La forma es fondo. La diferencia que enfrenta a Canadá con México en el proceso de renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte es el tiempo que se requiere para analizar a fondo la modernización del TLCAN.
En esencia el desencuentro es político y cultural. Los canadienses son planeados, metódicos, prefieren ir despacio pero hacer bien las cosas. Los proyectos centrales de su nación están por encima de periodos electorales y requieren análisis. México avanza en sentido opuesto. Nuestro tiempo se mide en sexenios y la agenda responde a intereses personales y particulares. En política hacemos las cosas “a la mexicana”, al aventón, sin reflexión, planeación, supervisión y corrupción. Ejemplos sobran: El Paso Express de Morelos, la Línea 12 del Metro o la Mega Biblioteca José Vasconcelos.
La discrepancia entre México y Canadá es cuestión de tiempo. Y será el tiempo quien dirá si la prisa de nuestro país por renegociar no termina descarrilando o socavando el futuro del TLCAN.
Ambos países irán de la mano a la mesa para discutir el documento de 18 páginas y 22 objetivos con el que Donald Trump pretende eliminar el mecanismo de controversias entre los tres socios, establecer medidas proteccionistas y reducir el déficit comercial con sus vecinos.
Horas antes de que Estados Unidos revelara su lista de prioridades, México pidió a Ottawa lograr un nuevo acuerdo antes de que terminara el año, a fin de que las pláticas no interfirieran con las elecciones presidenciales de 2018. La propuesta ha sido fuertemente impulsada por el canciller Luis Videgaray, quien ve en el TLC 2.0 la mejor campaña rumbo a Los Pinos.
Sin embargo y ante la insistencia de la diplomacia mexicana, el Primer Ministro Justin Trudeau, envió un contundente mensaje. Pidió “evitar atajos políticamente tentadores”. La indirecta fue captada por la delegación mexicana que asistió a la reunión de gobernadores de Estados Unidos en Rhode Island, donde también se encontraba otro aspirante presidencial: Miguel Ángel Mancera, Jefe de Gobierno de la Ciudad de México.
La tensión entre los dos aliados creció un día después de que el representante de Comercio Exterior, Roberto Lighthizer, envío al Congreso estadounidense las intenciones proteccionistas de Trump para el TLCAN.
Las posiciones de ambos países chocaron en Washington. El embajador mexicano en Estados Unidos, Gerónimo Gutiérrez, subrayó que no sería sabio tener discusiones sobre acuerdos comerciales en medio de una campaña política e irónicamente advirtió que “cuando es Navidad todos quieren colgar algo en el Árbol”. Por su parte, el embajador de Canadá, David MacNaughton, expresó que de ninguna manera su país se precipitaría para terminar con un mal acuerdo.
Ante la posición canadiense, el equipo negociador mexicano pidió una reunión urgente con su contraparte. El encuentro se desarrolló el miércoles en Ottawa. Fue a puerta cerrada y lleno de tensión. Poco se habló del documento de Trump. El tema principal era determinar cuánto se podía avanzar este año. Los canadienses dijeron que solo había certeza en algo: “hay un 99% de posibilidad de que no terminemos las negociaciones este 2017”.
Después de horas de trabajo y discrepancias, la delegación mexicana logró que Canadá aprobara, a regañadientes, un calendario más agresivo. La condición: extender las pláticas en caso de ser necesario.
La propuesta se hizo pública el jueves 20 de julio, ya con el consentimiento estadounidense. La renegociación empezará el 16 de agosto, con un mínimo de 6 rondas y un máximo de 9 y cada mesa de trabajo tendrá un intervalo de tres semanas. Esto quiere decir que las discusiones se llevarán hasta principios de 2018.
Tras el estira y afloja, se logró un punto medio. No obstante para Canadá, el calendario será un reto difícil de lograr, a menos que México esté dispuesto a ceder ante los caprichos y la presión de Trump o… a cumplir las aspiraciones del propio canciller mexicano.
Gabriel Ramírez, periodista mexicano en Canadá.