“Si una mujer estudia, se vuelve más rebelde”.
No podría estar más de acuerdo con ese dato que arroja el análisis “Géneros asimétricos. Representaciones y percepciones del imaginario colectivo. Encuesta Nacional de Género”, editada por la UNAM.
Y sí. Cuando una mujer -y también cuando un hombre-, adquiere mayores conocimientos, entiende sus derechos y los hace valer; exige su cumplimiento a los representantes populares y gobernantes, y deja de ser “dócil” ante las arbitrariedades y los abusos.
Hace no mucho, las mujeres no tenían acceso a los libros. Recuerdo la película Yentl, dirigida y protagonizada por Bárbara Streisand, sobre una joven judía que vive en un pueblo de Europa Oriental a principios del siglo XX.
Yentl está muy interesada en los estudios pero, en su época, la educación superior estaba vetada a las mujeres, por lo que decide cortarse el cabello y vestirse de hombre para acudir a una escuela talmúdica. No le cuento más, mejor véala si es que le gustan los musicales. Vale la pena.
Cierro el paréntesis cinematográfico y vuelvo a la encuesta de nuestra Máxima Casa de Estudios. Aunque, como escribí al principio, estoy de acuerdo con el binomio conocimiento=rebeldía, si se piensa bien, la frase encierra un tufo de machismo, sorprendente para la primera mitad del Siglo XXI.
Pero eso no es lo peor. El estudio hecho por Patricia Galeana, académica de la Facultad de Filosofía y Letras, y Patricia Vargas, de la Universidad de Guadalajara, en colaboración con el Instituto de Investigaciones Jurídicas, arroja otros datos alarmantes.
El 23 por ciento de las personas consultadas dijo que las mexicanas aún piden permiso para trabajar; 49.7 por ciento para salir solas, y casi 50 por ciento para salir de noche. Sí, como usted lee: pedir permiso.
Si pide permiso para trabajar o salir es porque forma parte de una familia, porque vive con sus padres o esposo. Si requiere trabajar, no es para quedarse con el ingreso que obtenga. Seguramente lo entrega casi de manera íntegra a quien le concede ese “permiso”. Eso se llama esclavitud.
Hay más. La encuesta cuenta con 14 variables de opinión, entre las que se encuentran: “Ser hombre y ser mujer”, “Estereotipos de género”, “Masculinidad y emociones”, “Maternidad y paternidad”, “Derechos políticos” y “Percepción del feminismo y sus efectos”, entre otros.
En el rubro “Relaciones y violencia”, el 88 por ciento de los entrevistados expresó que las agresiones “son parte de la vida familiar”. El 30 por ciento consideró que los golpes a los niños sirven “para corregirlos”; 6.4 por ciento pensó que pegarle a una mujer se justifica “cuando ella te pega” y 4.7 por ciento “cuando es necesario corregirla”. Golpes para corregir, imagínese usted.
Patricia Galeana detalló que si bien esta cifra no es resultado de la investigación, debe tomarse en cuenta para entender la realidad de la mujer mexicana actual: en la Ciudad de México, siete de cada 10 violaciones hacia mujeres ocurren al interior de la familia, y en el 90 por ciento de los casos la madre lo sabía y lo permitía por intimidación o amenaza.
“El tema pasa por una cuestión cultural porque las madres formamos a los machos mexicanos; la crianza está a nuestro cargo”, advirtió la académica.
En el rubro de “Estado civil y la organización de parejas y familias”, el 33.6 por ciento de los hombres apuntó que la maternidad es un elemento sustantivo en la “realización” del género femenino. Pero eso no es lo grave. Lo realmente preocupante es que 31.4 por ciento de las mujeres entrevistadas coinciden. Ser madre es sinónimo de “realización”.
Aunque el estudio arroja que los varones cada vez más se involucran en labores domésticas, aceptaron que lo suyo no son las tareas del hogar: prefieren actividades que exijan menor tiempo, como sacar la basura (41.9 por ciento), tender camas (41.2 por ciento), atender mascotas (36.6 por ciento) y hacer reparaciones (19.5 por ciento). Nada de lavar, preparar los alimentos o atender a los hijos.
Toda esta información habla de que nuestra sociedad todavía está basada en un modelo patriarcal y machista que se debe erradicar si es que queremos superarnos. Sin igualdad no habrá desarrollo. Y sí: las mujeres mexicanas queremos ser rebeldes y no vamos a renunciar a ese derecho.