Tras su segunda visita ─el pasado lunes─ a los municipios más afectados por el sismo en Chiapas y Oaxaca, el presidente Enrique Peña Nieto dio a conocer el plan de acción del Gobierno Federal para atender la emergencia, el cual se pondrá en marcha en tres fases o etapas escalonadas que, a la postre, permitirán la reconstrucción de las zonas hoy derruidas.
La primera y más urgente es atender las necesidades básicas de los más de 2 millones de damnificados, proveyéndolos de alimentación y resguardo a través de comedores temporales y albergues.
La noche del 7 de septiembre y en cuestión de minutos, miles de familias perdieron todo lo que tenían. En la mayoría de los casos, lo único que los hacía ser “humanos”.
Si pensamos en las condiciones que nos hacen diferentes del resto de los seres vivos, sin duda, dos de las más básicas son éstas: ingerir alimentos preparados (o pasados por fuego) y vivir bajo un techo. Si una persona no cuenta con esas dos condiciones, su “humanización” no es posible.
Al observar la desolación en los rostros de miles de mujeres, hombres y niños que tras el desastre duermen a la intemperie o en locales improvisados como albergues, y que se forman para recibir un paquete mínimo de víveres, pienso en la titánica tarea que será alimentarlos. Una misión que, por encargo del Ejecutivo, ha recaído en las instancias de la Sedesol, la Sedena y la Marina.
Me pregunto cuánto tiempo habrá de pasar antes de que las mujeres oaxaqueñas o chiapanecas vuelvan a encender un fogón para cocinarles a sus hijos, bajo un techo propio. Sin duda, mucho. Hoy, más que antes, “comer para vivir” es lo urgente y lo único imponderable para los habitantes más pobres y damnificados en Oaxaca, Chiapas y Tabasco.
Pero, ¿quién y cómo alimentan a miles de personas en situación de emergencia?
En principio, esas instancias designadas por el gobierno ─que por ley son las encargadas de operar la ayuda en casos y situaciones de desastre─ se coordinan no sólo para hacer llegar los insumos necesarios o víveres a las localidades afectadas, sino también para que éstos sean preparados higiénicamente y convertidos en alimentos comestibles. Una ruta en la que participan elementos del Ejército, delegados foráneos y locales, así como miles de voluntarios.
El Ejército mexicano, por ejemplo, hasta el martes había instalado 13 cocinas comunitarias y la Sedesol 32 comedores, en los cuales se atendía a 22 de los 41 municipios afectados por el sismo.
El personal militar capacita a cocineros voluntarios en la administración del comedor, medidas de higiene, preparación y distribución de la comida, así como en la elaboración de alimentos.
De acuerdo con la página de la Sedesol, hasta el jueves en Oaxaca se habían repartido más de 200 toneladas de alimentos y agua potable, tanto en los comedores como en los albergues temporales, al tiempo que se han repartido productos de canasta básica a más de 25 familias afectadas. También Liconsa ha entregado 392 mil litros de agua potable y 20 mil litros de leche en polvo.
Especialistas de la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (Cofepris) son los encargados de vigilar aspectos como la higiene de alimentos, calidad del agua y saneamiento básico, realizando evaluaciones a plantas purificadoras de agua, mercados públicos, centros de preparación de alimentos, refugios temporales, vendedores ambulantes, así como a los albergues y comedores temporales.
Como se puede notar, son muchas las instancias involucradas en operar la primera etapa y también varios los factores a tomar en cuenta para que se cumpla exitosamente.
Aunque no podemos obviar el hecho de que la pobreza y la marginalidad de las zonas afectadas fueron factores determinantes para su actual desgracia, tampoco se puede negar que el Estado cuenta con una infraestructura específica y los recursos humanos necesarios con experiencia para actuar y operar en situaciones de desastre.
Seguramente usted, como yo, tiene más que resueltas las dos condiciones humanas arriba mencionadas. Por lo tanto, creo que lo lógico es que sienta compasión y solidaridad hacia los damnificados. Entonces, supongo que ya puso sus “granitos de arroz” camino al Istmo de Tehuantepec.