El Primer Ministro de Canadá, Justin Trudeau, no estaba convencido de visitar México. Sin embargo, decidió apostar su capital político para incidir en la renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte o comenzar a operar una nueva estrategia ante la posibilidad de que el TLCAN llegue a su fin.
Con México, Canadá utiliza un doble discurso. Por un lado, nos ha clasificado como una nación segura con lo que ha logrado inhibir y rechazar la mayoría de las solicitudes de refugio de mexicanos que en 2009 obligaron a la imposición de la visa. Por otro lado, mantiene una alerta de viaje para sus ciudadanos en 10 estados de la República Mexicana por la ola de violencia y presencia del crimen organizado.
La realidad mexicana contrasta con las políticas progresistas del Primer Ministro y por ello, Trudeau no quería apersonarse en nuestro país donde la inseguridad, corrupción, feminicidios, ataques contra periodistas, espionaje y violación de derechos humanos distan de los principios del gobierno liberal canadiense.
La falta de Estado de Derecho en ciertas regiones ha afectado a ciudadanos y empresas canadienses. Sus polémicas mineras pagan derecho de piso a los cárteles de la droga. Recientemente, el Comisionado Nacional de Seguridad, Renato Sales, tuvo que venir a Toronto para dar certeza a esta industria sobre sus inversiones y ofreció todo el apoyo del Estado Mexicano para protegerlas.
También ciudadanos canadienses han muerto víctimas de la violencia del crimen organizado en México. El último de ellos. Kirk Wilson, durante un tiroteo en el Centro Nocturno Blue Parrot en playa del Carmen.
A pesar de la resistencia política del Primer Ministro, los intereses económicos de su país inclinaron la balanza. Trudeau cuenta con el respaldo de los canadienses y del Parlamento para dejar el TLCAN, siempre y cuando sea en defensa de lo que conviene a su país. Con ese respaldo y bajo esa premisa, Trudeau hizo sus maletas para viajar a México y empacó su carisma, confiado de que eso bastaría para ganarse a los mexicanos.
Sin embargo, pocos repararon en el significado de la escala que Trudeau realizó en Washington para reunirse con Donald Trump antes de ir a la Ciudad de México . El mensaje fue claro: la prioridad comercial de Canadá ha sido, es y será Estados Unidos. Bajo ese contexto, la primera visita de Trudeau a México fue un asunto secundario para el Gobierno Canadiense.
Trudeau y Trump negociaron y acordaron. Las mesas seguirán pero si Estados Unidos no obtiene lo que demanda y Canadá considera inadmisible esas pretensiones entonces darán por terminado el TLCAN y ambas naciones trabajarán en nuevo acuerdo… sin México. Trudeau fue claro al decir que su país está listo para cualquier cosa. Bajo este tenso y enrarecido contexto, el Primer Ministro canadiense llegó a México. Seducidos por la fama del Primer Ministro, pocos interpretaron las señales. La prensa y los políticos se desbordaron ante su encanto.
El jueves 12 de octubre, fecha en la que la visión occidental recuerda el descubrimiento de América, Trudeau descubrió México. Después de pactar con Trump en Washington, paradójicamente acudió a depositar una ofrenda floral al Altar a la Patria, monumento que recuerda la defensa del país ante la invasión estadounidense de 1847 que culminó la pérdida de la mitad de nuestro territorio.
Después el joven Primer Ministro y su esposa, Sophie Grégoire, visitaron la Cruz Roja Mexicana de Polanco. Trudeau y su equipo vieron en los sismos de septiembre y la posterior solidaridad del pueblo de México la oportunidad de incluir en la agenda un acto que mostrará su lado humano. Su equipo había anticipado que la imagen del Primer Ministro ayudando a empacar despensas para los damnificados marcaría la visita y así fue. La prensa internacional recogió esa fotografía y la imagen le dio la vuelta al mundo. La actividad duró 10 minutos, no hubo discursos y el joven político logró su cometido.
Antes de reunirse con el Presidente Peña, Trudeau jugó otra de sus cartas. Se reunió con líderes de la sociedad civil quienes le expusieron “las graves violaciones a los derechos humanos y crímenes atroces” que a diario suceden en el país. Los activistas le pidieron su intermediación ante organismos internacionales para exigir que el Estado Mexicano cumpla con sus obligaciones de garantizar seguridad y procurar justicia. Trudeau no quería ir a México porque sabía que se enfrentaría a esa realidad y no podía ser omiso. Sin embargo, tampoco quería comprometerse y resultar incómodo para el Gobierno de México en plena renegociación del TLCAN. Estaba entre la espada y la pared. Por eso, la reunión a puerta cerrada fue la salida políticamente correcta que sus asesores encontraron para resolver el dilema y no solo eso, le dio elementos al Primer Ministro para llegar a la reunión y negociación con el Presidente Peña.
En Palacio Nacional, Trudeau cumplió el principal motivo de su visita: negociar el futuro del TLC fuera de las mesas de negociación. El Primer Ministro le expuso al Presidente Peña estar convencido de las beneficios del TLCAN pero también de la posibilidad de pensar en nuevos escenarios, incluido un nuevo acuerdo bilateral México-Canadá o utilizar las plataformas del TPP y la Alianza del Pacífico para mantener el libre comercio. Por eso, en el mensaje a medios, con una frialdad que no le caracteriza, evitó rechazar la propuesta de Trump de un acuerdo bilateral, sin México. En lo que sí coincidieron públicamente Peña y Trudeau fue en continuar en la mesa de renegociación. No obstante, las cada vez más inviables propuestas de Trump o la negativa de México de incrementar los salarios de los trabajadores del sector automotriz están haciendo difícil llegar a un buen acuerdo por lo que Canadá ya ha comenzado a trabajar en un Plan B.
En un artículo publicado en el periódico The Globe and Mail la misma mañana del jueves 12 de octubre, el Presidente de México escribió sobre la necesidad de revitalizar la relación con Canadá ante el contexto actual; mientras que en general la prensa canadiense ya analiza el futuro de Canadá sin el TLCAN.
Para cerrar su primer visita a México, Trudeau acudió al Senado de la República, instancia encargada de ratificar los tratados internacionales, Desde esa tribuna insistió en la necesidad de proponer más para lograr un ganar-ganar-ganar en la modernización del TLCAN. También reiteró que es necesario mejorar las normas laborales y los salarios de los trabajadores mexicanos. Sin embargo, los asistentes hicieron oídos sordos hipnotizados por la sola presencia del Primer Ministro canadiense.
La visita de Trudeau duró alrededor de 30 horas y se dio dos años después de haber asumido el cargo de Primer Ministro. Así son los buenos vecinos, socios y amigos.
Gabriel Ramírez, periodista mexicano en Canadá.