Después de los sismos del 7 y 19 de septiembre, la tesis de Guillermo del Toro se confirma: México es un país sin grandes políticos. La tragedia no solo mostró la falta de sensibilidad de la clase política ante la emergencia, sino también su perversidad al defender la reasignación del presupuesto para campañas hacia los afectados o acaparar la ayuda humanitaria con fines político-electorales.
Sin embargo, el idealismo del cineasta encuentra eco en el momento en el que los mexicanos comienzan a rescatar sobrevivientes antes que las autoridades, donan lo necesario para ayudar al prójimo, realizan tareas de acopio y crean brigadas para entregar la ayuda.
En los últimos días hemos sido testigos de lo que Del Toro denomina: “momentos de humanidad”, esos que surgen cuando eres capaz de interactuar con quien es diferente o incluso opuesto a ti. Para el director de “Cronos” y “El Espinazo del Diablo”, la recomposición social del país solo es posible en la medida de cada uno de nosotros “haga una excepción al día” pensando en los demás. Luego de los terremotos, el también productor cinematográfico puso a disposición de la gente su cuenta de Twitter para la publicación de mensajes urgentes.
A continuación compartimos en resumen la conversación con Guillermo del Toro durante la pasada edición del Festival Internacional de Cine de Toronto. En la charla realizada entre los dos sismos que han conmocionado a México, el cineasta hizo un análisis del país y del mundo, desde su manera muy particular de concebir la realidad y lo que le ha valido ser considerado como un genio del cine de nuestros tiempos.
México, un país sin grandes políticos
Para Guillermo del Toro, México es un país sin grandes políticos. Desde su perspectiva, esto representa un doloroso acertijo existencial ya que a pesar de tener prolíficos escritores, pensadores, músicos, deportistas y científicos, nuestra tierra no ha visto nacer a un solo estadista en tiempos recientes. Afirma que es inaceptable que en un territorio tan extenso la clase política sea uniforme. Dice que esta realidad podría entenderse en repúblicas que son la décima parte del tamaño de México; sin embargo, la gran interrogante es: ¿por qué si en todos los ámbitos tenemos excepciones no hay excepciones en la clase política?
Para el director de “La Forma del Agua” quizá el último gran político fue Lázaro Cárdenas quien generó riqueza, impulsó el progreso y promovió la identidad nacional.
La perversión de la clase política
En México no sólo no hay grandes políticos sino que, peor aún, la clase política se ha pervertido y actúa en sentido contrario a las necesidades de la gente, asegura tajantemente Del Toro.
El cineasta va más allá y se cuestiona: “¿Qué clase de sociopatía regimentada puede existir de manera institucional para tener la imposibilidad de conectar de manera urgente con la necesidad que está al lado de tu pinche Mercedes en Insurgentes? Pudiendo conectar en cada cuadra con el mundo. Es incomprensible que (los políticos) no lo hagan,” se lamenta.
Por ello, el director de “El Laberinto del Fauno” y “Hellboy” es contundente cuando se le pregunta por el actual Gobierno: “Es aterrador porque su función es contraria a sus obligaciones.”
La acumulación y normalización de las atrocidades
Durante la conversación, Guillermo del Toro expresa su preocupación y dolor por lo que sucede en México y lo que llama “la acumulación y normalización de las atrocidades que suceden diariamente en el país”. Reconoce que la realidad mexicana lo hace sentir “conceptualmente rebasado.”
Afirma que en el pasado había un pacto básico que permitía la convivencia social y ante cualquier problema, omisión o mala decisión del Gobierno se podía ejercer una presión sobre él a través de medios internacionales para revertir o encausar las políticas. Sin embargo, reconoce que en tiempos de la post verdad esta estrategia ha perdido su efecto.
La descomposición social
Una de las mayores preocupaciones de Guillermo del Toro es la descomposición social. Considera que “los eslabones del ADN de la sociedad mexicana están rotos en muchos niveles” y reflexiona sobre la fijación de los bienes materiales que no llevan a la felicidad: “¿Cuándo es suficiente? ¿Cuántas pinches casas necesitas en Florida o en Houston o cuántos carros? ¿En qué momento como ser humano entiendes que se puede ser tan pobre que lo único que tengas es lana?”, se pregunta el cineasta.
Sí se puede
Sin embargo, Del Toro es idealista y está convencido de que sí se puede reintegrar esa cadena de ADN. Tal vez no remediar pero al menos ralentizar su descomposición.
