Tan frágiles como hojas que mueve y derriba el viento nos sentimos ante la furia de la naturaleza que en unos cuantos días nos hizo enfrentar, otra vez, ese miedo que paraliza hasta el punto de reconocer qué tan pequeños somos (¡muy pequeños!).
De nuevo, la fuerza de la lluvia y el rugir de la Tierra volvió a demostrar que los pobres son los que siempre pierden. ¿Dónde escuché que en una década más México no tendría gente con hambre, con casas que no se derrumbaran o rostros con dolor de muerte?
¿A quién le reclamamos el casi centenar de personas muertas a consecuencia del terremoto de magnitud 8.2 que sacudió al país dejando a su paso una estela de sufrimiento por los hombres, mujeres y niños sepultados bajo los escombros de sus humildes viviendas? ¿A quién le reclamamos el dolor de ancianas gritando el nombre de sus hijos perdidos en la oscuridad de la amarga noche? ¿A quién le reclamamos que los pobres sigan padeciendo frío mientras duermen en albergues porque no tendrán más un techo para cubrirlos?
¿A quién le reclamamos que la Tierra emita, a través de huracanes, granizadas, deslaves, tsunamis, tornados, inundaciones, sismos y desbordamientos de ríos, aullidos de auxilio porque, al igual que los pobres, también muere poco a poco ante la estupidez humana que contamina mares, destruye selvas, mata especies animales y crea bombas nucleares para demostrar cuáles son los gobiernos más “fuertes y poderosos”?
¿A quién le reclamamos que los investigadores pierdan el piso para ir en busca de un cargo político porque ganan más como diputados y senadores que creando programas para limpiar nuestro aire? ¿A quién le reclamamos el vivir en constante angustia porque quienes nos gobiernan se roban el presupuesto? ¿A quién le reclamamos que exista miseria e ignorancia porque nuestros impuestos se entregan a partidos políticos que hacen de éstos sus negocios particulares?
¿De qué nos sirve que el Presidente Enrique Peña Nieto declarare días de duelo nacional por los muertos que no fueron los suyos? ¿De qué nos sirve gritar, berrear, mentar madres si en unos días más las campañas electorales pesarán mucho más que las lágrimas amargas de los pobres que enterraron con sus padres, hermanos o hijos un pedacito de su corazón y la esperanza de abrazarse ante la adversidad y el abuso?
Oaxaca, Chiapas, Tabasco, Veracruz, la Ciudad de México, Baja California y Estado de México son algunos entidades que han padecido la crueldad de la naturaleza, que no lastima por dolo, sino por sus heridas abiertas. En cambio, los gobiernos corruptos muestran ante estos hechos una solidaridad que no sienten porque roban, con descaro y sin piedad, recursos que debieran ser para los más necesitados de este país y no para engrosar sus carteras y la compra de propiedades que no se derrumban.
En un principio pensé en no escribir estos párrafos, ponerme en silenciosa huelga de letras como muestra de indignación ante la tragedia que estamos viviendo; sin embargo, rectifiqué porque, por lo menos yo, tengo la oportunidad de decir lo que siento y pienso.
Va por todos aquellos que la corrupción, el abuso y la impunidad calló sus voces. ¿A quién le echamos la culpa?
Elena Chávez. Estudió periodismo en la escuela “Carlos Septién García”. Ha escrito los libros “Ángeles Abandonados” y “Elisa, el diagnóstico final”. Reportera en diversos diarios como Excélsior, Ovaciones, UnomásUno; cubrió diferentes fuentes de información. Servidora Pública en el Gobierno del Distrito Federal y Diputada Constituyente externa por el PRD.