En política exterior nada es fortuito. A raíz de la sacudida del proceso de negociación del Tratado de Libre Comercio de Norteamérica (TLCAN) y la complicación en otros temas en la agenda con los Estados Unidos (DACA, muro, frialdad en la interlocución bilateral), nuestra cancillería al mando de Luis Videgaray ha reaccionado.
Además de la alineación con otras dependencias gubernamentales, que en otro momento competían por el protagonismo de los asuntos en el exterior, como lo es el caso de la Secretaría de Economía (SE), el activismo del Canciller mediante visitas a Estados Unidos para hacer frente al tema de DACA y del TLCAN, se ha emprendido en una serie de estrategias para cumplir el objetivo de la diversificación de las relaciones económicas y políticas internacionales de México.
La reciente visita a México del Primer Ministro israelí Benjamín Netanyahu, abona a este esfuerzo. A pesar de que hay riesgos claros en esta visita, pienso que México optó por el camino del pragmatismo en el sentido más amplio de la palabra. Quizá la serie de fenómenos que paralelamente se dieron en la visita; es decir, el terremoto que afectó mayoritariamente a Oaxaca y Chiapas, así como los huracanes en el Océano Pacífico y el Golfo de México, la opacaron. No se le prestó atención y los medios de comunicación estaban más enfocados a los temas locales. Esto se entiende; sin embargo, esta visita cambia la posición de México con respecto a lo que en otras regiones del mundo acontece.
Si bien es cierto hubo protestas por la vista, éstas no la descarrilaron. A partir de hoy, México tendrá que tener posturas más activas en temas de la agenda global que antes los observábamos con cautela y conservadurismo. Los principios de la política exterior nos escudaban. Hoy no será así. Vendrán consecuencias y retos que nuestra diplomacia tendrá que enfrentar. Un ejemplo es el conflicto árabe-israelí y el tema palestino, incluyendo Gaza, así como los problemas derivados de ello.
Supongo que estos escenarios ya han sido contemplados y se tienen estrategias para enfrentar estas situaciones. No debemos olvidar que una mala decisión podría acarrearnos serios problemas tal y como sucedió cuando México votó a favor de reconocer que el sionismo era una forma de racismo en la Asamblea General de las Organización de Naciones Unidas en el año de 1975, promovida por un grupo de países árabes y la extinta Unión Soviética. El resultado para México fue catastrófico en materia turística (boicot) y una mala señal con respecto a la comunidad judía radicada en México.
La coyuntura ha cambiado. Nos encontramos en otro momento histórico y México debe de estar consciente de la importancia y aportaciones económicas y culturales de la comunidad judía en México. El siguiente paso es dinamizar la relación económica a través del relanzamiento del Tratado de Libre Comercio que se tiene con ellos y que desde el año 2000, según fuentes de la Secretaría de Economía, se ha pasado de un comercio de 27.2 millones de dólares a 51.5 millones de dólares en importaciones, y de 4.3 millones de dólares a 17.1 millones de dólares en exportaciones con ese país.
Sin duda, hay mucho que hacer para que la relación con Israel pueda ser un contrapeso importante a la dependencia de México al mercado de Norteamérica. No desperdiciemos esta oportunidad. Ante la coyuntura por la cual atraviesa México, todo suma.
Adolfo Laborde. Analista internacional. Profesor Investigador de la Facultad de Economía y Negocios de la Universidad Anáhuac http://adolfolaborde.com/
