Para mi amada María Paula Murillo en su feliz cumple.
Oprah Winfrey ha emocionado a millones con su mensaje de este domingo 7 de enero, en la entrega de los Globos de Oro, al recordarnos una sencilla e indispensable premisa para vivir una vida que valga ser vivida:
“Hablar y decir la verdad es la herramienta más poderosa que tenemos todos”.
Así de letal y de urgente es la palabra de la actriz y presentadora estadounidense, en un momento en el que supuestamente se imponen la post verdad, la información basura, las percepciones y la idea de que denunciar el acoso sexual es un exceso, una moda vulgar.
“Hablar y decir la verdad”, dijo Oprah y ese señalamiento cobra más sentido que nunca porque reivindica el valor de romper con el silencio como presunto signo de distinción femenina.
Y es que de callar se ha tratado la cultura milenaria de las mujeres en todas las razas.
Incluso en las élites económicas y políticas es donde más valor tiene el sometimiento hacia las mujeres revestido de elegante prudencia.
Y es ahí, en la punta de la pirámide social, donde debe romperse el cerco que se le impone a la palabra, el enojo, la risa, el reclamo, la carcajada y el señalamiento de las mujeres.
Por eso el discurso de Oprah desde el glamour del espectáculo planetario es una bomba contra esas élites ahora obligadas a escuchar que el tiempo de la supremacía del poder masculino sobre el silencio femenino se acabó.
Porque cuando la actriz se describe “inspirada y orgullosa por las mujeres que se han sentido empoderadas para hablar de sus experiencias de acoso”, se abre la puerta para millones que estaban resignadas a callar sus desgracias.
Pero el discurso de exaltación a la verdad pronunciada va más allá de la campaña mundial contra el abuso sexual de los empleadores de la farándula.
Se trata de una convocatoria a entender que no hay felicidad posible en el silencio, en la secrecía, en el ocultamiento de las verdades que duelen.
Por supuesto que, como bien lo escribe Javier Marías en sus novelas, el silencio es una opción siempre posible para la felicidad y el resguardo.
Pero guardar silencio por decisión propia, no debe confundirse con esa cultura de sometimiento a la palabra de los otros, a la imposición de quedarnos callados sin más alternativa que el nudo en la garganta.
Y de eso también trata este llamado de Oprah: de aprender como mujeres a pronunciarnos. En la vida pública, sí, por supuesto. Pero también en nuestro mundo privado.
Hablar de lo que somos y sentimos como hijas, madres, novias, esposas, hermanas, compañeras, amigas.
Nuestra generación es beneficiaria de ese tránsito cultural del silencio como falso emblema de buena mujer a la toma de tribuna como señal de fuerza y vida que vale la pena vivir.
Que nadie desperdicie esta oportunidad de hablar, de dialogar, de protestar, de romper el silencio en el que se ahogaron, durante siglos, millones de mujeres sometidas a la palabra de los otros.
Por eso el mensaje de Oprah entusiasma en esta hora del mundo y de México.
Hablemos. Llamemos las cosas por su nombre y elijamos libremente nuestros felices secretos.