Hace 15 años, entrevisté a una joven de por lo menos 20 años de edad; inteligente, guapa, ágil, astuta, con una familia de nivel socioeconómico alto. Se estaba recuperando de varias adicciones.
Una joven más, como muchos otros, que no se resistieron ante las drogas. Riesgo del que nadie está exento. Sus manos temblaban, tomaba leves sorbos de café, mientras narraba su pasado. Su melancólica mirada llamaba mi atención, hasta que soltó la frase que me cimbró: “a los 12 años era alcohólica”.
No la quise interrumpir, seguí escuchándola. En mi cabeza rondaba la pregunta ¿Y dónde estaban tus padres? ¿Qué hacían? ¿Cómo fue posible que nunca olieran el alcohol?
Vivía con su papás, pero o no se dieron cuenta, o no quisieron darse cuenta de lo que la niña sufría y la manera en que se relajaba.
El alcohol la volvió más vulnerable y le abrió varias puertas de uno de los más graves problemas sociales de la actualidad. Conoció la mariguana, probó la cocaína y después la droga que le pusieran enfrente. Y ahí seguían sus padres, empresarios preocupados por el dinero y que los negocios marcharan bien, sin ver el grave problema en el que estaba su hija; una adolescente deprimida que cada vez requería más droga para aligerar la soledad, el abandono y la indiferencia de sus padres.
Hoy, sé que sigue sin consumir drogas, hace deporte y escribió algunos libros donde cuenta su terrible historia.
Este preámbulo viene a cuenta por el escándalo que protagonizaron la semana pasada estudiantes del Colegio Cumbres y del Instituto Irlandés.
Según testimonios, en la madrugada, cuando finalizaba la fiesta de graduación de alumnos de preparatoria del Cumbres, jóvenes del Irlandés, “supuestamente” alcoholizados y acompañados de sus guaruras, llegaron a golpearlos.
La rivalidad entre los estudiantes de estos “exclusivos” colegios (de los Legionarios de Cristo) es vieja. Las autoridades y los padres lo saben. Pero no han querido hacer nada, incluso ya se les fue de las manos, no han podido controlar a los jóvenes.
Una semana antes, el 9 de junio, durante la graduación de los estudiantes del Instituto Irlandés se transmitió un video, “aparentemente” no autorizado por las autoridades de la escuela, donde los jóvenes se burlan y atacan a los estudiantes del Cumbres y otros colegios.
Habrán sido las burlas, habrá sido el alcohol, alguna vieja rencilla entre los jóvenes, o quizá las tres hipótesis. No lo sabemos. Por lo pronto las autoridades capitalinas ya investigan el caso pero hasta ayer no había ninguna denuncia. Para los papás de los involucrados, lo mejor es el silencio, cada quien sus golpes. Hay hijos de políticos y empresarios, apellidos que sin duda serían noticia. Situación que no conviene a nadie y menos a los colegios que cobran “status”.
Además, no es la primera vez que jóvenes escudados detrás de padres millonarios y guaruras protagonizan desmanes y escándalos con absoluta impunidad.
Joaquín Quintana, Presidente de Convivencia sin Violencia, ha insistido desde hace algunos años en la impostergable y urgente necesidad de que los padres pongan atención a sus hijos, sobre todo en las cantidades de alcohol que consumen.
Se trata, ha dicho, de jóvenes que beben hasta perderse, lo que aumenta las agresiones, las peleas y desde luego, los accidentes fatales.
“Los jóvenes son prepotentes, han perdido los valores, la formación en las casas, ves cómo los chavos tratan a la gente, a su servicio, a los meseros, es el poco ejemplo de los padres de familia”.
Los papás se han vuelto permisivos, no ponen límites, mientras ellos están ocupados, los hijos comienzan el pre-copeo en su propia casa, para después seguir en el antro y consumir alcohol de manera desmedida, además de otro tipo de drogas.
El consumo de alcohol en México inicia entre los 10 y 14 años de edad. Los estudios señalan que un niño comienza a beber por dos causas: la permisibilidad por parte de los padres, que incluso prefieren que el menor tome en casa y no en la calle, y por las compañías; es decir, los amigos que ya consumen alcohol y que los incitan.
Algo está fallando en casa y ha hecho que estén fallando los colegios y no solo en Los Legionarios de Cristo, donde aseguran que su objetivo es “vivir y convivir de acuerdo con valores fundamentales”.
Conozco personalmente el problema que enfrentan directivos de algunos colegios. Los papás son prepotentes amenazan a profesores si las calificaciones de sus hijos no son las que ellos quieren, o los amedrentan si les llaman la atención, solapan sus indisciplinas como consumir alcohol dentro de la escuela.
La falta de respeto hacia los profesores es parte de las clases, esa actitud ha rebasado límites. Pero ningún colegio quiere tener una queja ante la SEP.
¿Alguien pondrá orden?