Seguramente se ha puesto usted a pensar cómo funcionaría la Ciudad de México una vez que dejó de llamarse Distrito Federal y que estrena una nueva Constitución local. No es por bajarle los ánimos, pero al parecer los grandes vicios continuarán se llame como se llame esta entidad.
Este tema viene a colación debido a que apenas el miércoles pasado la Asamblea Legislativa del Distrito Federal (ALDF) cumplió en tiempo y forma con la aprobación del Código de Instituciones y Procedimientos Electorales de la Ciudad de México.
Se supone que el futuro Congreso de la capital del país contará con la obligatoriedad de paridad en la postulación y en la integración; es decir, 33 diputados por la vía uninominal y 33 por la vía plurinominal, así como 33 mujeres y 33 hombres.
Quizá, amigo lector, ya había escuchado que las delegaciones pasarán a mejor vida y ahora serán alcaldías como en provincia. Se pretende la creación de un Concejo dentro de cada alcaldía, cuyos miembros podrán aprobar el presupuesto de egresos, supervisar los programas del ayuntamiento e incluso determinar temas de uso de suelo y de consultas públicas sobre megaproyectos, de acuerdo con fuentes consultadas. Aseguran que los concejales representarán un contrapeso, puesto que para toda iniciativa que suba el alcalde tendrá que ir respaldada al menos por el 60% de los integrantes, para ser aprobada.
Pero lo que hemos aprendido por muchas décadas (y en la actualidad) en esta gran ciudad, es que la corrupción, antidemocracia y falta de transparencia, son las armas que impedirán que la carta de derechos se cumpla a cabalidad, por lo que parecerá un espíritu invisible que todo mundo ignore. ¿Cuántas veces no hemos escuchado y comprobado que las leyes mexicanas ahí están, sólo hace falta cumplirlas y obedecerlas?
Hasta me llena de una gran ilusión (lo digo con ironía) escuchar a los diputados decir que “recordemos que la alcaldía representará al gobierno más cercano al ciudadano y en consecuencia resolverá sus problemas más próximos, los cuales deben ser atendidos con prontitud”. ¿Queeeeé? ¡Si nunca en su vida lo han hecho los jefes delegacionales! ¿Qué haría pensar que ahora sí va en serio con los alcaldes?
Tampoco podemos esperar mucho cuando la Asamblea Constituyente aprobó casi al vapor su Constitución al filo de la medianoche, un día antes de que se venciera el plazo fatal marcado para el 31 de enero de 2017. Finalmente, los diputados terminaron de votar la totalidad de los 76 artículos y sus transitorios, a como diera lugar.