Celebramos a las mujeres que este miércoles recibieron la medalla Hermila Galindo en la Asamblea Legislativa del Distrito Federal (ALDF), y lo hacemos compartiendo el mensaje que ahí ofreció Patricia Olamendi en nombre de las galardonadas.
Permítanme agradecer a nombre propio y de quienes hoy reciben la medalla, (Patricia Rebolledo, Ma. del Carmen Carreón, Martha Tagle, Gloria Carrillo Salinas, Ángeles Mastreta, Ma. Elena Villalobos, Arianne Muñoz, Rebeca Montiel), y a quien ya no se encuentra entre nosotras, querida Angélica Luna Parra, a todos y todas ustedes por pensar en nosotras y honrarnos el día de hoy con tan importante reconocimiento que lleva el nombre de quien hoy en día consideramos la primera feminista en México, duranguense por nacimiento, residente en la capital e impulsora y ponente del primer congreso feminista en Mérida, Hermila Galindo, la mujer que abrió brechas, que no claudicó, que recibió insultos y críticas, a la que no le reconocieron su triunfo como diputada, la revolucionaria, la defensora de los derechos políticos y también sexuales de las mujeres.
Tener un reconocimiento con su nombre, nos solo nos llena de orgullo a quienes lo recibimos, también nos obliga a mantener nuestra convicción de que la igualdad es posible, que sí podemos hombres y mujeres desarrollarnos libremente, de que prejuicios y estereotipos contra las mujeres no hacen mucho daño como sociedad e impide el desarrollo de capacidades y oportunidades para las mujeres, que desterrarlos debería ser nuestra principal tarea dentro y fuera de nuestros hogares.
Quizá, Hermila Galindo como muchas de nosotras no hacemos lo que hacemos pensando en que alguna vez alguien nos reconocería, la verdad es que la realidad en muchos casos, en el mío por ejemplo, nos ha llevado a situaciones que nunca contemplamos o a tener fortalezas que nunca supimos que teníamos, ahí nos descubrimos que había otra mujer en nosotros que sí puede vencer adversidades y que a pesar de todo contribuye con su mejor esfuerzo al bienestar de sus familias y comunidad y por supuesto del país.
Ello tendríamos que reconocerlo cuando analizamos la política económica y vemos que sin la gran contribución de las mujeres al trabajo domésticos y de cuidado -que por cierto en la Cd. de México se ha aumentado-. no remunerado, es alrededor del 13 por ciento del producto interno bruto, o que casi 3 de cada 10 hogares están sostenidos únicamente con el trabajo de una mujer, somos una de las entidades con mayor jefatura femenina, trabajo por cierto que continua siendo en promedio 27 por ciento menos pagado que el que realiza un hombre por el mismo empleo, parece que poco sirve que Banco Mundial, FMI, OCDE digan que sin las mujeres mexicanas la economía no puede sostenerse, ya que las oportunidades para nosotras son extremadamente limitadas.
A ello tenemos que sumar la expresión brutal de una cultura de desprecio a lo femenino, la violencia, que en México representa un panorama alarmante, no solo por las cifras, 7 de cada 10 mujeres viven o han vivido violencia, la violencia sexual en aumento 4 de 10, la mayoría de los casos cometidos en el seno familiar, la trata de personas cobra cientos de víctimas en niñas y adolescentes y el feminicidio expresión más cruel diariamente suma 7 vidas de mujeres, comparado con américa latina de 12 feminicidios en la región más de la mitad lo aporta la cultura machista en nuestro país. La Ciudad de México está entre los primeros lugares.
Pero lo más lamentable de este panorama muy poco alentador, es la actuación de las autoridades frente a la violencia, sobre todo de seguridad y justicia. La impunidad se expresa en una negativa de auxilio cuando la víctima acude a denunciar, en un maltrato o en la negligencia para seguir un caso o investigarlo. A pesar de contar con leyes tan avanzadas, muchas de las cuales fueron construidas y aprobadas en esta ciudad. Esto manda un mensaje negativo a la sociedad de que las mujeres, su vida y dignidad poco importan, alimentan a la impunidad, pero lo más grave es que genera en las víctimas una sensación de abandono y vulnerabilidad que impide que muchas de ellas acudan a las autoridades o decidan salir de la situación violenta en la que viven.
Afortunadamente el nivel de compromiso, entrega y trabajo voluntario que las mujeres hacemos a favor de otras mujeres en su largo y tortuoso camino a la justicia es muy significativo, ¿quién dice que las mujeres no somos solidarias? Se suman el acompañamiento en la denuncia, ante policías, ministerios públicos, jueces, el apoyo para la atención médica o psicológica, la protección para quienes son víctimas de violencia extrema, el refugio que salva vidas. Esa solidaridad que se expresa todos los días en cientos de lugares en nuestra ciudad.
Ese trabajo que realizan las organizaciones de mujeres, las abogadas y las defensoras de derechos humanos, Que construyen, proponen, hacen posible que se mantenga la esperanza de que una vida sin violencia para las mujeres puede ser una realidad.
Sí, tenemos que insistir que las mujeres en esta gran ciudad aportamos todos los días para que sea de libertades y derechos, por ello demandamos que las autoridades también hagan su mejor esfuerzo, y que nuestro poder legislativo asegure presupuestos y políticas públicas para el ejercicio pleno de nuestros derechos, libertades y el acceso a la justicia.
Hoy en tiempos de paridad democrática las mujeres por primera vez disputarán la totalidad de los cargos en elección, habrá miles de voces de mujeres proponiendo, denunciando, ejerciendo su derecho a decidir el destino de su ciudad y su país, todo ello debe ser una gran fiesta de la democracia, en donde no tenga cabida la discriminación y la violencia, confiamos en que los resultados de más mujeres al poder político nos traiga otra cultura democrática que haga posible la inclusión y la igualdad en donde podamos todas y todos realizar nuestras aspiraciones, en donde el solo hecho de ser persona sea suficiente para alcanzar sus sueños.