Todxs tenemos recuerdos, imágenes en nuestra memoria, de las paredes que nos vieron crecer, el techo que contemplamos más de una vez en una tarde de nostalgia, las ventanas a través de las cuales veíamos no solo veíamos pasar no sola la vida, también a nuestros vecinos, e incluso nos daban la oportunidad de ser testigos de los que ocurría en nuestra colonia, pueblo, comunidad.
Nuestras casas, chicas, grandes, de colores, tamaños distintos; espacios físicos que dan cuesta de la vida en familia, espacio íntimo que nos da la oportunidad de ser personas; reír, enojarnos, sacar nuestras frustraciones por un mal día, abrazarnos, y porque no también gritarnos, portar nuestra ropa favorita, aquella que solamente la conocen los nuestros, aquella pijama descolorida pero que es tan cómoda y la lucimos en la intimidad.
Casa, familia, memoria; un trinomio que es la expresión del espacio doméstico, que alude a lo íntimo, a las conexiones profundas, a sentimientos, anécdotas relevantes, narraciones de personales, familiares, relaciones de coexistencia que acontecieron en ese plano, en la casa. En espacios que se fueron diseñando junto con la historia de sus habitantes, así fueron apareciendo habitaciones, remodelaciones, muebles, artículos decoraciones, recuerdos de eventos familiares o viajes. Y todo este espacio fue generando a través del tiempo identidades en sus habitantes, conexiones, sus cohabitantes se fueron instalando día, a día, mes a mes, años con año.
En la casa la comida juega un papel importante, es parte de la integración, en la que alrededor de la mesa se encuentran familiares que comparten gustos por ciertos guisos, además significa el momento de comunión en que se recuerdan anécdotas familiares.
Las casas no solo nos protegen de las inclemencias del clima, es un espacio de seguridad, protección física y emocional, que le da un sentido de pertenencia a un grupo, a una familia.
Este espacio se convierte en un refugio en que se van trazando líneas limítrofes con la familia política, con los demás parientes, e incluso con la comunidad. Los materiales con que marcamos estas fronteras van a permitir lo que queremos que se vea, lo que queremos ocultar, lo queremos ser como familia. Este contacto con el exterior está presente a través de los juegos de los niños o de las fiestas, de reuniones que celebramos en casa.
Los recuerdos importantes en la vida familiar tienen que ver con su casa, con los espacios familiares; la memoria familiar que no es un evento estático, es un proceso que se construye, se transforma según las expectativas de vida, y los contextos en los que esta se crea, los recuerdos es una constante recreación.
Las casas nos facilitan desprendernos de lo público, dejar de estar atados a las calles que nos llevan de un lado a otro, dejar de ser piezas del juego de esta gran ciudad o de la comunidad a donde pertenecemos. Llegar a nuestras casas nos posibilita salir de las masas que nublan nuestras identidades, y nos facilita poner a distancia de la comunidad.
Pero hubo casas sobre el suelo mexicano que fueron efímeras, porque hoy ya no existen.
Mayra Rojas es docente en el Instituto Tecnológico de Estudios Superiores Monterrey (Campus Estado de México), en la Universidad Iberoamericana (Cd. de México). Doctora en Ciencias Sociales y Políticas (Universidad Iberoamericana).