Muchas páginas se escribirán sobre este tema. La comentocracia migrará de tema; condenará, predicará y dará pautas. Eso no es suficiente. Mucho protagonismo, poca eficiencia. Es un tema de cultura organizacional.
Si bien es cierto, los mexicanos hemos tenido varios eventos catastróficos donde sacamos el espíritu y el temple, esto, lamentablemente tiene fecha de caducidad. Mi intención no es criticar por criticar. Hago un recuento desde mi experiencia para partir de ellos y tomar ésta como punto de partida para un cambio real en nuestro país que traiga consigo reconciliación, proyecto de nación incluyente y paz social. El resto viene solo.
Contextualizo solo un ejemplo sin mencionar los hechos del sismo del 19 de septiembre de 1985 y los movimientos de la década del 2000 en contra de la inseguridad en México.
En el año de 1987, a la edad de 15 años, participé en el movimiento estudiantil de la Universidad Nacional Autónoma de México que se organizó para rechazar las reformas del entonces Rector Jorge Carpizo, quien a través del documento “Fortalezas y debilidades de la UNAM” movilizó a la gran comunidad universitaria.
El movimiento tuvo un gran impacto y logró echar atrás dichas reformas. Participé en brigadas que cuidaron escuelas, recolectaron dinero, víveres y participé en muchas asambleas y marchas. El movimiento murió. Muchos líderes se incorporaron al activismo político. Sus nombres, hechos y legado lo conocemos todos. Se desperdició aquella generación de jóvenes. La de hoy, tiene la oportunidad de trascender y ser el punto de quiebre hacia el cambio de la sociedad mexicana.
La pregunta es: ¿Por qué mueren los movimientos de la sociedad civil en México? La respuesta no la tengo, sin embargo, pienso que a través de la experiencia internacional podemos vernos en el espejo.
Conozco muy bien el caso de Japón. Ese país se recuperó de una devastación total después de la Segunda Guerra Mundial (1945). Otros sucesos trágicos lo han afectado. El terremoto de Kobe (Hanshin) de 1995 y los efectos devastadores del tsunami del año de 2012. ¿Cuál es la diferencia entre la sociedad japonesa y la mexicana ante las catástrofes? Sencillo. El seguimiento, planeación y compromiso de todos los actores de la sociedad. Eso es lo que se necesita. Aprovechar esta coyuntura para que el empoderamiento de la sociedad no se diluya, será una gran tarea de todos. Cada quien sabe qué hacer. Comencemos con transferir el poder y recursos de los partidos políticos a la sociedad y reconstrucción. Quizá hoy más que nunca un candidato salido de la sociedad civil sea una opción. México necesita un hecho histórico disruptivo para el cambio real; el 19 de septiembre de 2017 es fecha para ello.
Adolfo Laborde. Analista internacional. Profesor Investigador de la Facultad de Economía y Negocios de la Universidad Anáhuac http://adolfolaborde.com/