Por el número de homicidios intencionales que se registran cada año, la Organización Mundial de la Salud (OMS) señaló que México se asemeja mucho a una zona de conflicto armado.
El organismo internacional llegó a esa conclusión luego de comparar estadísticas sanitarias mundiales que registraron en 2015 la muerte por homicidio intencional de 19 personas por cada 100 mil habitantes en territorio mexicano.
Esto quiere decir que por cada millón de personas, 190 murieron asesinadas. Se trata de un número “muy alto” en comparación con el promedio mundial que es de seis. Esto quiere decir que el número de homicidios en México es tres o hasta cuatro veces mayor que el promedio mundial. En Europa, por ejemplo, es de tres homicidios por cada 100 mil habitantes.
Además, en México buena parte de esos homicidios está asociado a la violencia causada por los cárteles de la droga, las bandas criminales y el control que han impuesto en varias zonas del país para convertir poblaciones enteras en “sus territorios”.
La OMS llegó a una conclusión alarmante: la fotografía de algunas partes del país es la de una “zona de guerra”, ya que es imposible distinguir la diferencia que existe entre naciones que padecen una guerra civil y el nuestro, donde esos grupos criminales mantienen un conflicto armado.
Y si bien este diagnóstico afecta a la población en general, hay ciertos sectores donde se concentra la violencia. Uno de ellos es nuestro gremio, el periodístico.
IDEAS QUE CUESTAN PLOMO
Con el asesinato de Javier Valdez Cárdenas, cofundador del semanario Ríodoce de Sinaloa y colaborador de La Jornada el pasado lunes 15 de mayo, y la de Jonathan Rodríguez Córdova, reportero del medio local jalisciense El Costeño de Autlán, ese mismo día, horas después, suman siete los comunicadores asesinados en 2017.
La lista la completan Cecilio Pineda, director del diario La Voz de la Tierra Caliente, ejecutado el 2 de marzo en Ciudad Altamirano, Guerrero; Ricardo Monlui, director del diario El Político, acribillado el 19 de marzo en Yanga, Guerrero; y Miroslava Breach, corresponsal de La Jornada, asesinada a balazos el 22 de marzo, cuando salía de su domicilio en la ciudad de Chihuahua.
Le siguen Maximino Rodríguez, de 73 años, jubilado, reportero del Colectivo Pericú, muerto a balazos en La Paz, Baja California Sur, el 14 de abril; y Filiberto Álvarez, periodista y locutor de radio, baleado el 29 de abril en el municipio de Tlaquiltenango, Morelos.
Esto coloca a 2017 como el segundo año, junto con el 2015, en el que más periodistas han sido asesinados en este país durante la administración del presidente Enrique Peña Nieto. El primer lugar lo ocupa 2016, cuando se silenció con balas a 11 comunicadores.
En febrero, la organización Reporteros Sin Fronteras denunció que México ocupaba el tercer lugar en el mundo por el número de periodistas asesinados, solo detrás de Siria y Afganistán, con 99 comunicadores asesinados entre 2000 y 2016.
A principios de mayo, el Comité de Protección de los Periodistas (CPJ) también había advertido que el gobierno mexicano “fracasó espectacularmente” en castigar las muertes de periodistas, lo que sumergió al país en una espiral de impunidad y aumentó los riesgos para los periodistas.
A raíz de los últimos asesinatos, el presidente Enrique Peña Nieto convocó de urgencia a los 31 gobernadores del país y al Jefe de Gobierno de la Ciudad de México, a reunirse con el gabinete de seguridad para anunciar las Acciones por la Libertad de Expresión y para la Protección de Periodistas y Defensores de Derechos Humanos:
- Fortalecer la estructura y el presupuesto asignado al Mecanismo de Protección a Personas Defensoras de los Derechos Humanos y Periodistas;
- Establecer un Esquema Nacional de Coordinación con las Entidades Federativas y un Protocolo de Operación, y
- Fortalecer la Fiscalía Especial para la Atención de Delitos cometidos contra la Libertad de Expresión con más personal y mejor capacitación a Ministerios Públicos, policías y peritos; mecanismos de contacto y diálogo con la sociedad civil y el gremio periodístico; revisión e impulso de investigaciones en proceso; coordinación de autoridades para la inmediata atención con perspectiva de Derechos Humanos, y apoyo a las entidades en la creación de unidades o Ministerios Públicos especializados.