Es un convencido de que cada quién debe hacer lo que pueda desde su trinchera. Adelantó que en el Festival Internacional de Cine de Morelia presentará un proyecto dirigido a la juventud. Es la manera en que busca contribuir a lo que los políticos llaman la recomposición del tejido social. Con coraje y esperanza el tapatío expresa: “Toda la gente podemos hacer una excepción al día y hay que hacerla… Se me va a subir la bilirrubina”, dijo en tono molesto para después soltar una ligera risa que le sirve para calmarse, distensar el ambiente y continuar con la charla.
El humor y la plasticidad
Del Toro confiesa que el humor y la plasticidad son las dos cosas que lo han salvado en las peores crisis, incluido el secuestro de su padre en Guadalajara en 1997. A la plasticidad la define como la capacidad y la apertura para conocer, escuchar, comprender y modificar una posición o una visión largamente asumida. “Lo que para alguien es monstruoso para otro es bellísimo. El defecto y la virtud son exactamente la misma cosa”.
Para dar un ejemplo, comparte que su más reciente película “La Forma del Agua”, la imaginó durante 40 años desde una sola óptica. Sin embargo, fue en un desayuno con el productor Daniel Kraus donde por fin encontró otro camino para abordar la historia.
Por ello, hoy está convencido que la plasticidad es la clave para encontrar soluciones ya que permite a escritores, comunicadores, narradores, deportistas o científicos la posibilidad de “ofrecer algo que le da la vuelta a una sola visión”.
El 2018
A lo largo de la hora que duró la conversación, Del Toro retomó el tema político en México. Afirmó que en 2018 cumplirá con su derecho de votar pero aclaró que no hará proselitismo por ningún candidato. Considera que la decisión será difícil porque ante la situación del país, la elección y el candidato ya no son un factor. Aconseja a la gente preguntarse: “¿Para mí quién es un gran político?”. Y recuerda que para los griegos la responsabilidad de gobierno era una responsabilidad ciudadana. No obstante, de cara al proceso electoral apunta que “lo único que se puede hacer es lo que no hemos hecho, sin que esto represente que sea la salida” y sentencia: “una definición de locura es hacer lo mismo esperando resultados diferentes”.
Cine e ideología
Si bien nació en Guadalajara y está orgulloso de sus raíces, Guillermo del Toro es un ciudadano global. Revela que desde el secuestro de su padre no está más de seis días en un solo lugar. Su vida ocurre entre Guadalajara, Los Angeles, Toronto y Venecia. Esta experiencia lo ha hecho pronunciarse públicamente en contra de las ideologías basadas en la especificidad que exaltan y denostan las diferencias de raza, sexo, partido político, etc.. También contra la geografía, las fronteras y los falsos valores nacionalistas.
Afirma que el discurso nacionalista es peligroso sobre todo “cuando habla de pureza o utiliza palabras que suenan muy bien pero que son inalcanzables: la tierra madre, la madre patria, heroísmo, porque en ninguna guerra hay heroísmo, en las guerras hay dolor, dolor y más dolor, pero se inventan ciertas cosas para controlar; entonces el nacionalismo está lleno de palabras bonitas y hechos profundamente trágicos”.
A propósito de las ideologías, para el cineasta mexicano el mundo vive una regresión con Donald Trump. “En un año y medio el reloj ha retrocedido 30 años”. Adicionalmente, considera que a nivel internacional se están desarticulando al mismo tiempo los tratados básicos de la política, economía y ecología. “Es una desestructuración global”, añade.
En este contexto, dice que la única manera de hablar de estos temas “sin crispar y llegar de la manera más limpia al alma de las personas” es a través de la fábula y la parábola porque son géneros que anulan la especificidad y se basan en la generalidad.
Precisamente, explica que “La Forma del Agua” que próximamente se estrenará en México, surge de “una angustia y necesidad personal de hablar de lo que está pasando”.
En su más reciente cinta, Del Toro cuenta la historia de una mujer muda que limpia un laboratorio secreto del Gobierno de Estados Unidos y adonde llega una criatura marina. El relato está situado durante la Guerra Fría, periodo donde de acuerdo con Del Toro se gesta el espíritu nacionalista y supremacista americano. Sin embargo, a pesar de sus diferencias, entre ambos personajes del filme se establece una conexión. Y es que para Guillermo “si logras vivir con el que defines opuesto, encuentras los momentos de humanidad comunes. Pero, si el odio es suficientemente grande para separarte, entonces no los vas a hallar.”
Para Del Toro, si la humanidad logra “aguantar como especie (lo que estamos viviendo) vamos a pasar de la adolescencia a la edad adulta, pero ahora estamos en los 17 (años)”.
Columna de Gabriel Ramírez, periodista mexicano en Canadá.