Valerian, el espectáculo cinematográfico ‘sci-fi’ de la temporada, resultó ser una abigarrada y barroca aventura de un viejo conocido: el cineasta francés Jean Luc Besson, poseedor de algunos de los títulos más interesantes y emblemáticos de nuestra generación.
“Valerian and the City of a Thousand Planets” (2017) se basa en un exitosísimo cómic francés cuyas ventas y predominio animaron a inversionistas de aquí, allá y acullá a llevarlo a la pantalla grande, una vez que Besson mostró interés en el proyecto, reuniendo el presupuesto más grande en la historia del cine europeo, cercano a los 200 millones de dólares.
Con todo, sigue siendo una película, no digamos que modesta, pero algo lejana de los presupuestos de las más grandes superproducciones hollywoodenses: considerando los datos absolutos, “Valerian” estaría bordeando el trigésimo puesto; con datos deflactados caería unos 20 sitios.
La trama, en una pequeña broma del director, nos ubica primero en un futuro muy próximo (apenas unos pocos años después) mientras vemos cómo la Estación Espacial que orbita nuestro planeta comienza a sobrepoblarse como si fuera una favela o barrio periférico cualquiera, hasta que comienza a ser un riesgo de seguridad y deciden emprender su viaje lejos de la Tierra. ¡Y la película brinca varios siglos en el futuro!
De ese modo, en el siglo XXVIII, los agentes Valerian (Dane DeHaan) y Laureline (Cara Delevingne) son encargados de una misión secreta por el Secretario de la Defensa de los territorios humanos, que los lleva a la antigua estación espacial, ahora convertida en un complejo y enorme sistema de naves y hábitats para miles de especies, orbitando los confines del universo.
No me detendré en los detalles de la trama (ligeramente rutinaria para mi gusto); baste mencionar que reúne los elementos clásicos del thriller policiaco futurista, con una pizca de conspiración político-militar y la indispensable subtrama romántica, además de la acción y las persecuciones de cajón que harán el filme más que disfrutrable y a ratos encantador. Un reparto sin duda respetable le da un extra al guiso: Clive Owen, Rutger Hauer, Rihanna, Ethan Hawke, Herbie Hancock, John Goodman.
Pero el verdadero corazón del film está en la extraordinaria puesta en escena de Besson; los mundos, los ambientes, las especies extraterrestres, el escenario futurista todo es un desplante abigarrado de un barroquismo que espanta, pero muy conciente (casi burlonamente) de su propio exceso y chabacanería. Muy en deuda con el poderoso (y a estas alturas ya icónico) diseño de producción de su clásica película de 1997 “The Fifth Element”.
EL QUINTO ELEMENTO Y LUCY
“The Fifth Element” hizo la carrera de su estelar femenino, Milla Jovovich (algún tiempo pareja sentimental de Besson) y contaba con un reparto más que envidiable: Bruce Willis, Gary Oldman, Luke Perry, Ian Holm, Chris Tucker. Su trama es mucho más original y compleja que “Valerian” pero el atractivo visual es igual de espectacular (e irónico)…
Hay una especie de diálogo entre los dos filmes; se interpelan y referencian todo el tiempo. Las innegables virtudes de ambos se refuerzan y, pese al tiempo transcurrido, se enlazan muy orgánicamente.
En medio de ambas películas, hay una arista ‘sci-fi’ que hace el triángulo perfecto por trama y visualidad:
“Lucy” (2014), un energético alarde visual, lleno de acción, emociones y una interesante discusión filosófica, en el que Besson usa con amor y reverencia la metodología narrativa de la genial “Mon oncle d’Amerique” (Resnais, 1980), para entrelazar la exposición antropo-filosófica y el tecno-thriller.
Lo que en “Mon oncle” es disertación antropológica sobre la evolución y el comportamiento, en “Lucy” es una sofisticada teoría evolutiva sobre la subutilización del poder cerebral humano. Lo que para el gran maestro francés ya fallecido es el drama cotidiano laboral y personal de sus tres personajes, para Besson es la desaforada carrera de Lucy por resolver, antes de ser asesinada, el enigma de su alucinante transformación.
La película también cuenta con un reparto muy digno: Scarlett Johansson, que vuelve a dar una convincente demostración con un personaje siempre al borde del ridículo, el científico (Morgan Freeman), el narco-villano (Min-sik Choi) y el policía (Amr Waked), todos estupendos y sólidos.
NIKITA, LEON Y JOAN
Un vistazo al cine de Besson, por escueto que sea, no puede dejar de lado un comentario, así sea de pasadita, de tres de sus grandes filmes: “Leon: The Professional” (1994), icónico thriller sobre un matón a sueldo (Jean Reno) y una niña desvalida que queda a su cargo después de una masacre (el debut de Natalie Portman, nada menos); la cinta se volvió de culto por muy buenas razones: Es inolvidable por su enorme empatía y corazón, y el desempeño del reparto es simplemente espléndido (Gary Oldman hace un villanazo espeluznante).
“The Messenger: The Story of Joan of Arc” (1999), en la que Jovovich encarna una Juana de Arco alucinante y posesa, con la estridente batuta de Besson en uno de sus mejores momentos. Extraordinarios los severos diálogos de Dustin Hoffman con Joan en el calabozo durante el tercer acto (¿qué es él: alucinación, enviado celestial, personificación de la culpa de ella? Imposible saberlo).
“La Femme Nikita” (1990), especie de versión femenina de Simón Templar: una muchacha homicida es rescatada literalmente de la pena de muerte para ser entrenada y reclutada como asesina por contrato, de una equívoca y misteriosa agencia gubernamental.
El film fue tan exitoso e icónico que tuvo una traslación a Hollywood (de muy discretos resultados) y una esa sí muy popular franquicia como serie televisiva canadiense, que recuperó con otro reparto el espíritu sofisticado y sensual de la cinta de Besson.
En menor registro, rescatemos “The Family” (2013), De Niro y Pfeiffer entrampados en una agradable comedia sobre mafiosos, que evoca sin alcanzar a “The Freshman” (Andrew Bergman, 1990), en una especie de parodia/’homage’ a “Goodfellas” (Scorsese, 1990).
“Angel-A” (2005) y “Subway” (1985), son historias de lo suburbano, con personajes rotos pero entrañables, una en clave de romance, otra de comedia; ninguna muy lograda, pero con su sello personal indudable.
Besson tiene una prolífica filmografía, con más aciertos que caídas; ya en plan de observar casi todo su panorama creativo, habrá que darle una revisada a “The Big Blue” (1988), “The Extraordinary Adventures of Adèle Blanc-Sec” (2010) y “Arthur and the Invisibles” (2006), con sus 2 secuelas.
Alberto Monroy. Citando a un clásico: “Estudió cómo cogen las ballenas en la Universidad del Congo; cumplirá 96 años el próximo verano”.