Mientras en el mundo se extendía la campaña #MeToo (#YoTambién) para denunciar el acoso sexual contra mujeres, en México parecía que no pasaba nada. Pero sí pasa, y mucho, por desgracia.
Por primera vez, artistas y deportistas, mujeres conocidas y reconocidas públicamente, alzaron la voz. Las actrices Karla Souza, Paola Núñez y Stephanie Sigman y la atleta Azul Almazán, denunciaron que en distintos momentos de sus carreras han sido víctimas de acoso, de violencia y hasta de violaciones.
Se trata de hechos lamentablemente comunes y dolorosamente frecuentes para el 60 por ciento de las mexicanas. Durante 2017 se incrementaron en casi 39 por ciento las llamadas de emergencia al 911 para denunciar acoso y hostigamiento sexuales.
De acuerdo con el Reporte de Información Delictiva y de Emergencias con Perspectiva de Género que elabora mes con mes el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP), el año pasado se registraron cuatro mil 415 casos, mientras que en 2016 fueron tres mil 179.
Esto significa que durante 2017, se reportaron en promedio 12 llamadas al día. Mayo fue el mes con más denuncias (458); seguido por junio (414); noviembre (401) y octubre (399).
El año anterior cerró con mil 619 carpetas de investigación por acoso y 15 mil 772 por abuso sexual en todo el territorio. Este 2018 no presenta mejores perspectivas.
Según el reporte de incidencia delictiva correspondiente a enero de este año, el delito creció 4.4 por ciento al registrarse 118 carpetas de investigación frente a las 113 del mismo mes del año anterior.
Frente a esas cifras, ¿qué significa que estas personalidades hayan hechos públicos sus casos? Pues que se ha abierto la caja de pandora, lo que podría significar un antes y un después a través del movimiento #YoTambiénMx.
Como ocurrió en el extranjero a través de #MeToo, el mensaje solidario a las víctimas era: “no están solas” y en segundo plano advertirles para no ver este tipo de actitudes como “algo normal”.
Una vez que cualquier mujer sabe que cuenta con apoyos frente a esa “anormalidad”, el siguiente paso es la presentación de las denuncias. Y ahí hay enormes retos. Se debe crear un sistema de denuncias que sea fácil y accesible.
Además, si no existe la cultura de la denuncia es también en buena medida a que las agredidas dependen de sus victimarios en lo laboral y lo económico.
Por otro lado está la revictimización. A pesar de haber pasado por experiencias de acoso, violencia y hasta de violación que son ya de por si gravísmos. Antes que las autoridades judiciales estén preocupadas en dar con los responsables, ponen en duda la veracidad de los señalamientos.
Y surgen frases como: ¿Por qué estabas sola? ¿Cómo se te ocurre caminar por la oscuridad a deshoras? ¿Por qué usaste un pantalón demasiado ajustado o una falda extremadamente corta? ¿Por qué respondiste al piropo?
Algo que representa también uno de nuestros más importantes retos es reconocer el abuso y el acoso en el ámbito de nuestras actividades cotidianas. El Grupo de Información en Reproducción Elegida (GIRE) puso en marcha una campaña, #YoNoCierroLosOjos, que incluye un decálogo que nos permite reflexionar sobre qué tanto contribuimos con esas actitudes.
La actual es una gran coyuntura en la que algo queda claro: el tema de la violencia contra las mujeres ya no puede ser ignorado, debe ser tomado en cuenta y colocado en el centro de las políticas públicas.
Ojalá que estas denuncias permitan crear el movimiento #YoTambiénMx y que esto represente nuestro despertar de una pesadilla de violencia que nunca más se debe repetir. Seamos serios, no condenemos, no juzguemos… todas tenemos (seguramente) una historia que contar.