El relato es estremecedor. Sin dar fechas o lugares específicos, narra lo ocurrido a una joven mujer luego de una jornada laboral fuera de su lugar de residencia. Está hospedada en un hotel y mientras se prepara para salir a cenar, alguien llama a la habitación.
“Ella mira por el rabillo de la puerta, es su jefe. Abre, ‘Él’ la empuja. Con el dedo índice derecho le ordena que haga silencio.
“Le hace preguntas rápidas mientras la lleva hacia la cama. Ella, que siempre tiene fuerza, la pierde, aprieta los dientes y le dice que va a gritar. ‘Él’ le responde que sabe que no lo hará. La viola.
“La protagonista de la historia soy yo y al violador lo seguiré llamando ‘Él’”.
Quien escribió este texto (Una defensa del silencio[1]) es la reconocida periodista colombiana, Claudia Morales. Lo hizo para el diario El Espectador, apenas el pasado 19 de enero.
No revela la identidad de “Él”. Argumenta que se trata de un hombre “tan poderoso” que al denunciarlo pondría en riesgo su propia vida. Agrega que otra razón para no hacerlo era proteger a su padre, segundo al mando de la Fuerza Aérea de su país.
Tras el impacto que generaron sus revelaciones, Claudia dio entrevistas a varios medios. Se refirió así a su ex jefe, el agresor: “lo oyen y lo ven todos los días (…) ningún escándalo lo afecta (…) Es capaz de muchas cosas (…) Ha demostrado que nada de lo que ocurra a su alrededor le puede hacer daño, ya que tiene todo el poder para salirse con la suya”.
En la opinión pública, surgió un nombre: el del ex presidente Álvaro Uribe, pero ningún medio colombiano se atrevió a mencionarlo. El primero en hacerlo fue el periodista estadounidense Jon Lee Anderson, de la revista The New Yorker: “#YoTambién es el equivalente en América Latina de #MeToo. En Colombia se está produciendo un ruido en medios sobre violaciones presuntamente cometidas por el ex presidente Álvaro Uribe Vélez”.
Escuetamente, Uribe contestó: “Omito comentar sobre el burdo ataque político, he sido decente con las mujeres a lo largo de mi vida. Nuestra oficina de prensa debe publicar viajes presidenciales en cuya comitiva estuvo la señora, nombre de las personas que estaban a cargo de la seguridad y sus obligaciones”.
El Centro Democrático dio a conocer la relación de los viajes al exterior en los que Claudia formó parte de la comitiva como jefa de Prensa Internacional de la Presidencia. El documento enumera los países a los que viajaron juntos, los hoteles y las personas que integraban la comitiva. En algunos, ella se hospedaba en el mismo hotel del ex mandatario. La investigación sigue abierta.
La historia sirve como preámbulo para darles a conocer los resultados de una encuesta que elaboró BRAIN, una empresa de investigación de mercados que preside Laura Ruvalcaba. Se aplicó en diciembre de 2017 en 11 países, entre ellos México.
Denuncia que seis de cada 10 mujeres entrevistadas consideraron que sus derechos se respetan “poco o nada”. El 23 por ciento declaró haber sufrido algún tipo de violencia, ya sea física y/o psicológica, aunque en nuestro país el porcentaje se eleva al 30.
En cuanto al acoso sexual, el estudio da a conocer que el 29 por ciento aceptó haber sido víctima de esa práctica en el último año, pero en México la cifra se eleva al 46 por ciento. Las más afectadas por el acoso son las mujeres jóvenes y los lugares donde se ha realizado esa práctica son: “algún ámbito social” (18 por ciento); el trabajo (9 por ciento); el lugar de estudio (4 por ciento) y “otros sitios” (17 por ciento).
La investigación, evidencia los pendientes en la lucha por la igualdad de género y en pro de nuestro desarrollo integral y digno como personas.
Regreso al relato inicial. Me pongo en el lugar de Claudia Morales. No es nada fácil hacer pública una historia como la suya, aun cuando se reserve la identidad del agresor.
“Si usted, hombre o mujer, tiene el coraje y está rodeado de un entorno solidario, denuncie. Celebraré siempre que desgraciados como ‘Él’ y otros abusadores sean visibilizados y castigados. La revelación de mi historia es una defensa del silencio y un llamado a entender que cada uno de quienes hemos sido abusados tenemos mundos distintos”.
Respeto mucho a aquellas que han roto el silencio, como respeto también a quienes han revelado alguna parte de su infierno o a quienes han decidido -por situaciones muy personales-, callar. Sin embargo, ese silencio es también acusador. Hay gritos en el silencio y ya nadie los puede ahogar.
[1] https://www.elespectador.com/opinion/una-defensa-del-silencio-columna-734086