Organizaciones como Artículo 19 consideraron que las medidas son tardías e insuficientes. Yo estimo que no se debe despreciar ninguna, pero estimo también fundamental que los periodistas mexicanos nos prepararemos para actuar en un México que es ya zona de guerra.
BITÁCORA DE GUERRA
En 2015 publiqué el libro Bitácora de guerra. Experiencias de una reportera en el que relato mis vivencias al cubrir las guerras de Irak, Afganistán, el atentado del 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos, el terremoto en Haití y los estragos por la presencia del crimen organizado en Michoacán y Guerrero.
En la cobertura de cada uno de esos conflictos pude comprobar lo que el informe de la OMS señala: que no hay grandes diferencias entre lo que ocurre en ciertas regiones de nuestro país y esos conflictos internacionales.
En carne propia aprendí que es necesario que los reporteros adoptemos una serie de medidas de seguridad mínimas para garantizar nuestra integridad. El Comité para la Protección de los Periodistas (CPJ, por sus siglas en inglés), publicó en 2003 un manual titulado En cobertura: una guía para informar en situaciones de peligro, con el que pretendía orientar a los periodistas que se preparaban para informar la guerra en Irak.
En ella se incluyen consejos para hacer frente a los riesgos que muchos periodistas y sus familias afrontan a diario, así como recomendaciones a los directores de los medios para evitar peligros injustificados.
Entre las recomendaciones incluía: mantenerse en contacto con los editores informándoles qué lugares va a visitar, con quiénes se va a entrevistar, además de las horas previstas de salida y de regreso; cuidar el comportamiento para evitar llamar la atención en exceso, lo que puede provocar una reacción hostil; portar siempre una identificación individual que los acredite como representantes de la prensa; saber manejar el estrés; y tomar cursos de “entrenamiento en ámbitos hostiles” que ofrecen empresas privadas y que generalmente son impartidos por ex militares, entre otras.
Ben Anderson, el respetado reportero de guerra de la BBC, reveló en un artículo para la revista Esquire titulado The Long Read. Confessions of a War Reporter, que luego de cubrir situaciones de conflicto en Kosovo, Gaza, Irak, Irán, Afganistán, Birmania, Sierra Leona, Costa de Marfil, Colombia y la India, la mejor recomendación que puede hacer a los periodistas es: “Tengan miedo. Mucho miedo”.
Pero me quedo con su conclusión:
“Podría retirarme mañana y ningún conflicto o su conocimiento se verían afectados. Pero si todos nos retiráramos, el mundo sería aún más violento, corrupto e injusto. Y es por eso que seguiré corriendo riesgos (…) Sin los reportajes de guerra, el mundo sería, sin duda alguna, un lugar mucho peor”.
Por desgracia, las perspectivas no son favorables ni en nuestro país ni en el resto del planeta, por lo que el gremio periodístico demanda a las autoridades de todos los niveles medidas urgentes que nos permitan ejercer en libertad este derecho.
El objetivo es no sólo hacer del periodismo “el mejor oficio del mundo”, como lo estimó el Premio Nobel de Literatura, Gabriel García Márquez, sino también el más seguro.
Si no hay libertad de prensa, difícilmente se podrán ejercer el resto de los derechos, especialmente hoy que México está en zona de guerra.
Hannia Novell. Licenciada en Ciencias de la Comunicación, realizó estudios en Periodismo, Literatura y Seguridad Nacional en diversas instituciones como la Universidad Iberoamericana, el Centro de Comunicación, Radio Educación y el Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM). Especialidad en corresponsalía de guerra en La Universidad de Jerusalem (Israel) y una especialidad en comunicación política en George Washington University. Titular del noticiario estelar de Proyecto 40 en su edición nocturna.