Marichuy representa una realidad política de México.
La consigna que el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) puso en boca de miles hace dos décadas ha regresado.
“De norte a sur, de este a oeste, ganaremos esta lucha, cueste lo que cueste!”, gritan los entusiasmados.
Pero esta vez los gritos no son para el llamado subcomandante Marcos. Esta vez no hay pasamontañas ni pipa.
Ahora se trata de una mujer madura, María de Jesús Patricio Martínez, Marichuy, a cargo de la vocería del Consejo Indígena de Gobierno.
Esa es la instancia que actualmente reivindica el legado del EZLN y que asegura representar a 523 comunidades indígenas del país.
Eso es lo que Marichuy, la vocera y aspirante a una candidatura presidencial independiente, explica en la plaza de Tepoztlán.
Procedente de Jalisco, involucrada en el denominado movimiento de resistencia indígena nacional, la activista cuenta cómo se construyó la idea de participar en el proceso electoral del 2018.
Es una mujer sencilla, sonriente y entusiasta que ahora recorre el país en busca del millón de firmas que le permitirían convertirse en la candidata presidencial del Consejo Indígena.
Este martes 21 de noviembre tuvimos la oportunidad de conocer a Marichuy durante su encuentro con activistas de organizaciones sociales de Morelos.
En su mensaje, aclaró que la promoción candidatura independiente no es una propuesta electoral.
“Es una propuesta organizativa. Y esa organización tiene que surgir de abajo, desde las comunidades, desde las regiones”, define.
La reciben con música, cuetes, caracoles y copal.
Y en el camino al quiosco de la plaza central, la zapatista es escoltada por hombres y mujeres que bailan “el brinco chinelo”, signo de resistencia indígena en la colonia española.
Ya en el acto, sus anfitriones hablan de la resistencia actual, de sus batallas exitosas y truncadas frente a inversiones privadas que, según narran, atentan contra el patrimonio cultural de Tepoztlán.
Marichuy asegura que esas experiencias de despojo son las que motivaron al Consejo Indígena de Gobierno a transformar la campaña electoral en un espacio de denuncia y organización.
“Porque solamente así vamos a poder parar tanta muerte y destrucción en nuestras comunidades. Por eso nuestra lucha no es para 2018. Porque después del 2018 se va venir esta guerra más fuerte contra nuestras comunidades”, advierte.
Explica la vocera candidata que las transnacionales que buscan hacer negocios en los pueblos originarios gozan del aval y de la complicidad de los gobiernos de todos los niveles y partidos.
Y habla de la urgencia de organizarse para defender los recursos y territorios ahora en la mira de proyectos privados.
“¿Qué es lo que nos toca? Organizarnos. Esa es la palabra que traemos. Por si pensaban que traíamos cachuchas, despensas y todo lo que les traen… Nosotros traemos trabajo. Tenemos que organizarnos, si queremos que todo lo que tenemos se siga conservando, sin contaminantes, sin despojos, sin desprecio, sin abandono, sin olvido”, argumenta.
Unos 300 asistentes escuchan emocionados a la candidata indígena. Son estudiantes universitarios, artesanas, activistas de derechos humanos, comerciantes, productores agrícolas que se identifican con esta novedosa plataforma electoral.
“¡Zapata vive! ¡La lucha sigue!”, gritan en la plaza.
¿Lograrán las firmas necesarias para que Marichuy sea incluida en la boleta presidencial?
¿Tendrán los candidatos de los partidos la sensibilidad y el talento para atender este reclamo que igual suma a decepcionados que a ilusos?
Lo cierto es que Marichuy representa una realidad política de México que decidió quitarse el pasamontañas y acercarse a las urnas y ser parte de todo lo que éstas representan: show, pelea, disputa, entusiasmo, emoción, espera, oferta, sorpresa, incertidumbre…