¿El engaño en línea debe doler menos que uno real?
Me dijo: “Confía en mí. El pasado no importa. A partir de hoy sólo somos el presente para tener un futuro feliz. Mientras que tu pasado no interfiera con nuestro presente, todo estará bien”. No me daba cuenta que el suyo estaba ahí, todos los días, listo para hacerse notar a través de su ex mujer, quien lo atormentaba y manipulaba a su antojo usando a su hija como anzuelo, a quien llamaba el amor de su vida.
–¿Quién es ella?
–¿De quién hablas?
–Pues de esa mujer que te pone “like” y comentarios en todo lo que “posteas” en Facebook.
Noté que se puso nervioso.
–“¡Ahhh!, ya sé de quién hablas. Es una mujer lesbiana que conocí en el curso de la Cruz Roja.”
Una noche regresa a casa muy enojado pues había tenido un problema grave con su ex mujer. Me dijo que ella llegó borracha y le gritaba frente a su hija diciéndole que la tenía abandonada. No quería hablar más. Se sirvió una cuba, encendió su computadora y se sentó en la mesa de la cocina. Me pidió que lo dejara tranquilo. Como considero que es muy importante respetar los espacios del otro en esos momentos para que encuentre la paz, le dije que lo esperaba en la cama y me retiré. Contestó que iría pronto a dormir.
A las 3 de la mañana me desperté al escuchar un ruido extraño en la cocina. Me levanté y al acercarme alcancé a ver que estaba chateando con esa mujer. Era fácil darse cuenta pues ella tenía una foto de perfil en la que sólo se veían sus piernas en unas medias de encaje negro. Al acercarme, cerró su computadora y con unos ojos que dicen en silencio que te van a matar, me preguntó por qué estaba ahí y me exigió, en un tono fuerte, que regresara a la cama.
Sentí que llegó a dormir a las cinco. Desperté temprano, como siempre, y en la cocina quedaba sólo un poquito del litro de ron que había abierto en la noche. En la mesa, su celular.
Advierto que nunca he sido partícipe de aquellos que espían letras ajenas, pues sé que el que busca, encuentra. La confianza es la base de cualquier relación, amorosa o amistosa. No deben abrirse cartas, ver correos o conversaciones ajenas.
El día anterior había visto por primera vez cuál era la clave de su celular. Las medias negras de encaje pedían que mis manos corrieran temblando a leer lo que había imaginado. No podía evitarlo. Comentaban cómo habían disfrutado bailar juntos, cómo estaban solos en ese momento y él le decía que le acariciaba los pies y le recorría con besos todo su cuerpo. Se atrevía a decirle todas aquellas palabras que me suspiraba al estar conmigo en lo más íntimo y que eran “mías”. Quedaron en verse en unos días para “terminar su sorpresa”.
Calmé mi respiración y taquicardia, mis neuronas me permitieron sacar fotos de la conversación y mandármelas a mi celular, no sin antes borrar del suyo los envíos. Fui a despertarlo cariñosamente de su borrachera “amorosa” y cuando reaccionó, me levanté rápido de la cama exigiéndole que se fuera de casa en ese instante. Entre su olor a alcohol y lagañas preguntaba por qué, no entendía qué me sucedía.
—¿Estás seguro no saber de qué hablo?
–Seguro.
–¡Pues escucha!
Le leí la conversación. Inmóvil, en silencio, sólo fumaba… no podía verme a los ojos.
—Y… a todo esto, ¿no que tu amiguita era lesbiana?
–Sí, lo es… y si quieres confírmalo, ¡pregúntale!
Frente a él, escribí:
–Mi marido dice que eres lesbiana. ¿Te parece bien meterte con hombres que tienen pareja?
–Pues soy lesbiana y bisexual. Si no quieres que se metan con tu hombre, cuídalo.
No tardaron sus mensajes ofreciendo disculpas y asumiendo su gran error. Su justificación: no saber qué hacía pues estaba borracho, estaba muy enojado con su ex mujer y que no me había engañado pues la conversación era virtual.
Entonces, ¿su pasado estaba presente afectando nuestra relación? ¿El engaño en línea debe doler menos que uno real? ¿No se había excitado al besarle los pies? ¿No había quedado de verse con ella en unos días para terminar lo iniciado a través de las palabras?
Me enseñaron desde chica a no hacer a otros lo que no quieres que te hagan a ti. Sea quien sea, con la profesión y preferencia sexual que quiera, a esa mujer lesbiana bisexual le pregunto: ¿Por qué meterse con hombres casados? ¿Justificarlo diciendo que debía cuidar a mi pareja? ¿De qué? ¿De quién? ¿Tiene idea de lo que era vivir con ese hombre?
Al echarlo de mi vida, todavía se atrevió a pedirme que eliminara las fotos, cosa que dije hacer y que, no sé por qué, decidí guardar; diciéndome que si no lo hacía, él podía inventar muchas historias sobre mí y publicarlas. No pude confiar más en quien me engañaba y me juraba amor eterno y respeto. Su pasado y su relación virtual terminaron una relación de muchos años. Aprendí que las relaciones terminan en cuanto no hay confianza.
Sé que ahora vive en otra ciudad y está “casado”, aunque no firmó ningún papel ante juez. Seguramente le dijo a su señora lo mismo que a mí, creerá que debe vivir sólo el presente y debe haberla engañado. ¡Pobre! No sabe lo que tiene y lo que le espera.
He aprendido que nuestro pasado hace de nosotros quienes somos. Hay que aprender de él para no equivocarnos de nuevo y vivir un maravilloso presente. Me he prometido nunca buscar donde no debo. Aun así, no me arrepiento de haberlo hecho.
Citlalli Berruecos. Tiene estudios de Sociología en la UNAM y la Universidad Complutense de Madrid, España. Licenciatura en Lengua y Literatura Inglesa, UNAM. Maestría en Educación con especialidad en Educación a Distancia, Universidad de Athabasca, Canadá.