La primera huelga general feminista realizada en España en el contexto del Día Internacional de la Mujer, para exigir igualdad real con los hombres, tuvo un impacto sin precedentes. Los sindicatos han cifrado en casi 6 millones el número de participantes en los paros y manifestaciones en ese país.
A lo largo de varios países europeos se convocó a la huelga. Aunque en España, la movilización contó con el respaldo de la mayoría de los sindicatos y se convirtió en una huelga laboral más amplia, también en Reino Unido, Italia y Francia existieron movilizaciones, y fue en este último país donde incluso un rotativo vendió su ejemplar impreso a un precio menor a las mujeres, en alusión a la brecha salarial del 25% existente en aquel país.
Pero, las marchas ya fueron. Y ahora, ¿qué sigue?
El mayor reto del feminismo es, evidentemente, conseguir la igualdad. El machismo todavía está arraigado en la sociedad, debido a que es algo que se observa como “natural”.
Es natural que una mujer sea quien se encargue de las labores domésticas. Es natural que las niñas aprendan a comportarse para que, como eufemísticamente se dice “no les falten al respeto” (en vez de llamarlo como corresponde: que no sean violentadas). Es natural que las mujeres tengan que resolver el trámite de ser madres y trabajadoras y, de paso, si alguna necesidad doméstica implica cuidar a algún enfermo, lo natural es que la mujer sea quien tenga que realizarlo.
Por ello resulta vital visibilizar el problema. El elefante en la sala, la mancha en la frente con la cual caminamos como sociedad, pero no somos capaces de ver.
Toca pasar de ser cifras que hablen de brecha salarial, reparto desigual de los cuidados, techo de cristal, discriminación, invisibilidad y violencia machista y sexual. Estamos en el momento en que se logró que la sociedad volteara y que esos datos, “duros y fríos”, tengan rostro, y sean la vecina, la hermana o la amiga quienes levanten la voz para decir ya basta.
Pero también en estas fechas hemos sido testigos de cómo la exposición mediática ha confrontado a grupos feministas ultras con voces moderadas, luchando por validar agendas, olvidando que el fin del feminismo trasciende líneas y agendas por sector, ya que es en la diversidad y el pluralismo donde se logrará romper con sectarismos y unir a las mujeres en su lucha por la igualdad, desde la trinchera que estén.
No se trata de mi feminismo, ni del feminismo de las nuestras, sino de la igualdad de todas.
Sin duda, tenemos muchos retos por delante. Uno que nunca deberíamos pasar por alto es el de no perder ningún derecho ya conquistado. No dar pasos en reversa en la libertad de elegir, de no ser presas de dogmas, ni siquiera de la causa misma.
Las mujeres empoderadas venimos en muchas presentaciones y diferentes elecciones. Somos mujeres que amamos ser libres en pareja o sin ella, mujeres que tenemos hijos o no los tenemos si no queremos. Somos mujeres que tomamos nuestras propias decisiones.
Y sí, es importante que llegamos para quedarnos, que la lucha que a tantos incomoda no retrocederá un ápice.
Seguiremos aquí hasta lograr que las mujeres empoderadas no causen miedo; hasta que se entienda que no estamos quitando espacios, sino que sólo estamos recuperando lo que siempre hemos debido tener; hasta que no sean necesarias las cuotas, porque las oportunidades son iguales sin importar géneros.
Hasta conseguir que la lucha por la igualdad no sea necesaria, seguiremos aquí.