El publicista Edgard Schonbrunn San Vicente impartió el pasado 9 de octubre una conferencia en la Facultad de Estudios Superiores (FES) Acatlán de la UNAM, titulada “Creatividad e Innovación en Disney”, como parte de las actividades para celebrar los 30 años de la carrera de Diseño Gráfico en ese campus.
“Para ser creativo necesitas tener tiempo para pensar”, dijo en algún momento de su discurso. Consejo que él mismo no siguió, porque apenas unos segundos después pronunció la frase “sé creativo, viólate a tu mujer”, que se escucha claramente en un video –a pesar de no estar bien grabado– que se viralizó en redes sociales en medio de la crítica generalizada.
El fragmento que circuló es incomprensible, no sólo por los defectos técnicos del audio. Las palabras que anteceden a la desafortunada frase no permiten saber exactamente en qué contexto se produce ésta. Llama la atención que los presentes en el auditorio –en su mayoría alumnos y maestros de la institución– se ríen, festejando el chiste.
La conferencia fue transmitida por Facebook Live; sin embargo, fue eliminada y sólo sobrevive un pequeño fragmento que no permite dilucidar ni cuál era la forma en que violar a una mujer podría tener alguna relación con la creatividad, ni mucho menos en qué radicaba su presunta gracia. Al momento de escribir estas líneas no vi que algún asistente a la conferencia intentara explicar qué fue lo que entendió o porqué se rió, ni que tampoco su autor –consultor en el desarrollo de programas de capacitación y marketing de diversas empresas– diera su versión de lo ahí sucedido.
Lo único que conocemos son los deslindes tanto de The Walt Disney Company –la cual informó que Shönbrunn nunca ha sido su empleado– como del plantel, que así lo manifestó en un comunicado:
“Estas declaraciones no representan la posición de la FES Acatlán ni mucho menos forman parte del objetivo de la institución en un tema tan delicado”.
Aquí lo verdaderamente importante es hasta qué punto hemos normalizado la cultura de la agresión a la mujer. Grave que esa infame frase la haya dicho un “creativo” en una actividad académica, peor aún que los asistentes se rieran como si fuera simpática –y no acierto a imaginar en qué escenario podría ser así– y peor aún, que ninguna autoridad universitaria hubiera actuado en el mismo momento de la conferencia para fijar una postura reprobatoria. De hecho, ésta ocurrió sólo cuando la charla se volvió pública gracias a la denuncia en redes.
Hemos normalizado la misoginia hasta extremos imposibles en las actividades diarias, que sólo así se explica que nos permitamos aceptar este tipo de agresiones. “Son esos comentarios sutiles y cotidianos. Pueden pasar desapercibidos y mucho más si forman parte de un comportamiento habitual”, sostiene la socióloga argentina Roxana Flores. Y sí, detrás de esa normalización de la violencia verbal llega la física, la sexual.
Pero todo indica que si las instituciones logran dejar en claro su no intervención, ya no hay problema. Una vez más, el problema es lo que se evidencia. No parece importar que los catedráticos ahí presentes no se sintieran ofendidos por semejante invitación a la violencia, ni que sus alumnos tampoco se sintieran agredidos. ¿Acaso no hay responsabilidad en la institución por ello?
Sí, claro que la hay. Los espacios universitarios no deben dar ni el más mínimo espacio a la normalización de la violencia.
Un equipo de colaboración de psicólogos sociales de la Universidad de Surrey, la Universidad de Clark, la Universidad de Ghent y la Universidad de Middlesex de Londres ha investigado cómo se normaliza el humorismo sexista, la idea de que los hombres perciben a las mujeres como una diversión irónica o “inofensiva”
Datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, publicados en el portal Animal Político en este año, evidencian que en 2016 se registraron en números exactos 29 mil 725 averiguaciones y carpetas de investigación por delitos sexuales. De estos casos, doce mil 889 corresponden específicamente a denuncias por violaciones, mientras que 16 mil 836 son otros delitos como abuso sexual, pederastia, hostigamiento, etcétera.
Esto significa que en promedio en 2016, cada 24 horas se denunciaron al menos 81 nuevos casos de violencia sexual en el país. O lo que es lo mismo, entre 3 y 4 violaciones o abusos sexuales por hora. ¿Es esto motivo de chiste? No, como tampoco la creatividad debe ser excusa para la misoginia.