Ayer comenzó la cuenta regresiva para la celebración de medio siglo del movimiento estudiantil de 1968, en el que participaron integrantes de la UNAM y del IPN, intelectuales, obreros y profesionistas, y que fue reprimido por el gobierno en la Plaza de las Tres Culturas. Cada año, miles marchan enarbolando la consigna “No se olvida”, aunque la participación femenina no suele beneficiarse mucho de este ejercicio de memoria.
En el arranque del movimiento, entre el 22 y 30 de julio de 1968, la mujer participó escasamente, al tratarse de enfrentamientos en las vocacionales. La presencia femenina se incrementó después del apoyo del rector Javier Barrios Sierra a los estudiantes. A pesar de ello, las mujeres no suelen ser muy mencionadas en las notas que recuerdan aquel episodio.
De hecho, cuando se habla de los líderes y participantes destacados, suelen repetirse los nombres de Raúl Álvarez Garín, Luis González de Alba, Gilberto Guevara Niebla o Marcelino Perelló. No han tenido la misma cobertura Roberta Avendaño “La Tita”, Ana Ignacia Rodríguez Márquez “La Nacha”, Cecilia Naranjo y Mika Seeger, por mencionar algunas.
Vale la pena recordar el contexto: en 1968 todavía no pasaban siquiera 15 años de que la mujer había podido ejercer su derecho al voto. Las universitarias enfrentaban así una doble lucha. Por una parte estaba la batalla cultural por romper contra la sociedad tradicional autoritaria y, por la otra, que la visión de género aún no era un tema de agenda, ni siquiera dentro de un movimiento tan progresista para su época.
Las mujeres universitarias en los sesenta fueron testigos y paulatinamente se transformaron en protagonistas. Mucho tuvo que ver la creciente feminización de la matrícula escolar a partir de entonces. Es dentro de las universidades donde se gesta buena parte de la batalla por la equidad y las demandas por el derecho de la mujer a decidir sobre su cuerpo, entre otras reivindicaciones.
Hace apenas unas semanas, las calles de la Ciudad de México se desbordaron de jóvenes que apoyaron a las víctimas del terremoto. Destacó la presencia de mujeres colaborando con un casco puesto, ayudando a remover escombros de los edificios colapsados en búsqueda de sobrevivientes. No ejercieron un rol de apoyo en labores sencillas, como corresponde al estereotipo, sino que trabajaron a la par de los hombres.
Si bien hemos avanzado mucho desde aquel 68, en cuanto a visión de género, no podemos hablar de una victoria segura. Aun cuando la mujer ha sabido empoderarse, no olvidenos que aún hay varios rubros de la vida pública en el que se le pretende relegar.
Así ha ocurrido desde la época de la Revolución Mexicana, cuando Venustiano Carranza desplazó al olvido histórico a una mujer icónica como Hermila Galindo. En el 68 las mujeres sufrieron el acoso policiaco tanto como los hombres, pero los nombres de las lideresas pasaron a segundo plano en los archivos.
La próxima celebración del cincuentenario es un buen momento para reparar esa omisión. Que la memoria nos dé no sólo para recordar a los caídos, sino para dejar en claro que la igualdad es una lucha que no se olvida.