Es el momento de despertar del sueño llamado Norteamérica.
La vista del primer ministro de Canadá a México, Justin Trudeau la semana pasada dejó clara su habilidad de manejar agendas paralelas: una con Estados Unidos y otra con México. En el caso de nuestro país, además de su impacto mediático y elocuencia, mostró entre líneas, cuáles serán las exigencias en el corto plazo en caso de seguir bajo la dinámica de socios del Tratado de Libre Comercio de Norteamérica (TLCAN). Además de una mayor participación de las mujeres en la vida productiva del país; la defensa de las niñas y de los derechos humanos, hizo hincapié en un elemento que sin duda saldrá a la luz tarde que temprano. Me refiero al tema salarial. Trudeau afirmó en el Senado de México y ante los principales actores políticos y sociales del país lo siguiente:
“Para tener una situación de ganar, ganar, ganar es necesario que ayudemos que se consigan mejores normas y mejores salarios y mejores condiciones de trabajo”
Dicha declaración podría pasar desapercibida sino estuviéramos en un proceso de renegociación del TLCAN donde el tema salarial será sin duda un foco rojo a la hora que se aborde el tema de la competitividad. No es un secreto que muchos países han sacado provecho de lo que los clásicos de la economía llamaron “ventajas competitivas y comparativas”; México no es la excepción. Gran parte de los flujos de la Inversión Extranjera Directa (IED) que llega a México es precisamente por estas razones. Nuestro país tiene una ventaja competitiva, entre otras, que se expresa en los salarios (castigados) bajos de los trabajadores y una ventaja comparativa por su ubicación geográfica (cercanía con Estados Unidos) que trae múltiples beneficios a las industrias que se instalan en territorio nacional, ya sea a través de la logística o las facilidades que ofrece el TLCAN para integrarse a la cadena de valor, aprovechando las reglas de origen, que por cierto, posiblemente cambien por presión de Estados Unidos, o bien, podrían ser el motivo de una fricción entre las tres delegaciones a la hora de abordar el tema y llevarlo a la mesa de la negociación.
Si bien es cierto el Primer Ministro de Canadá es un personaje carismático, sabe perfectamente cómo tratar a sus interlocutores. No nos extrañe que el tema salarial o el de derechos humanos sea un motivo más en la agenda de negociaciones (ya anunciada, por cierto) que se incluya a la larga lista de preocupaciones para nuestro gobierno en esta cuarta ronda que está a punto de terminar y que de acuerdo a lo que observo, será el punto de quiebre del futuro (continuidad o muerte) del TLCAN. Ante este escenario, México tendrá que buscar otro tipo de ventajas competitivas y comparativas dejando a un lado, las que por una razón u otra han sido la columna vertebral de nuestras negociaciones comerciales internacionales.
Quizá es el momento de despertar del sueño llamado Norteamérica y enfocar nuestros esfuerzos a emprender una diversificación real de nuestras relaciones económicas internacionales partiendo de esta experiencia. Ojalá y así sea, de lo contrario seguiremos cayendo en el juego de la zanahoria con socios que en el fondo no lo son. Muestra de ello fue el silencio de Canadá cuando Trump vertió sus baterías hacia miles de indocumentados mexicanos, o peor aún, en el caso de los jóvenes soñadores que se encuentran en una incertidumbre total de su condición migratoria. Del trato que reciben miles de trabajadores temporales mexicanos que van a Canadá a laborar anualmente, mejor ni hablamos.
Adolfo Laborde. Analista Internacional. Profesor Investigador de la Facultad de Economía y Negocios de la Universidad Anáhuac.