 de septiembre en el estadio BMO Field de Toronto, Canadá, casa del Toronto FC, actual campeón de la liga MLS.
Esta ciudad en particular ha tomado muy enserio el tema del fútbol. Toronto es reconocido en el mapa deportivo por los Blue Jays, el equipo de baseball de las Grandes Ligas donde juegan tres pitchers mexicanos; también por los Raptors de la NBA y, desde luego, por los Maple Leafs, el equipo de Hockey.
Sin embargo, desde hace una década, el Toronto FC ha venido trabajando consistentemente. Invirtiendo en infraestructura, investigación y análisis, coaching, jugadores y una academia de fútbol.
La apuesta por el soccer ha dado frutos. En 2016, los Red Devils se tuvieron que conformar con el subcampeonato de la MLS pero ya mostraban el nivel adquirido por el fútbol en el país de la hoja de maple. El año pasado, el equipo batió todos los records de la liga y se coronó campeón, convirtiéndose en el primer equipo canadiense de la historia en levantar esa copa. La semana pasada, el Toronto FC volvió a dar el campanazo al eliminar a los Tigres de la UANL de la Copa de Campeones de Concacaf.
Más allá de los resultados deportivos, los dividendos económicos y sociales fueron excepcionales. Las localidades se agotaron en cada partido disputado en el estadio BMO Field de Toronto que tiene una capacidad para 35 mil personas. Aficionados europeos y sudamericanos acuden religiosamente a cada juego imprimiendo un ambiente a la altura de los mejores estadios del mundo. En una ciudad multicultural con gente de todo el planeta, el inglés y el fútbol son lazos de convivencia.
En este contexto, la ciudad de Toronto ha apoyado decididamente la candidatura entre Canadá, Estados Unidos y México para organizar el Mundial y ser sede de algunos partidos. En una editorial publicada hace unos días, el periódico The Toronto Star consideró que de lograrse sería una bendición para la ciudad.
Tomando en cuenta que la ciudad solo albergaría 10 juegos, las autoridades consideran que los beneficios en materia turística, ventas minoristas, consumo de electricidad serían mayores que el costo de 45 millones de dólares. Otras de las ciudades canadienses que se han apuntado para ser anfitrionas de la Copa del Mundo son Edmonton, Vancouver y Montreal.
En medio de la renegociación del TLC y la obsesión de Donald Trump de construir su muro fronterizo, el fútbol demuestra que tiene el potencial económico y social de unir a la región gracias a los millones de latinos que han migrado a Estados Unidos y Canadá y siente pasión por este deporte, calificado por Jorge Valdano como “lo más importante entre las cosas menos importantes.”
Gabriel Ramírez. Periodista mexicano en Canadá.