No había superado el tercer grado de primaria cuando mi devoción por la mujer comienza a detonar en mí un sentimiento que me vivifica por dentro, mismo que, gracias a la vida, permanece hasta ahora.
Mis primeros referentes son mi madre y mi abuela; en la juventud, mis escasos amoríos, mis lecturas (donde destaca la mujer más inteligente que ha dado este país: Sor Juana Inés de la Cruz) ya en la madurez; María, la madre de mis hijos; Diana, la hija más buena y hermosa de este lado de la galaxia; Liliana, enorme guerrera; Annabel Clavellina, fémina todo terreno; Elia Annel, talento e inteligencia; Iris, linda dama venezolana, que a pesar de vivir en Europa es mi guía y no suelta mi mano y mis compañeras de MUJERESMÁS.MX, ejemplo por demás sobresaliente.
En estos días de congoja y reflexión me acerco al baúl de los recuerdos para extraer el de una muchacha que conocí hace algunos años. La primera noticia que tuve de ella fue gracias a una nota periodística, donde se ofrecía detalle del concierto que la Sinfónica del Estado de México realizaría en Bellas Artes.
El entonces director del conjunto mexiquense, Eduardo Diazmuñoz, y quien relata, convenimos en invitar a la autora de la información a los programas sucesivos del grupo, merced a la buena manufactura de su trabajo informativo. Aceptó y se presentó en nuestras oficinas en Toluca. Era de tez morena y esbelta, no era una mujer que llamara la atención por su atractivo externo, pero a primera vista se percibía su carácter firme. Luego comprobaría que la mitad de su belleza era su bondad.
Pero no solamente serían estas virtudes con las cuales Tere se ganaría la admiración y el respeto de músicos, funcionarios y demás personal de la orquesta, también su alegría, cordialidad y su gran compañerismo serían las cualidades que la harían ganarse los alias de “la muchacha alegre” o “ángel sin alas”.
Así, compartimos con Tere giras de trabajo por diversos foros de la Ciudad de México, de los municipios mexiquenses y de algunas ciudades de diferentes regiones nacionales. Durante casi un año conocí facetas agradables de una joven seducida por Chapultepec, el olor de los jacintos y la música de los Beatles.
Quizá una condición sobresalía por sobre otras que bien la identificaban: la generosidad. A la menor provocación, con cualquier pretexto y sin anestesia, Tere cortaba cartucho y disparaba a bocajarro regalos a todo el mortal que se le cruzara en el camino. Desde una paleta, hasta un libro, pasando por algún objeto de piel.
Después del tiempo acordado, renunció a la OSEM. Pasaron un par de años para saber de ella otra vez y fue, asimismo, en una nota de periódico. Una columna cultural apenas destacaba: “Enviamos a la familia Soriano nuestro más sentido pésame por el deceso de uno de sus familiares: nuestra compañera Teresa, ocurrido anteayer en esta ciudad”.
No sin cierta conmoción, me entregué a la tarea de buscar el obsequio que Tere me hiciera, luego de una de sus visitas de trabajo a Oaxaca. Al cabo de unas horas y con la tristeza aún de mi mano, experimenté cierto alivio al constatar que Paco, mi hijo, llevaba consigo una cartera de piel de becerro.
Cut Domínguez. Es periodista cultural. Ha dirigido espacios como la jefatura de Prensa de Difusión Cultural de la UNAM; coordinador de Prensa en la Ciudad de México del Festival Internacional Cervantino; Subdirector de Difusión del Polyforum Cultural Siqueiros; Jefe de Prensa de la Orquesta de Cámara de Bellas Artes. Asimismo, ha sido colaborador de diarios y revistas nacionales.